Pura, la fan de Manolo Escobar de 104 años que conserva una memoria prodigiosa

Marta Gómez Regenjo
Marta Gómez RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

NELL

La vecina de Aguiño recuerda a los supervivientes del Santa Isabel y la llegada de la salazón a la comarca

07 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Quien diga aquello de que todo tiempo pasado fue mejor es porque quizá no ha vivido lo suficiente, porque Pura Pérez Sampedro tiene claro que no es así: «El mundo de antes que no vuelva, antes no había nada de nada». Claro que, en su caso, hay que remontarse mucho tiempo atrás para llegar al pasado, porque Pura acaba de celebrar nada menos que su 104 cumpleaños: «Son muchos años», reconoce, mientras se lamenta de las molestias que desde hace unas semanas sufre en un pie y que la han obligado a empezar a usar bastón: «Ya no salgo a la huerta porque tengo miedo de caerme». Con todo, se sabe afortunada porque ha superado el siglo de vida sin grandes achaques y con una memoria prodigiosa, de la que hace gala ante cualquiera que esté dispuesto a escucharla.

Algunas cosas le gustaría no recordarlas, como los tiempos de la Guerra Civil, que vivió con especial angustia porque tres de sus hermanos y el que luego sería su marido estuvieron en el frente: «Tuvieron suerte, porque dos estuvieron en primera línea, y otro hermano en la retaguardia, por si había muertos y bajas». Todos volvieron bien, igual que otro vecino del que cuenta una divertida anécdota: «Ese fue más listo, porque se hizo el cojo y siempre se quedaba atrás de las tropas, así que lo mandaron para casa de vuelta».

Sí le gusta conservar los recuerdos de las cosas buenas, como su familia: «Éramos ocho hermanos y siempre fuimos muy bien llevados». Los ha sobrevivido a todos, aunque también fueron longevos y murieron superados ya los 90. Pese a ser una familia numerosa y a ser tiempos difíciles, Pura reconoce que «vivíamos bien por mi padre, él nunca anduvo al mar». Trabajó a destajo, eso sí, en una de las primeras fábricas de salazón que hubo en Aguiño, el almacén le llamaban, y también en el Ayuntamiento y controlando las entradas y salidas del barco que cubría la travesía a la otra orilla de la ría: «Antes aquí no había nada, había que ir a Vilagarcía para todo, hasta para ir a por cebollas, o al médico, había que coger el vapor».

Andando a por tabaco

Pura y sus hermanos eran muy conocidos porque su madre regentaba el estanco de Aguiño: «Nacimos ya con el estanco, y todavía sigue, ahora lo tiene una sobrina». Hizo incontables viajes hasta A Pobra a buscar mercancía para el negocio familiar: «Iba andando y traía el tabaco en la cabeza. ¡Iba y volvía y no me cruzaba con un solo coche! En As Saíñas había un pinar y por ahí pasaba algo de miedo hasta llegar a las primeras casas de Palmeira porque no había nadie».

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El estanco de su familia estaba a la orilla del mar, y a ella llegaban inesperados tesoros: «En la isla de Sálvora embestían muchos barcos y venían las cosas a la playa, llegaba de todo, un día bolsas de cacahuetes, de naranjas... Y otra vez llegaron cajas de Oporto, mucha gente abría las botellas y las bebía ya en la playa», cuenta riendo. También explica que había que tomar ciertas precauciones: «Muchos enterraban las cosas que encontraban en la arena y luego por la noche iban a buscarlas, porque por el día venían los carabineros y se llevaban todo».

Eran tiempos de escasez, así que esos inesperados regalos que traía el océano eran bienvenidos. Y es que había que aprovechar al máximo lo poco que había, por eso Pura también cosía, y todavía conserva la máquina de coser que le regaló su padre siendo una chiquilla: «Antes había que hacer remiendos a toda la ropa porque no había nada, había mucha miseria».

Aunque solo era una niña cuando se produjo el naufragio del Santa Isabel en Sálvora y no lo recuerda, sí se acuerda de los supervivientes que acabaron estableciéndose en Aguiño: «Dos hermanos que eran alemanes se salvaron y se quedaron aquí. Eran asmáticos los dos». En aquella época todos se conocían: «Antes aquí en el pueblo había pocas casas, y cuando no iban al mar, los vecinos se ayudaban unos a otros a trabajar, plantando patatas o lo que fuera, era como una gran familia».

Trabajo y un poco de diversión

Para salir adelante, en su familia también secaban pulpos, que luego vendían a una mujer de Ribeira: «Hombres mayores, de 80 años, venían andando descalzos desde Carreira y nos traían los pulpos. Los abríamos y los colgábamos en la huerta a secar, dos noches pasaban colgados, y luego venía una señora de Ribeira y hacía unos fardos que mandaba para Lugo y Ourense».

Pero, aunque explica que «antes se trabajaba mucho, y todo se hacía a mano», también había momentos para la diversión. Cuando era una jovencita iba al cine y tenía predilección por las películas de Manolo Escobar: «Cantaba muy bien, me gustaba mucho». Iba con una amiga, y cuenta pícara alguna que otra peripecia: «Teníamos novio y echábamos unas habas en el cruce de O Vilar para que supieran que ya íbamos en el cine. Poníamos habas porque el maíz lo comían los pájaros».

Aunque asegura que recuerda muchas cosas de antes, prefiere vivir un presente en el que agradece los cuidados de su hijo y su nuera y ve crecer feliz a sus seis bisnietos: «Lo importante es vivir con salud».