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La cosecha de berberecho y babosa en Galicia cayó un 80 % el año pasado

Somos Mar REDACCIÓN / LA VOZ

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Martina Miser

La acuicultura gallega perdió terreno por el retroceso productivo en bivalvos

05 may 2024 . Actualizado a las 04:45 h.

La potencia acuícola que es Galicia no mostró todo su músculo en el 2023. A lo largo del año se dejó buena parte de su poderío en el camino y cerró el ejercicio con un 17,92 % menos de producción que se tradujo en una caída de la facturación, aunque más comedida, del 9,23 % con respecto al 2022. Una pérdida de músculo que se hizo patente en el apartado de cultivos de bivalvos y que ganó masa por la parte de los peces y las algas. En conjunto, la producción de la acuicultura gallega fue de 190.407.216 kilos y un negocio de 232.674.248 euros.

Todo iba bien hasta después del verano, relata el conselleiro de Mar, Alfonso Villares, en el prólogo del Anuario de Acuicultura 2023, que hizo público el jueves pasado. Hasta la canícula, el marisqueo apuntaba «boas cifras de produción e facturación», pero las altas temperaturas del agua debilitaron al marisco que no pudo soportar más de 30 días seguidos en los que se recogieron, según MeteoGalicia, más de mil litros por metro cuadrado, un 125 % más que el valor normal. Una cantidad que resultó letal para los bivalvos. Y para unos más que para otros. Los más dañados fueron la almeja babosa y el berberecho, cuya producción en comparación con el 2022 cayó el año pasado un 80 % en volumen y casi otro tanto en facturación (-78,06 % en el caso de la babosa y -75,20 % en el berberecho). La almeja fina mantuvo mejor el tipo, aunque se vendió un 22 % menos, desplome de kilos que se mitiga por el lado de la cotización, pues los ingresos solo cayeron un 2,16 %. Nada extraño si se tiene en cuenta que el precio medio de esta variedad se situó el año pasado en 43,83 euros el kilo, frente a los 30,54 que obtuvo en el 2022.

Solo la variedad japónica fue capaz de superar sus marcas del año anterior. Creció en volumen y en valor. Se extrajeron 175 toneladas más, con lo que el ejercicio se cerró con un incremento del 24,59 %, pero la facturación por venta fue el doble de ese porcentaje, del 47,16 %, pues el precio medio de los casi 10,5 millones de kilos fue de 13,40 euros, frente a los 10,95 del 2022.

Nueva «plaga» para el croque

Para el berberecho el 2023 fue otro annus horribilis. Y ya van muchos. Tardó en levantar cabeza después de que un parásito, la Marteilia cochillia, diezmase el croque casi hasta su desaparición en las rías de Arousa, Pontevedra y Vigo. Y, ahora, una brusca bajada de la salinidad hace que su aparición por las lonjas sea casi testimonial. Igual que el año pasado: apenas 80 toneladas en el ejercicio, frente a las 404 del 2022.

Y aunque la volandeira y la ostra rizada también tuvieron un resbalón, salva la cara la ostra plana, la autóctona gallega, cuya producción creció un 7,5 %; y su facturación, un 10,94 %, a pesar de que el precio medio bajó unos céntimos: de 6,50 en el 2022 a 6,24 el año pasado.

Fuertes las algas y los peces

La gran alegría la han dado las algas y los peces. Las verdes, las pardas e incluso la real, porque esta aunque ha descendido el número de kilos comercializados, ha subido de precio, con lo que también lo ha hecho la facturación.

La producción sigue siendo limitada. Apenas 18 toneladas se cosecharon el año pasado en Galicia, pero el volumen de negocio se disparó. Si en el 2022 se habían puesto a la venta 12.240 kilos, por los que se facturaron 33.100 euros, el año pasado aquellas 18 toneladas generaron unos ingresos brutos de 127.935 euros, casi el cuádruple del ejercicio anterior.

La piscicultura marina también pisó fuerte y permite a Galicia que siga siendo líder en sus dos cultivos estrella: rodaballo y lenguado. Ambos peces planos cerraron el ejercicio del 2023 batiendo récords de producción. El más asentado, el rodaballo, se aproxima al listón de las 10.000 toneladas (9.602), tras subir casi un 5 % las ventas y facturar más de 85,6 millones de euros. El cultivo más joven, el del lenguado, camina hacia las 1.000 (890) y ya genera un negocio de 12 millones.

El negocio del mejillón se desinfló un 20 % tras quedar la producción por debajo de las 200.000 toneladas

El producto estrella de la acuicultura gallega, ese que hace que Galicia sea líder europeo por sus cifras de producción, es el mejillón. Y en el 2023 no estuvo en su mejor momento. Si desde hace años se tiene como referencia las 250.000 toneladas anuales —volumen que rebasó, por ejemplo, en el 2021—, el año pasado cayó por debajo de ese listón de referencia e, incluso, por el psicológico de las 200.000. De las bateas gallegas salieron el año pasado 178.065.331 kilos, casi un 19 % menos que en el 2022, un ejercicio, además, que ya se había cerrado con un desplome del 13 %. Por supuesto, esa merma productiva (41.633 toneladas menos) tuvo reflejo en el negocio mejillonero, que se desinfló cerca de un 21 %. La facturación por la venta de mejillón el año pasado fue de 119,5 millones de euros, quedando por el camino más de 30 millones.

De este retroceso ya venían advirtiendo las organizaciones de productores gallegas. Unas con más énfasis que otras. Los problemas para hacerse con la cría necesaria para llenar las bateas que hicieron estallar el malestar de los bateeiros a las puertas de San Caetano se conjugaron con unas temperaturas elevadas de las aguas poco propicias para el crecimiento del mejillón y que, además, provocaron mortalidades importantes de bivalvo. A eso se sumaron los desoves a destiempo que hicieron que este año abundase la mejilla en las rocas, pero que el año pasado retrasaron el desarrollo del molusco. De todas esas conjuras, estos resultados, que no se habían visto en muchos años.

Solo el 8,5 % es de talla grande

Más de la mitad del mejillón que salió de las bateas (52,55 %) fue de tamaño pequeño. Con esa talla se vendieron 93.565 toneladas, frente a las 15.000 del grande, que supone el 8,5 % de la cosecha. El resto de la producción se corresponde con el tamaño mediano, que se pagó el año pasado a 73 céntimos el kilo, frente a los 65 a los que se dispensó el pequeño y los 85 del grande.

En cuanto al destino, casi el 80 % se comercializó en fresco, que ha seguido ganando cuota de mercado. La industria asumió 37.000 toneladas, y pagó a 55 céntimos cada kilo, frente a los 70 que se obtuvieron por la venta en plazas y pescaderías.

El retroceso productivo se dio tanto en la ría de Arousa como en el resto de áreas de A Coruña (Sada, Camariñas, Muros y Noia) y Pontevedra (Portonovo, Bueu, Cangas, Vigo, Redondela y Baiona), pero es más llamativo en la primera, toda vez que de esos polígonos (Ribeira, A Pobra, Vilagarcía, Cambados y O Grove) sale el 68 % del mejillón cosechado en Galicia. El año pasado de ese distrito de Vilagarcía salieron 121.000 toneladas, frente a las 150.000 del año anterior. Ya solo en las bateas del polígono de A Pobra la facturación se redujo en 10 millones de euros comparado con el ejercicio anterior.