Blanca Portillo: «Si hubiera sido 90-60-90 y bellísima, no habría podido hacer muchos personajes»

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Sergio Parra

Apasionada del misticismo terrenal, la madrileña representa la versión más humana, insurrecta y contradictoria que se ha llevado a la pantalla de santa Teresa de Jesús. «Mi relación
con la profesión es sacerdotal. Es el amor de mi vida», confiesa

22 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Blanca Portillo (Madrid, 1963) llega hoy a Filmin para protagonizar Teresa, una adaptación de la obra de teatro de Juan Mayorga, dirigida por Paula Ortiz. Ella es capaz de mostrar al personaje insurrecto, terco y desafiante con el sistema. También lo llena de contradicciones. Quién mejor que esta maestra de la escena para desnudarlo y hacerlo suyo. Reconoce, además, que tiene «cierta rebeldía» que la acerca a la de Ávila. Eso sí, si tuviera que practicar algún tipo de espiritualidad, optaría por el misticismo terrenal, la belleza de las cosas sencillas. Así es esta mujer que poco tiene de santa y mucho de buena gente.

—¿Ha sido este uno de tus papeles más difíciles de interpretar?

—Siempre tengo la sensación de que los personajes que me tocan son difíciles. Pero este tiene unos condicionantes especiales. El lenguaje de la época, el personaje en sí... También es una historia de escuchar mucho. Pero, por otro lado, cuando trabajo con Asier [Etxeandia], siempre tengo la sensación de que ya llevo mucho ganado, que va a ser fácil. Y eso también es un alivio. Pero sí, se podría decir que es uno de los más complicados, sobre todo, porque es pura palabra. Nunca había dicho tantas cosas ante una cámara.

—No sé si el hecho de que sea una película tan dialéctica ha sido un hándicap en los Goya...

—Yo no lo sé tampoco. Es una película fuera de lo convencional. Y eso es para bien y para mal. Estamos acostumbrados a que sea todo imagen y menos palabras. Que los conflictos avancen y que nos cuenten una historia que termina de una determinada manera. Aquí hay, sobre todo, un combate dialéctico con el otro y consigo misma.

—¿Qué pensaste cuando te propusieron hacer santa Teresa de Jesús?

—Te confieso que cuando Juan escribió la obra, me la ofreció. Pero no me vi haciendo ese trabajo. Todos tenemos a Teresa en la cabeza, a Concha Velasco..., y una serie de cosas, que si la mano incorrupta..., y esas imágenes, a veces, pesan. Yo he intentado acercarme a ella como una señora que existió, que tuvo una vida muy particular y que ha cambiado de algún modo la manera de ver el mundo. Que era una escritora maravillosa y una mujer fantástica, y me quité de la cabeza la idea de santa Teresa de Jesús para meterme mucho más en Teresa mujer. Por eso tú misma te has reído. Yo también dije en su día: «¡Santa Tereeesaaa!, a ver qué hago...». Pero, con más sencillez, es un personaje digno de ser contado.

—Se descubre a una santa insurrecta, desafiante, rebelde, con contradicciones...

—Piensa que todo lo que se dice en la película sale del puño y letra de la santa. Incluidos los textos del inquisidor, con ciertos retoques. Ese es el puzle que hace Mayorga y que luego reconstruye Paula. Ella dice que en la contradicción está la ganancia; que duda; que las mujeres somos mariposas cargadas de cadenas; que no dejaremos de decir lo que pensamos, aunque sea en voz baja; que la clausura es libertad... todas esas cosas hacen que resulte un personaje rebelde, contradictorio. Y todo está en ella. No es un personaje plano. No vive del resultado de la perfeccción. Ella luchó contra el sistema, se rebeló. Y, de hecho, lo cambió de alguna manera. Y eso, la convierte en un personaje tremendamente moderno. Si la miras solo como una mujer iluminada por la fe en Dios, solo ves una parte. Pero hay muchas más cosas en ella.

—Voy a emular el guion: «Decidme quién eres, Blanca, si es que sabéis quién sois».

—No, no lo sé. [se ríe] Toda mi vida estoy en búsqueda. Y soy una persona con contradicciones, con miedos y con cierta rebeldía, y en ese sentido sí puedo entender a Teresa. Y creo que soy buena persona y no tengo mala baba. Que eso es lo más importante, intentar no hacer daño.

—Con 60 años sigues en la cima de tu carrera, y eso para una actriz no es muy habitual.

—Yo siempre he pensado que una carrera es más lo que no has hecho que lo que has hecho. A cuántas cosas he dicho que no, y eso es lo que me ha permitido de alguna manera elegir. Siempre lo tuve claro, incluso cuando estaba empezando, que había cosas que no debía hacer. He intentado hacer cosas que yo entiendo que son de calidad, historias que pueden transformar a quien las recibe. No suelo mirar hacia atrás, pero si lo hago me doy cuenta de que estoy contenta y orgullosa. Pero también me parece que queda mucho por hacer y por aprender. Sigo preparándome, sigo estudiando mucho, sigo tomándomelo muy en serio.

—El año pasado en el festival de Málaga dijiste que tenías una dedicación casi enfermiza a la profesión...

—Siempre he dicho que no ha sido un trabajo, sino una forma de vivir. Todo ha girado en torno a esto. Ha sido el cristal a través del que he visto toda la realidad. Todo ha girado en torno a la profesión. Por eso creo que Juan Mayorga dice que mi relación con la profesión es sacerdotal. Y, de alguna manera, es así. Es el amor de mi vida. Y ha girado todo en torno a él.

—¿Has tenido que sacrificar muchas cosas?

—Todo el mundo sacrifica cosas. En el momento en el que eliges algo, dices que no a otra cosa. Yo no me arrepiento en absoluto de lo que he tenido que sacrificar. Y cada vez que sacrificas una cosa, tienes una compensación por otro lado. Y a mí, esta profesión me compensa siempre.

—En Málaga también dijiste que has tenido que demostrar que se puede ser actriz más allá del físico...

—Me refiero, sobre todo, a que hay valores que se ponen muy por delante de otros: la delgadez, la juventud... pero es que los seres humanos somos de lo más variopinto. Yo no soy hiperguapa, tampoco hiperfea, y eso es un poco como estar en tierra de nadie. Porque para bien o para mal es mejor ser superfea o superguapa. Pero también me ha permitido tener un rango mayor de papeles. Es lo que dije también de Brad Pitt. Él tuvo que pelear para demostrar que era mucho más que un tipo guapísimo, que lo es. Cualquier extremo condiciona. Y a mí eso me da rabia. Creo que el físico que tengo me ha permitido hacer cosas. Y, a lo mejor, si hubiera sido 90-60-90 y bellísima, no hubiera podido hacer muchos personajes que he hecho. Y hay algunos que tampoco me darán nunca.

—¿Cómo va ese idilio con Brad Pitt?

—Me hubiera encantado que estuviera en España y que nos hubiéramos conocido en algún festival. Él ha ido madurando maravillosamente bien, como actor me refiero. Seguramente si viera a Brad Pitt, se me caerían los pantalones al suelo y me iría a mi casa corriendo... o no... porque resulta que es un señor encantador y se puede hablar con él de todo.

—¿Eres religiosa, mística o más terrenal?

—Yo creo en la mística de lo terrenal, en la belleza de las pequeñas cosas. La paz que dan las cosas muy sencillas. Sí creo que soy una persona espiritual, pero basada en lo real, en lo tangible.

—¿Supersticiosa o con manías?

—Un poco maníaca. Pero no de las que dices: «Uy, esta está fatal». Son cosillas. Y con los personajes, voy generando una especie de rito que luego no puedo cambiar. En el camerino las cosas se hacen de una determinada manera y orden.

—¿Por ejemplo?

—Pues, primero me maquillo, luego me visto, luego meriendo, luego me tomo un café. Y todo lo hago en un orden concreto. Porque eso es lo que permite ir saliendo de Blanca para entrar en el personaje.

—¿Y qué haces cuando no estás preparando un personaje?

—Pues te vas a reír, pero lo que más me gusta es cocinar. Me encanta. Y me encanta pasear con mi perro, también pintar, y navegar por internet buscando cosas e investigar.

—No conozco a nadie que no te admire.

—Siempre he dicho que prefiero que me quieran a que me admiren. Pero sí, tengo la sensación de que la gente me tiene cariño. Lo noto cuando voy a hacer teatro y veo que está lleno. Yo he admirado a mucha gente y es un signo de amor. La gente me trata con mucho cariño y lo agradezco.

—¿Qué piensas cuando te ves ahora en «7 vidas»?

—Creo que era muy valiente lo que hacíamos y no estaba nada mal. He vuelto a ver algunos capítulos y primero me parto de risa y luego digo: «Hay que ver con los complejos de fea que yo tenía, pues estaba bien mona, estaba estupenda». [Se ríe]