Un emblemático mural de Lugrís «enferma» en un bar de A Coruña

CULTURA

Luis Rei Núñez, escritor y especialista en el pintor, pide una ayuda oficial para su arreglo y conservación

30 abr 2010 . Actualizado a las 12:19 h.

«Nas tascas nas que pintaba os seus murais, non lle daban cartos. Pagábanlle en tapas de pulpo , tapas de xamón e tazas de viño. Eu lle pasaba os pinceis e as mezclas ». El poeta Antón Avilés de Taramancos contaba así cómo pintaba su inseparable amigo Urbano Lugrís. En locales de A Coruña, Santiago, Pontevedra, Bueu o en el comedor de un buque factoría de Pescanova, este pintor dejó murales y cuadros, casi todos con el mar como tema. En uno de esos locales, el café Vecchio de A Coruña, se conserva un mural en el que el pintor plasmó su onírica visión de la ciudad. «Hay gente que ni se da cuenta de que está ahí», indica un responsable del local, tras reconocer que ante esta obra de arte «siempre hay gente que hace tonterías». Una de ellas fue cuando al final de una noche de fin de año un cliente «le tiró una taza de chocolate; tratamos de limpiarlo lo mejor posible, pero se nota». Cuanto el local pasó de banco a cafetería se restauró en función del mural. El paso del tiempo se nota en sus desconchados, sobre todo en las esquinas inferiores.

«Vese que está mal e hai que facer como se fai cos enfermos: pedirlles a uns bos restauradores que fagan unha diagnose e logo arranxalo», apunta el escritor Luis Rei Núñez, autor del libro O señor Lugrís e a negra sombra (Xerais), en cuya portada aparece un detalle de este mural. Rei Núñez fue el comisario de una exposición que estuvo en el Kiosco Alfonso de A Coruña y en el García Barbón de Vigo, en el verano de 1989, y de la que salió «un dos primeiros catálogos que se fixeron da súa obra, hoxe esgotado». Destaca Luis Rei que este es un mural accesible a todo el mundo, «porque a cafetería ten unha entrada moi aberta» y apunta: «O normal sería que o mural recibise atencións e que os donos tivesen algunha axuda oficial para iso».

«No es un mural difícil de trabajar, porque él pintaba con témpera y es fácil lograr los mismos tonos de fábrica», sostiene Urbano Lugrís Vadillo, hijo del pintor. También apunta como posible solución algo que ya se hace en muchos museos, que es poner metacrilato pegado a la pared dejándolo vacío por los lados para que pueda respirar». Reconoce, no obstante, que «es un trabajo un poco engorroso».

«Estaría bien un cristal protector, pero eso es caro», apunta un responsable de la cafetería.