Dermatología pétrea en Escuadro

R. G.

PONTEVEDRA

Cientos de romeros acudieron a la celebración de Santa Isabel en la parroquia silledense y cumplieron con el rito de acudir a Penadauga para curar las afecciones de la piel

07 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La parroquia de Escuadro (Silleda) volvió a convertirse ayer en meca de cientos de romeros con más confianza en la religión y los poderes telúricos que en la eficacia de la medicina moderna. Escuadro celebraba el día grande de la Santa Isabel, intercesora única para la curación de enfermedades cutáneas en general y de verrugas impertinentes en especial.

En la iglesia, los fieles ofrecieron gallinas, capones y pollos que fueron objeto de la subasta a favor de la santa. Algunos compradores rechazaron el botín conseguido en la puja y lo devolvieron a la subasta a modo de ofrenda. Hubo aves que fueron subastadas dos veces y hubo ofrendas a la santa que superaron los 300 euros.

Fuera de la iglesia, apenas a mil metros, en el lugar de Penadauga se escenifica la fusión de la tradición pagana con la religiosa. Todo apunta a que la «pena de auga» es en realidad un ara celta invertida. Penadauga debió ser un lugar de culto pagano, pero la religión asimiló los ritos ancestrales y los incorporó como parte fundamental de la romería de Santa Isabel.

Penadauga se convirtió ayer en un ir y venir constante de romeros confiados en las propiedades curativas de la roca y del agua que alberga. La tradición manda refregarse contra la parte inferior de la roca y subir a la parte superior, que presenta una concavidad en la que se almacena agua, para lavarse con el líquido milagroso. Cuenta la leyenda que la concavidad superior tiene forma de persona, que nunca se seca y que es infalible para tratar las enfermedades de la piel. Verdad o mito, lo indiscutible es que los romeros confían en ello. Aunque no tengan claro cuál es la fórmula exacta para lograr el remedio. Como las salas de espera de las consultas médicas, el entorno de Penadauga también se convirtió ayer en un foro de medicina popular. Los romeros intercambiaron consejos sobre la forma más efectiva de refregarse para lograr la curación definitiva. Algún principiante llegó y tocó la piedra con la mano. El resto enseguida le advirtieron: «Hai que fregarse, coa man só non sirve».

Mientras, los fieles hacían cola para acceder a la parte superior de la roca. Allí el ritual es simple. Todo consiste en lavar con el agua de la roca la parte del cuerpo aquejada de problemas cutáneos. Dependiendo de cuál sea, el cermonial puede resultar más o menos discreto. Los romeros pudorosos o los que buscan milagros para terceros optan por las botellas de coca-cola o agua mineral para llevarse a casa el remedio.

El viejo santuario pagano cada año se hace más kitsch. Las macetas de flores adornan el perímetro de la piedra, las botellas para llevar agua se ofrecen al pie del penedo y, ahora que en la iglesia se ha prohibido encender cirios, las velas se venden en Penadauga para alumbrar el misterio. Hay incluso quien empieza a tirar monedas al agua, como si fuese la Fontana de Trevi.