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Comer más sardinas o bocartes podría salvar hasta 750.000 vidas al año en el 2050

Somos Mar REDACCIÓN/ LA VOZ, EUROPA PRESS

PESCA Y MARISQUEO

Sardinas en el barrio de San Pedro, en Santiago
Sardinas en el barrio de San Pedro, en Santiago SANDRA ALONSO

Investigadores japoneses concluyen que evitaría enfermedades coronarias

10 abr 2024 . Actualizado a las 17:05 h.

Cambiar la carne roja por pescados azules, como arenque, sardinas y bocartes (boquerón o anchoa), podría salvar hasta 750.000 vidas al año en el 2050 y reducir significativamente la prevalencia de discapacidad como resultado de enfermedades relacionadas con la dieta, sugiere un análisis de datos publicado en la revista BMJ Global Health. Según investigadores del Instituto Nacional de Estudios Ambientales en Tsukuba (Japón) adoptar este tipo de dieta sería especialmente útil para los países de ingresos bajos y medios, donde este pescado es barato y abundante, y donde el costo de las enfermedades cardíacas, en particular, es alto.

Cada vez hay más pruebas que vinculan el consumo de carnes rojas y procesadas con mayores riesgos de enfermedades no transmisibles, que representaron alrededor del 70 % de todas las muertes a nivel mundial en el 2019, explican los investigadores. De estos, las enfermedades coronarias, los accidentes cerebrovasculares, la diabetes y el cáncer de intestino representaron casi la mitad (44 %), y la enfermedad de las arterias coronarias se llevó la mayor parte.

Los pequeños pescados azules, alimento de peces más grandes, son ricos en ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga omega-3 (DHA y EPA) y su ingesta puede prevenir enfermedades coronarias, además de ser abundantes en calcio y vitamina B12. También tienen la huella de carbono más baja de cualquier fuente de alimento animal, señalan los investigadores. Aun así, tres cuartas partes de las capturas, incluida una cantidad significativa capturada en las costas de países que padecen inseguridad alimentaria y desnutrición en el sur global, se muelen para obtener harina y aceite de pescado, productos que se utilizan principalmente para la piscicultura, destinados a cultivos de alta densidad, añaden los investigadores.

Si bien varios estudios han revelado los posibles beneficios nutricionales y ambientales del pescado azul, no está claro hasta qué punto podrían reducir la carga mundial de enfermedades si se sustituyera la carne roja. En un intento por cerrar esta brecha de conocimiento, los investigadores crearon cuatro escenarios diferentes, cada uno de los cuales representa un patrón diferente de asignación de esos pequeños peces a nivel mundial, utilizando datos para el consumo proyectado de carne roja en el 2050 para 137 países y datos históricos sobre las capturas de esas especies.

Los cuatro escenarios comprendían: priorización del abastecimiento interno, con capturas para consumo nacional o sustitución de carnes rojas; ingesta mínima de carne, priorizando la sustitución en países con un consumo de carne de ovino y bovino superior al nivel recomendado de 15 kilocalorías (kcal); ingesta adecuada de pescado, dando prioridad a los países con un consumo inferior al nivel recomendado de 40 kcal; e igual porcentaje de carne roja reemplazada en todos los países, determinado por la disponibilidad de esos pescados.

Su análisis muestra que, si se destinara ampliamente para el consumo humano directo, podrían proporcionar beneficios sustanciales para la salud pública, particularmente en términos de reducir la aparición de enfermedades coronarias, dicen los investigadores. A nivel mundial, este enfoque podría prevenir entre medio millón y 750.000 muertes por enfermedades relacionadas con la dieta en el 2050 (por enfermedades coronarias en particular) y podría evitar entre 8 y 15 millones de años de vida vividos con una discapacidad, la mayoría de los cuales se concentran en países de bajos y medianos ingresos.

La limitada oferta de esos pescados azules no es suficiente para sustituir toda la carne roja, reconocen los investigadores. Pero podría potencialmente aumentar el consumo diario per cápita de pescado hasta cerca del nivel recomendado de 40 kcal en la mayoría de los países, así como reducir las muertes por enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares, diabetes y cáncer de intestino en un 2 % en el 2050.

De los cuatro escenarios, el uno tuvo el menor número de muertes evitadas. Y el análisis sugiere que asignar todo ese tipo de pescado a las regiones con menor consumo, principalmente en países de ingresos bajos y medios, reduciría la carga global de enfermedades de manera más efectiva. Para los países sin litoral y sin acceso directo a productos del mar, como Mongolia, Turkmenistán y otros países africanos, sería necesario ampliar la comercialización y el comercio global de ese pescado, señalan los investigadores.

«A pesar del potencial teórico de esos peces, varias barreras, como el procesamiento de harina y aceite de pescado, la sobrepesca, el cambio climático y la aceptación cultural, pueden impedir que se materialicen los beneficios para la salud», reconocen los autores del estudio. «La coordinación y la acción de políticas multisectoriales (por ejemplo, priorizar el acceso a peces asequibles, como esos, para los pobres y promover el uso de microalgas ricas en nutrientes como alimento para peces) podrían ayudar a abordar algunas de estas barreras», sugieren.

Dicen que las intervenciones culturalmente adaptadas que promuevan estilos de vida saludables, aumenten el apoyo familiar y comunitario y creen conciencia sobre la relación entre la enfermedad y la dieta podrían mejorar las posibilidades de un cambio exitoso de comportamiento y dieta. Los investigadores proponen que otras estrategias, como el impacto del cambio climático en las etiquetas de los menús de los alimentos y la educación del consumidor sobre el alto valor nutricional y los niveles más bajos de químicos en ese pescado, también podrían ayudar a promover el cambio de la carne roja al pescado.