Un hombre que se adelantó a la sociedad y que no descansó en su tarea de buscar la igualdad

OURENSE

01 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La labor de Recaredo Paz comenzó cuando, a los dieciséis años, una malformación en la columna vertebral redujo su movilidad. A partir de ese instante, la principal preocupación de este hombre al que hoy todo el mundo recuerda con gratitud y cariño fue la eliminación de las barreras arquitectónicas, pero sobre todo la de las barreras de una sociedad acostumbrada a ignorar a quienes son distintos.

Recaredo Paz normalizó la situación de discapacitados físicos y psíquicos, dignificó su presencia en la sociedad pero, de rebote, hizo más digna a una sociedad que poco a poco aprendió a mirarlos de frente.

En sus cincuenta y ocho años de vida, Recaredo Paz se centró en mejorar la situación de un colectivo especialmente marginado. Impulsor del voluntariado en la provincia de Ourense cuando tal labor era prácticamente una anécdota, en 1969 fundó la asociación Auxilia Ourense, y, años más tarde, la asociación para la integración de personas con minusvalía física, parálisis cerebral y tercera edad dependiente, Aixiña.

Como presidente de esta entidad, consiguió firmar convenios de colaboración con las distintas administraciones, así como con empresas privadas, siempre con la inserción laboral de sus socios como meta principal.

Cuestiones como el transporte, las terapias, el apoyo psicológico y distintas actividades como aulas de musicoterapia o estimulación sensorial tuvieran cabida en una asociación que con el paso de los años se ha convertido en un referente del movimiento asociativo.

Detrás, siempre estuvo el trabajo infatigable y a menudo silencioso de Recaredo Paz, secundado por su setenta y dos trabajadores, sus más de mil socios y sus cuatrocientos usuarios.

Hoy todos destacan su faceta como pionero y su lucha incansable, así como un cariño inmenso hacia su persona.

Hace dos años, Recaredo Paz aseguraba que «en la sociedad ourensana hay una sensibilidad distinta, pero aún fallan cosas». A quienes quedan les toca continuar su ingente labor y hacer que la sociedad ponga por fin las cosas en su sitio.

Atrás queda el trabajo, ardo y duro, y no exento de dificultades del gran pionero. Por delante, como a él le gustaría, la ilusión por hacer realidad sus sueños y los proyectos inacabados que estaban sobre su mesa. Se va su cuerpo pero su ejemplo quedará para muchos años en Ourense.