«Me gusta la nueva cocina, pero hago la tradicional porque es la que conozco»

VIGO CIUDAD

Después de más de medio siglo al frente del restaurante El Mosquito asegura que aún no se ha planteado jubilarse. «Lo haré en su momento», afirma

22 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Viguesa, hija de vigueses y madre de vigueses, Carmiña Valverde Roel es una institución en la ciudad en el campo de la hostelería, avalada por los 53 años que lleva al frente de un establecimiento tan emblemático como El Mosquito. Cuando se le pregunta por el secreto que ha convertido al restaurante en uno de los puntos de referencia obligados desde hace décadas, asegura que no hay tal. «Todo se reduce a emplear muy buen producto y a prepararlo con mimo», asegura. Abierta en lo personal a todo lo nuevo, Carmiña se resiste a cambiar en los fogones. Dicha resistencia no tiene nada que ver con inmovilismos, sino con un ejercicio de coherencia. «Me gusta mucho la nueva cocina, pero no sé hacerla; hago la tradicional que es la que conozco», afirma. Añade que admira a profesionales como Toñi Vicente, «que es una maravilla», pero que no se le ocurriría cocinar como ella. «Lo nuestro es diferente, y ambas formas de entender la cocina son compatibles», explica.

Cuando se le pregunta por su rincón de la ciudad favorito, Carmiña no tiene dudas: O Berbés. «Primero porque Vigo es O Berbés y segundo porque desde niña estuve ligada a ese entorno. Mi madre vendía pescado en la lonja y ahí fue donde empezó todo».

Sí, porque fue su madre, Carmen Roel, la que abrió una pequeña tasca en el mismo lugar que hoy ocupa El Mosquito. Corría el año 1930 y la oferta se limitaba a unos pocos vinos servidos en la típica taza blanca, siempre acompañados de una tapa de raya frita. Tendrían que pasar dos décadas para que aquel modesto local se transformara en restaurante, y cuatro más para que Carmiña se incorporarse a una nómina en la que prima la estabilidad en el empleo. Josefa, por ejemplo, lleva 41 años en la casa; Lidia, 24...

Discreta en grado sumo, virtud bien apreciada por los clientes, evita dar nombres cuando dice que ha sido testigo de incontables anécdotas. «Aquí se han cerrado importantes negocios, sellado compromisos sentimentales y disfrutado de veladas inolvidables. Cuando éstas se prolongan nunca ponemos mala cara, así es que no es la primera vez que hemos echado el cerrojo a las cuatro o las cinco de la madrugada», cuenta.

Añade que ser tan veterana le ha permitido ver crecer a muchas familias. «En algunas ya voy por la cuarta generación», dice. Conocen tan bien a los clientes que algunos no tienen ni que pedir, ya se anticipan a sus deseos. La carta ofrece contadas posibilidades pero, eso sí, todas con una calidad garantizada. «Algunos me preguntan por qué no hago menús, pero es imposible. El pescado y el marisco de la ría, que son los únicos que compramos tienen el precio que tienen y lo que no podemos es bajar la calidad», concluye.