Los futuros frutos de María

Rubén Santamarta Vicente
Rubén Santamarta REDACCIÓN |

SOCIEDAD

Semilla para el Cambio es la ONG que ha fundado una coruñesa en una de las ciudades con mayores desigualdades de la India

29 jun 2010 . Actualizado a las 21:50 h.

«Yo no quiero ser la protagonista, simplemente quiero ayudar». A María Bodelón esa máxima le ha ido acompañando desde que dejó sus estudios de cooperación en Inglaterra y emprendió un viaje que le llevó por Asia hasta aterrizar en la India. «Con un 40% de la población bajo el umbral de la pobreza, con niños de entre 5 y 6 años vendiendo por las calles, con todo lo que vi me dije que tenía que hacer algo ya». Al principio, se le ocurrió Bombay. Finalmente optó por Benarés, donde ya había trabajado con alguna organización, en contacto directo con la gente. «Se me ocurrió plantear el proyecto a alguna otra organización, pero finalmente registré un proyecto propio», explica. Y se llamó Semilla para el Cambio. Toda una declaración. Para conocerlo o realizar aportaciones se puede acceder a su web (www.semillaparaelcambio.org).

Los últimos han sido meses de mucho papeleo entre la India y Galicia para poner en marcha un proyecto que ya tiene a 18 niños escolarizados en un centro bilingüe. «No tenía muy definido lo que quería hacer, pero estaba claro que sería algo práctico, realista, así que lo primero fue arrancar con la parte educativa, que será la parte fundamental de Semilla para el Cambio. Esto es como una espiral, porque si no se accede a una educación, el resto es imposible», explica.

Falta de confianza inicial

Para empezar visitó varios colegios de cierto nivel que estuvieran dispuestos a contar con niños de entre 7 y 8 años procedentes de estratos bajos de la sociedad india, extremadamente pobres, a cambio de un copago realizado desde la ONG. Todo un reto. «Muchos me dijeron que no, que no confiaban, hasta que encontré uno que se lo pensó». Bingo. A la vez, hubo que entrevistar a familias dispuestas a llevar a sus hijos a ese centro privado, un proceso de análisis que también llevó su tiempo.

Desde abril están escolarizados esos niños a través de ese esfuerzo de María y de las aportaciones de una treintena de socios que respaldan económicamente esta iniciativa. ¿Qué sería de esos chavales sin esa educación? «Probablemente acabarían mendigando, lavando ropa, recogiendo basura...». Pese a las diferencias entre los niños becados y los que van al centro privado pagando «no ha habido ningún problema de integración». Los padres han terminado comprendiendo la necesidad de una educación fuerte para sus chicos «y ahora notamos que se involucran más». Tanto que se le ha quedado grabada alguna frase: «Un padre me dijo: ''Ahora mis hijos sí van a tener una oportunidad ante el futuro''».

El proyecto comprende, además del plan educativo, clases de apoyo, actividades lúdicas y un almuerzo como complemento de su alimentación. «Casi todos estos niños viven en ambientes poco proclives a la educación, y de esta forma logramos mantenerlos fuera de las calles el mayor tiempo posible», justifica María. También se les da ropa y zapatos. Algunos niños, cuenta, «no sabían ni calzarse».

El proyecto bebe de otros que ya han hecho algo similar, pero a una escala más doméstica. Por ejemplo, cita la Fundación Vicente Ferrer o Sonrisas de Bombay. Además del ámbito educativo, la organización ya ha puesto otras semillas: un programa de hábitos de limpieza, salud y alimentación con las madres de los niños escolarizados; y una revisión sanitaria con medicamentos cada dos meses. Y lo que les queda por delante.