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Sobrepesca: fuera la venda de los ojos

José Vicente Domínguez
José Vicente Domínguez PUNTO DE VISTA

PESCA Y MARISQUEO

MABEL RODRÍGUEZ

13 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Decía Valentín Paz Andrade (buen conocedor de los asuntos de la pesca y pesquerías) que era difícil la desaparición total de una especie marina; por cuanto, al carecer su captura de interés comercial, no existiría presión sobre ella y se recuperaría... Pero mejor sería no llegar a comprobarlo.

Así, en lugar de poner en grave riesgo la gallina de los huevos de oro de nuestros mares, basándonos en un par de décadas, empecemos por preguntarnos: ¿hay tanto pescado como antaño en nuestros caladeros habituales? ¿Se nota similar abundancia de crustáceos y moluscos en nuestro litoral? ¿Y que pasa con los bivalvos de nuestras playas? No creo que nadie se atreva a decir que actualmente existe similar abundancia de especies comerciales como hace dos o tres décadas. Podemos culpar de ello a la normativa comunitaria y a sus restricciones o al poder de los grupos ecologistas. Y hasta podemos hacer responsable de la carencia de especies marinas al cambio climático, tal como hacen algunos para justificar la preocupante merma ictiófaga, escudándose en la realidad del cambio climático y confundiendo —intencionadamente o no— el clima con el tiempo. Por mal camino vamos si no nos quitamos la interesada venda que nos oculta la realidad del problema.

¿Y cómo podemos medir y comparar fehacientemente los parámetros de escasez de las especies comerciales? Sin duda que la Captura por Unidad de Esfuerzo (CPUE), a la que a pocos les interesa aludir, nos podría dar el estado real de nuestras pesquerías.

Hace veinte años, el número de barcos dedicados a la pesca en nuestra comunidad, incluyendo todo tipo de embarcaciones, rozaba los 5.200, con una potencia total en caballaje de unos 340.000 caballos. Actualmente, el número de embarcaciones disminuyó hasta unas 4.200. Pero en cambio, su potencia global supera los 560.000 CV.? ? Por otra parte, vemos que el volumen de especies capturadas es similar, cuando no inferior, al de hace veinte años. ¿Qué conclusión podemos sacar en términos de CPUE? Pues que para conseguir los mismos kilos de hace veinte años, fue necesario aumentar un 65 % el esfuerzo pesquero referido a la potencia empleada. Con tales cifras, lo extraño es que no hayamos llegado al límite de los recursos de nuestros caladeros. Cerrarnos a esta realidad es huir hasta un negro futuro de nuestra pesca.

Consideración aparte merece el marisqueo, que debemos diferenciar en dos grupos: el de la captura de crustáceos y moluscos y el de los bivalvos. Los primeros sufren sobreexplotación por el enorme incremento de nasas y otras artes de red. Las embarcaciones menores actuales, con la rapidez de desplazamiento y el aumento de su arqueo, tienen la posibilidad de multiplicar por diez su capacidad operativa, si se compara con las características de esta flota hace veinte o treinta años.

El marisqueo de moluscos bivalvos, tanto a pie como a flote, está sufriendo tal escasez que los aproximadamente 3.500 mariscadores actuales que continúan en activo corren el riesgo de convertirse en algo testimonial, al ritmo de disminución de las capturas.

Más allá de las alegadas inclemencias meteorológicas, deberían buscarse otras razones. Tal vez la enorme filtración de agua de las innumerables bateas mejilloneras podría tener algo que ver para que las larvas de los moluscos bivalvos intermareales y también de aguas profundas no alcancen el estado de madurez y posterior fijación, por la carencia de fitoplancton.

Y puestos a aportar otra razón de la alarmante escasez de berberechos y almejas, permítanme que haga mío lo manifestado por un mariscador profesional: el uso de tractores para el arado, limpieza y siembra hace que se alteren las condiciones bentónicas y muchos bivalvos resulten rotos por el peso y arrastre de las máquinas. Por supuesto, sin olvidar otras razones, tales como la implantación de permisos de explotación adaptados a la conveniencia comercial de algunas cofradías, en lugar de hacer que las especies cumplan sus ciclos naturales.

Es por tanto conveniente que dejemos de echar balones fuera y nos quitemos la venda de los ojos antes de culpar al tiempo, al clima y a Bruselas, y reconozcamos que, con la sobrepesca actual, no pueden esperarse milagros.