Aguiño pierde a Pura a los 104 años, la abuela que atesoraba un siglo de historia en su memoria

Marta Gómez Regenjo
M. Gómez RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

NELL

«Me acuerdo de todas las cosas de antes», contaba después de su último cumpleaños

14 mar 2024 . Actualizado a las 15:42 h.

A finales del 2023, con los 104 años recién cumplidos, Pura empezó a quejarse de un pie. Le molestaba un poco, y se lamentaba porque le fallaban las fuerzas en la pierna y, siendo ya centenaria, se vio obligada a empezar a usar bastón. Dejó de salir a la huerta de su casa en Aguiño por miedo a dar un mal paso y caerse y de ir a la peluquería. «Son muchos años ya», advertía. A esa edad, cualquier achaque acaba complicándose y fue lo que le pasó a ella, que este miércoles se despidió definitivamente de los suyos. Pura Pérez Sampedro (1919), además de la abuela de Aguiño, era memoria viva de la historia de la localidad: «Me acuerdo de todas las cosas de antes», decía.

Y era cierto. Le gustaba además contar historias y anécdotas, y lo hacía con gusto cuando alguien le preguntaba por cómo era la vida cuando ella era joven. Relataba episodios que no aparecen en los libros, pero que también forman parte de la historia, como las vivencias de los supervivientes del vapor Santa Isabel que acabaron instalándose en Ribeira tras el naufragio en Sálvora. O los obligados viajes en vapor a Vilagarcía de Arousa para ir al médico o a comprar cualquier cosa porque aquí no había.

Hablaba de cosas que hoy suenan inauditas, de tiempos en los que no había coches y realizaba andando el trayecto desde Aguiño hasta A Pobra para llevar el tabaco que vendía su madre en el estanco que todavía hoy está en funcionamiento. Hablaba de alcaldes que la mayoría de los ciudadanos ni recuerda; de los fardos de mercancía que llegaban a la playa procedentes de barcos que chocaban contra las rocas en Sálvora; de las tardes en el cine cuando era joven para ver las películas de Manolo Escobar o de como secaban en su casa los pulpos que traían unos hombres de Carreira y que luego vendían.

Recordaba también lo malo: la miseria de aquellos tiempos, aunque reconocía que en su casa, pese a ser ocho hermanos, nunca pasaron calamidades; y la Guerra Civil, en la que participaron activamente varios de sus hermanos y quien luego sería su marido, Antonio Sampedro. La muerte los separó hace 18 años, y ahora volverán a encontrarse.

La suya fue una vida larga, mucho, y la disfrutó con plenitud hasta prácticamente el final. Ya lo decía ella: «Lo importante es vivir con salud».