Antonio Palacios tiene un plan

VIGO

La corporación viguesa aprobaba inicialmente, el 6 de octubre de 1933, el plan de ordenación urbana de Antonio Palacios, obra que no pudo pasar del papel

07 oct 2009 . Actualizado a las 12:31 h.

El Plan Palacios no ha dejado de ser objeto de debate en la sociedad viguesa desde que fue aprobado, primero inicialmente, el 6 de octubre de 1933 y, definitivamente, el 26 de enero de 1934. El debate se ha centrado en la ambición del proyecto y en la drásticas medidas que proponía el arquitecto porriñés. En su tiempo, la oposición no solo llegó desde los influyentes propietarios vigueses, con la Cámara de la Propiedad a la cabeza, sino también de los propios técnicos, colegio de arquitectos incluido.

El 15 de agosto de 1930, el pleno de la corporación aprobaba las bases del concurso público para la presentación de proyectos de ordenación municipal. Dos años más tarde, el gobierno local encargaba, en sesión plenaria desarrollada el 6 de diciembre, el proyecto a Antonio Palacios, un arquitecto porriñés con un amplio currículo, especialmente desarrollado en Madrid.

Aquella sesión plenaria justificaría legalmente la posterior anulación ya que se prescindió del concurso público convocado dos años antes. El entonces alcalde, el republicano Amado Garra, presentó la dimisión «por los reiterados acuerdos ilegales adoptados por la corporación». Años después, el político ponteareana sería uno de los denunciantes del proyecto Palacios.

El estudio realizado por el arquitecto porriñés estaba planteado desde una óptica comarcal, ya que también incluía a veinte localidades del hinterland vigués. El geógrafo vigués Xosé M. Souto González, en su obra Vigo. Cen anos de historia urbana (Xerais, 1990), atribuye al plan el mérito de definir un modelo para el crecimiento de la ciudad cuando su expansión «era caótica e irregular».

Un paseo para Samil

Antonio Palacios proponía una estructura lineal, en la que se suceden tres zonas: marítima, interior y de extensión. El espacio marítimo estaba destinado a acoger industrias, diferentes zonas portuarias y un espacio balneario. Esta sectorización de usos recorría geográficamente el litoral vigués de este a oeste, culminando en la playa de Samil. Palacios concibió un gran paseo para el arenal vigués, en el que se levantaría un gran casino, un parque de aviación y un jardín zoológico.

La zona interior estaba llamada a ser el lugar noble y principal de la ciudad. La gran avenida de Galicia ascendía desde la estación marítima hacia el monte del Castro, en cuya cumbre se situaría el Palacio Regional. Un poco antes, sobre el castillo de San Sebastián se levantaría una plataforma de treinta mil metros cuadrados para aupar el Palacio Municipal, setenta metros de altura.

Desaparición del Berbés

La materialización de esta zona suponía la desaparición de gran parte del barrio histórico y de O Berbés en su totalidad. Esta circunstancia fue otro de los grandes argumentos empleados por los detractores del proyecto, no tanto por el valor patrimonial que atesora el barrio sino por defender sus intereses económicos.

La última zona de actuación del plan fue denominada de expansión, en la que se pretendía solucionar el problema de la vivienda social, crear barrios denominados ciudad-jardín, así como destinar terreno para militares, justicia y zonas verdes, incluyéndose aquí la creación de parques públicos en Castrelos, A Guía, O Castro, entre otros sitios.

El plan preveía el desarrollo de medios de transporte comarcales de diversa índole. Marítimo entre rías; aéreo, con la construcción de una pista en Bouzas para enlazar mediante avionetas con el futuro aeropuerto de Atios, en O Porriño; autopistas, como la Erizana que conectaba Vigo y Baiona; incluso intuyó que algún día se construiría un puente en Rande.

En un último documento, Palacios propuso una serie de soluciones para salvar la accidentada orografía viguesa, como un funicular subterráneo que uniría el muelle de pasajeros con la cumbre del Castro, ascensores públicos o un transbordador aéreo hasta la Madroa.