El reto es África, de costa a costa

SOCIEDAD

«Mi madre hubiese querido que fuese funcionaria del Estado, pero no es lo mío», cuenta Beatriz desde Senegal, uno de los principales países receptores de ayuda

26 oct 2009 . Actualizado a las 12:57 h.

Por cada euro que recibe en inversión extranjera, a Senegal llegan doce en forma de remesas de miles de expatriados. Desde sus costas salen cientos de sueños metidos en cayucos; sus historias que acaban casi siempre mal. Para frenar la sangría de la emigración antes hay que conseguir sacar al Sur de la pobreza, y no resulta sencillo. Sobre todo, para cambiar inercias. «Aquí, en Dakar, todo va muy lento, sobre todo cuando trabajas con el Gobierno, explica Beatriz Portas.

Fascinada por África, Senegal es el quinto país en el que es cooperante. El primero fue Guinea-Bissau, cuatro meses de tarea con la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo en planes de salud, saneamiento y formación de agentes sanitarios. «Volví con muchas ganas de seguir aprendiendo, de trabajar con la gente en el terreno». Luego se fue de una punta a otra del continente: Gabón, Madagascar y Mozambique. «Soy muy inquieta, demasiado, dicen en mi casa. Cuando regresé de Guinea había una posibilidad de trabajar como becaria en Santiago, pero no veía el trabajo tan enriquecedor como el del terreno y tampoco me apetecía volver a Galicia», explica.

Ahora en Senegal, becada por la Xunta, participa en un programa de la agencia de cooperación española en el que ella se dedica principalmente a la atención a menores y a mujeres. Aunque siendo como es uno de los veinte países más pobres del planeta, las necesidades desbordan. «Aquí ves a gente en situaciones difíciles -relata-, literalmente tirada por la calle. La pobreza en la ciudad es mucho más dura que en el campo, y Dakar está lleno de gente que viene de otras regiones para intentar mejorar su vida, pero en la mayoría de los casos van a peor».

Y ello pese al potencial del país. «Es de los que reciben más ayudas, pero eso no se ve por ningún lado, podría ser un buen país, tener infraestructuras, industria, pero eso no es posible en un lugar en el que la electricidad se paga a precio de oro o con las carreteras semidestruidas». Y donde la sombra de la corrupción es alargada. «Los productos importados tienen unas tasas de aduana de cerca el 50% de su precio, por lo que en el mercado el valor se duplica. Esas tasas van al Estado, pero ¿dónde se invierten?», se pregunta. Junto a esa sombra, hay otras dos más. «Los líderes religiosos tienen un gran poder, casi nadie cuestiona sus decisiones, han llegado a derogar propuestas de ley». Y el tráfico de menores: «Hay muchos jóvenes traídos de Guinea-Bissau, Guinea Conakry, Mali... A sus padres les prometen un futuro mejor para sus hijos, pero solo les espera la calle».

Beatriz conserva un cierto optimismo. «De África llega la imagen de ''pobres, tenemos que ayudarlos porque ellos no pueden''. Y es mentira, lo que necesitan es apoyo, hay ideas y ganas de trabajar, en muchas ocasiones solo les faltan los medios».