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La guerra del tiempo: ¿qué pasaría si alguien destruyese los relojes que rigen los GPS?

La nueva batalla entre EEUU y China

La guerra del tiempo: ¿qué pasaría si alguien destruyese los relojes que rigen los GPS?

El espacio exterior se está militarizando a marchas forzadas y los satélites de los sistemas GPS se han convertido en el objetivo más vulnerable: de ellos depende la medición del tiempo en nuestro planeta. Su destrucción afectaría a las finanzas, el transporte, las telecomunicaciones... China ya tiene plan B.

Jueves, 18 de Abril 2024

Tiempo de lectura: 9 min

Un nuevo frente de batalla se perfila en el pulso que mantienen Estados Unidos y China por la supremacía mundial, que ahora compiten también por controlar uno de los recursos que más valora el ser humano. El más huidizo, efímero e inaprensible: el tiempo.

Los satélites de posicionamiento global (GPS) son los relojes del cielo. Y se han convertido en uno de los pilares de la economía global, cada vez más digitalizada.

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Otro tipo de reloj. En el mundo hay 450 relojes atómicos (como el de la foto de apertura), ya sea en órbita o repartidos por todo el planeta. Ayudan a triangular los GPS y a definir la hora con una precisión de nanosegundos. Sin ellos, el mundo moderno se abocaría al caos.

Estos satélites son esenciales para las telecomunicaciones, las finanzas, el transporte, las redes eléctricas… Se calcula que el diez por ciento del PIB de los países desarrollados depende de ellos. Y nunca han sido tan vulnerables como ahora. El espacio exterior se está militarizando a marchas forzadas y los satélites de los sistemas GPS se han convertido en el principal objetivo. «Son unas dianas grandes, gordas y jugosas», ironiza el general en la reserva de la Fuerza Aérea estadounidense John Hyten.

Desastres en cadena

El GPS de nuestro móvil o del navegador del coche necesita triangular una señal que se deriva de la perfecta sincronización de, al menos, cuatro relojes atómicos que viajan a bordo de estos satélites. Perder esa sincronía puede tener consecuencias devastadoras. Las señales de radio viajan a la velocidad de la luz y un desfase de microsegundos daría errores inaceptables, que podrían provocar accidentes aéreos y obligar a las Bolsas a suspender la cotización. Hay que tener en cuenta que la negociación de alta frecuencia envía y recibe órdenes de compraventa que se ordenan cronológicamente en intervalos de cien millonésimas de segundo. Menos que un parpadeo.

China está construyendo cientos de estaciones de cronometraje en tierra que le permitirían medir el tiempo y controlar la navegación si su GPS sufriera daños

No serían los únicos desastres… La agricultura de precisión, servicios de entrega y logística, investigación científica, gestión de catástrofes y respuesta a emergencias, supervisión del tráfico, turismo y viajes, banca, control de sistemas de energía… Todo pivota alrededor del GPS; que depende, a su vez, de la buena voluntad colectiva, pues cada potencia tiene su propia red, pero todas colaboran para que la humanidad no se quede fuera de cobertura.

El GPS, propiamente dicho, es el sistema basado en los satélites estadounidenses; pero colabora con el europeo (Galileo), el chino (Beidou), el ruso (Glonass), el indio… Constelaciones superpuestas que lo hacen más resiliente y a las que, en principio (con ciertas restricciones), cualquier dispositivo móvil, por ejemplo una pulsera de fitness, se puede conectar en cualquier lugar del mundo. Nunca se ha desactivado desde 1995, cuando entró en funcionamiento. Solo existe otro ejemplo tan elocuente de cooperación internacional: el pronóstico del tiempo, en este caso, el meteorológico.

Pero el mundo se está adentrando en una época de desconfianza. Mientras los presidentes Joe Biden y Xi Jinping se vigilan de reojo, Vladímir Putin sorprendió a todos cuando anunció en febrero que Rusia dispone de una nueva y misteriosa arma en su arsenal nuclear. Un arma que llevaría la guerra al espacio. Putin aseguró, además, que estará en órbita este mismo año. Y el Pentágono no solo dio credibilidad al anuncio, sino que lanzó una advertencia al Kremlin, según reveló The Wall Street Journal: «La detonación de un arma orbital podría interrumpirlo todo, desde las comunicaciones militares hasta el transporte civil. Esa arma pone en peligro los intereses de la seguridad de Estados Unidos y viola el Tratado del Espacio Exterior de 1967», un pacto de no agresión que se remonta a la Guerra Fría.

Nuestros guardianes del espacio

El espacio exterior tiene cada vez más importancia en los planes de los estrategas militares. Rusia, China, la India y Estados Unidos están probando misiles antisatélite tierra-aire; y decenas de países están desarrollando tecnología para interferir a distancia (jamming, en inglés) o suplantar (spoofing) las señales del espacio, por ejemplo, para desorientar a los pilotos de combate.

Son tácticas de ciberguerra que ya se están probando (con notable éxito) en ese gran laboratorio de las batallas del futuro que es la guerra de Ucrania. Los hackers rusos tumbaron el Internet ucraniano al comienzo de la invasión. Y los drones ucranianos están bombardeando objetivos en suelo ruso gracias a las comunicaciones que les proporciona la red de microsatélites Starlink, de Elon Musk.

Pero trasladar la guerra convencional al espacio es otro nivel. No puedes llevar un tanque a las órbitas del GPS (19.000 kilómetros de altura) y liarte a cañonazos, pero China ya dispone de un satélite con un brazo robótico dotado de varios tentáculos que son capaces de capturar a otros satélites y remolcarlos, 'estrangularlos' o incluso lanzarlos fuera de órbita como si fuera un tirachinas.

Según los analistas, Estados Unidos se preocupa de proteger sus comunicaciones militares, pero, a diferencia de China, está descuidando las civiles

La creación de la Fuerza Espacial (Space Force) norteamericana en 2019, dotada de aviones no tripulados de gran altitud, satélites y radares de alerta temprana, ha inspirado a otros ejércitos. Incluso España tiene ya su propia Fuerza Espacial destinada a la defensa del ámbito ultraterrestre, aunque su operatividad todavía es limitada. Se llama Mespa (Mando del Espacio) y se creó en enero.

La nueva unidad se coordina con el Centro de Sistemas Aeroespaciales de Observación y con el Centro de Operaciones de Vigilancia Espacial (COVE), ambos con base en Torrejón de Ardoz. El COVE fue noticia recientemente cuando descartó que un objeto no identificado avistado en el cielo de la costa mediterránea fuese un misil balístico. Se trataba de un meteoroide rozador (un fragmento de un asteroide).

Nuestro mundo pivota alrededor del GPS, resultado de la buena voluntad colectiva. Cada potencia tiene su propia red, pero colaboran para que la humanidad no se quede sin cobertura

Según los analistas, Estados Unidos se preocupa de proteger sus comunicaciones militares, pero está descuidando las civiles, a diferencia de China. La seguridad se basa en una premisa: el respaldo. Necesitas un plan B. Y China ya tiene el suyo. Está construyendo cientos de estaciones de cronometraje en tierra y tendiendo 18.000 kilómetros de cable de fibra óptica subterráneo.

Esta infraestructura puede proporcionar servicios de medición del tiempo y control de la navegación sin depender de los satélites de Beidou (el GPS chino), informa The New York Times. «Debemos aprovechar esta oportunidad estratégica poniendo todos nuestros esfuerzos en construir capacidades que cubran todos los dominios, bajo el agua, en tierra, en el aire, en el espacio y el espacio profundo, lo antes posible», reza un documento de la Corporación de Ciencia e Industria Aeroespacial del gigante asiático.

Saturación orbital

China, además, ha conservado (y está modernizando) un sistema de torres de radio llamado Loran que data de la Segunda Guerra Mundial y que la sacaría de un apuro en caso de emergencia. También Rusia y Corea del Sur están adecentando estos viejos, pero fiables, sistemas. Estados Unidos empezó a desmantelar su propio Loran (que aún usaba la Guardia Costera) en 2010, considerándolo una tecnología obsoleta.

Ahora intenta recuperarlo, pero tardará años y no le sirve para contrarrestar un ataque inmediato. Así que explora alternativas. Una empresa privada, Satelles, en colaboración con el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología, en Colorado, está desarrollando una red de satélites de control del tiempo de baja altura, más pequeños y dispersos, y en teoría menos vulnerables que los de GPS tradicional.

China también ha anunciado el lanzamiento de 13.000 satélites de órbitas bajas en la próxima década, una megaconstelación similar a la de Starlink. Pero esto aumenta el riesgo de una colisión en un sector del cielo (entre los 200 y los 2000 kilómetros de altura) que ya está superpoblado por 34.000 objetos de un tamaño mayor de diez centímetros, según COVE, y donde abunda la basura espacial: casi un millón de fragmentos del tamaño de una bola de billar y otros 128 millones de 'migajas' de menos de un centímetro.

También ha trascendido que la Fuerza Espacial norteamericana está ensayando una señal secreta llamada Código M que resiste las interferencias y es más resiliente que el GPS, aunque su desarrollo se está retrasando. Mientras tanto, la Academia Naval de Estados Unidos ha recuperado la enseñanza de los instrumentos medievales a sus futuros oficiales. Astrolabios, sextantes y cronómetros que han guiado a los marineros durante siglos. Esos no fallan.

DEL PÉNDULO A LA RADIACIÓN DE CESIO

La historia del tiempo en cinco relojes

El universo echó a andar con el Big Bang. Y en ese instante el tiempo comenzó a existir. Fue hace 13.800 millones de años. Nada obsesiona tanto al ser humano, cuyo tiempo de vida es limitado. Medir el tiempo cada vez con mayor exactitud ha impulsado el progreso.

  • La revolución científica (1602)

    Galileo investiga las propiedades matemáticas del péndulo (el prototipo de la imagen está basado en sus bocetos) y medio siglo más tarde Christiaan Huygens construye el primer reloj de péndulo.

  • El tiempo es oro (1653)

    La Tierra se divide en husos horarios. Y, además, cada ciudad, cada pueblo, tenía su propia hora, pues esta depende de la posición del Sol. Pero el comercio necesita un tiempo sincronizado, como el que marca el reloj de la Bolsa de Ámsterdam.

  • La hora mundial (1894)

    Un congreso establece la hora mundial, que marcará el Observatorio de Greenwich (Inglaterra). Los anarquistas ven el tiempo como un símbolo de opresión (hay que fichar en las fábricas) y planean un atentado. El terrorista tropieza y detona la bomba… antes de tiempo.

  • La revolución del cuarzo (1920)

    Las vibraciones del cuarzo impulsan el reloj de muñeca, símbolo de estatus: Rolex, Cartier… El más caro es este Patek Philippe, subastado por 28 millones de euros. Hoy, los relojes inteligentes también miden nuestros pasos, latidos, sueño…

  • La hora universal (1960)

    El tiempo universal coordinado se instaura gracias a los relojes atómicos basados en la radiación del cesio. Los modernos relojes atómicos de posicionamiento están siempre en el aire: primero en aviones, luego en satélites. Los sistemas de GPS dependen de ellos.