El día que As Ermitas se derrumbó

OURENSE CIUDAD

El 22 de diciembre de 1909 la montaña situada detrás del santuario bolés se vino abajo y se llevó por delante la vida de 36 vecinos que quedaron sepultados

22 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Diciembre de 1909 fue un mes de muchas lluvias en Ourense. El día 22 se contaban ya en cuarenta los días en los que no había escampado, por lo que el río que pasa por O Bolo a la altura del santuario de As Ermitas «ía moi crecido». Lo cuenta José Vega, vecino del lugar, no porque lo recuerde, ya que por aquel entonces ni siquiera había nacido, sino porque le escuchó la historia cientos de veces a su abuela, no en vano ella residía enfrente a la iglesia.

El río iba crecido y los residentes de las casas más próximas al cauce comenzaron a preocuparse por las continua crecida, así que «empezaron a sacar as cousas das casas e subíndoas para o medio do pobo», relata. Mucha gente estaba aquel día «rezando dentro da igrexa, pedindo que parara de chover, porque a xente tiña medo» ya que estaba empezando a desbordarse. Escapaban del río y el problema llegó desde lo alto de la montaña, con el derrumbe de una parte de la cima.

«Caeu a montaña que hai por riba do santuario, porque estaba arada e a terra enxugou moito; a auga filtrouse e fixo desprender a ladeira case en bloque», explica Vega. Pese a que fue justo la zona que cubre la espalda del santuario, el derrumbe tomó una curva para esquivarlo. Únicamente tocó a la quinta estación del Vía Crucis, que a día de hoy sigue sin imagen ya que era una talla barroca que no se pudo recuperar.

Fueron cientos de toneladas de tierra y peñascos que sepultaron todo lo que se encontraron a su paso, entre esto algunas casas «que meu avó viu algunha que caeu no medio do río e alí partiu enteira» y gente. «En total houbo 36 mortos, e algún quizá non chegou a encontrarse porque marcharon río abaixo», relata Vega. Hasta dos meses tardaron en hallar los cadáveres contabilizados, en una labor en la que hasta colaboró el Ejército, «que veu desescombrar». Los fallecidos eran todos vecinos del pueblo, en el que esos días, por coincidir con las vacaciones navideñas, no se encontraba en O Bolo ninguno de los 120 seminaristas que estudiaban (era el único centro educativo de la comarca) en el santuario y que residían, por aquel entonces, en las casas de los vecinos (ya que todavía no se había abierto el internado, que se creó en la década de los cuarenta).