El dramaturgo de moda en Argentina se inspira en Galicia

A CORUÑA

14 ene 2010 . Actualizado a las 19:12 h.

De niño, Jorge no entendía por qué su abuela se arrancaba en la mesa con una canción que decía «ondiñas veñen e van». Pasó el tiempo y en su domicilio de Buenos Aires comenzó a oír hablar de Galicia. En 1998 decidió hacer un viaje a sus orígenes. Él solo se plantó en el pequeño pueblo de Coirós donde descubrió la casa de su bisabuela Generosa, hoy dedicada a turismo rural. Desde entonces viaja a este rincón de la comarca de Betanzos todos los años. «Excepto el 2001, por razones obvias». Se refiere al colapso de las Aerolíneas Argentinas y el corralito .

Por Galicia pasea casi entre el anonimato, pero ya es una referencia en el Buenos Aires cultural, donde el nombre de Jorge Acebo se escucha en cafés y teatros. Es uno de los dramaturgos de moda. Así se entiende cuando una de sus obras, Solas no más , lleva seis años en cartel. La afamada sala Andamio 90 ha acogido la representación durante casi dos años. Superó incluso la fobia de la gripe A. «Esa psicosis fue terrible para los teatros, la gente no salía y las normas higiénicas obligaban a dejar dos asientos libres entre cada espectador... una locura», recuerda Acebo. Solas no más forma parte de una trilogía sobre las crisis de las mujeres en el cambio de década. Precisamente estos días en Coirós está reescribiendo la tercera parte, la que aludirá a las mujeres que entran en los cuarenta. «Vine a buscar la tranquilidad de la aldea que no encuentro en Buenos Aires», reconoce antes de partir hacia Santiago de Compostela, donde ha sido invitado por el Centro Dramático Galego para presenciar el ensayo general de la última obra de la compañía.

En su ciudad natal combina el trabajo de creación con las clases en colegios y en la universidad. La crítica es unánime para describir a Jorge como un «excelente director de actores».

No descarta acabar su carrera de formación en Galicia, pese a estar «enamorado» de Buenos Aires. A este cosmopolita y urbanita, un recuncho como Coirós no deja de sorprenderle. «Me fascina cuando la gente pasea mientras conversa y, de repente, se paran, siguen hablando y, al rato, retoman el camino, eso no lo he visto en ningún rincón del mundo».