Lo dejan todo para ir a recorrer el mundo en barco con su hija de cuatro años

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

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Marion, Lily y Tonichi en el  Nicole
Marion, Lily y Tonichi en el Nicole Cedida

Tonichi Feijoo y Marion Demarolle han creado una aplicación para conectar a navegantes

01 ene 2024 . Actualizado a las 19:07 h.

Tonichi Feijoo (Ourense, 1977) es un músico ourensano con corazón de marinero. Ese amor por el mar fue lo que le hizo mudarse a Baiona, el lugar donde tenía atracado su barco, el Nicole, que fue su casa durante más de diez años. Su otro gran amor es la francesa Marion Demarolle (Sena-San Denís, 1989), con la que se casó el 21 de octubre, después de trece años de relación y apenas unos días antes de emprender la aventura más apasionante de sus vidas. Tonichi y Marion lo dejan todo en tierra para irse a recorrer mundo juntos. Lo hacen, cómo no, a bordo del Nicole y no están solos, sino que les acompaña su hija, la pequeña Lily, de 4 años. «Nos vamos y no sabemos cuándo volveremos», explica Marion. «Hay un mínimo obligatorio y es que antes de mayo no podemos regresar por cuestiones meteorológicas», añade Tonichi. Lo que tienen claro es que se van al Caribe y para ello están siguiendo la hoja de ruta correspondiente. Salieron de Baiona y llegaron hasta Canarias, lo que les llevó una semana; de ahí otra semana hasta Cabo Verde; y desde el país africano partieron directos al Caribe. «Esta etapa nos llevará unos veinte días de navegación», explica Tonichi. Es, precisamente, en el punto del viaje en el que se encuentran. «Desde allí lo que queremos es continuar viajando porque nuestro sueño es llegar al Pacífico», añade Marion. «Si lo conseguimos, estaríamos hablando de un viaje de varios años», afirma la francesa.

No es la primera vez que se embarcan en una aventura similar. En octubre del 2014 emprendieron la misma ruta con la intención de dar la vuelta al mundo. Sus planes se truncaron por imprevistos familiares en tierra, así que detuvieron el rumbo en el 2016. En ese primer viaje por el mundo llegaron a estar 25 días seguidos navegando en alta mar. «A partir más o menos del quinto día estando lejos de costa, el cuerpo y la mente entran en un estado zen extraño que hace que el tiempo pase de otra manera. Es muy difícil de explicar, pero es una sensación muy habitual entre marineros», razona Tonichi. Fueron días a un tempo diferente en los que estuvieron viéndose exclusivamente el uno al otro y lo llevaron bien. «Siempre decimos que es una experiencia que te cambia. Es como un Gran Hermano a lo bestia», afirma el ourensano. «O te ata a la otra persona o destruye lo que tenéis», apunta Marion. «Estar en mitad del océano es como estar en medio de la montaña. La naturaleza hace que te enfrentes a situaciones improvisadas cada día, así que es muy importante que las personas sumen y no resten. Hay que trabajar en que no haya tiranteces, en pasar de los encontronazos, en perdonarse y, sobre todo, hay que quererse bien porque navegar es muy duro», le sigue Tonichi, mientras Marion recuerda que la vida es incómoda en tan pocos metros cuadrados porque no hay apenas intimidad.

Más apasionante

Esta vez la aventura es mucho más apasionante porque los acompaña su hija Lily. «En el primer viaje que hicimos conocimos a mucha gente que se llevaba a sus niños y eso es lo que nos animó a hacerlo nosotros ahora», dice Tonichi. Saben que con la pequeña cambiará mucho la forma de viajar. Tal y como cuenta la pareja en base a su propia experiencia, al estar navegando lo normal es comer cuando entra el hambre y dormir cuando entra el sueño. «Ahora eso no será así porque con Lily vamos a tener horarios y rutinas», dice Marion. «Aunque ella misma cambia cuando está en el barco, está más tranquila y más relajada. Eso es lo que nos provoca el mar», añade. La pequeña se crio en el Nicole, en donde vivió junto a sus padres hasta que estos construyeron una casita en Baiona hace apenas dos años, por lo que está acostumbrada al barco. En el viaje, su madre se encargará de darle clases y de ofrecerle todo tipo de juegos didácticos, de actividades de expresión artística y también de leerle cuentos. «Vamos a intentar que Lily participe en las rutinas de la navegación y se divierta porque esta experiencia es maravillosa», asegura la francesa. La pequeña está emocionada y muy ilusionada.

Marion y Tonichi saben que muchos los tacharán de locos por dejarlo todo en pausa y lanzarse al mar. «Cuando haces el primer viaje, todo el mundo, incluso uno mismo, piensa que estás un poco chalado. Después te das cuenta de que hay un montón de gente como tú», admite él, aunque no oculta que la navegación de altura es muy dura. Cada vez que se alejen de la costa, perderán la cobertura y el contacto con los suyos será exclusivamente a través de correos electrónicos. Llevan una radio para hablar con otros barcos que cuenten con la misma frecuencia. «Hay momentos de nervios o de tensión, pero lo cierto es que nosotros nunca hemos sentido miedo. El mar es imprevisible hasta cierto punto. Si vas en la época que debes, con la previsión meteorológica a favor y con un barco preparado, hoy en día es muy difícil que te coja algo fatal. Las tormentas que vuelcan navegaciones existen en las películas o se las encuentran los atrevidos que no miran cuándo deben salir», razona Tonichi. «Está claro que el riesgo está ahí, pero igual que está cuando coges el coche para ir a Madrid», asegura. Sus familias no lo llevan igual de bien. «Y eso que hablamos muchísimo con ellos cada vez que tocamos tierra y recuperamos la wifi», dice Marion.

«Es un viaje que nos aporta millones de cosas buenas, como seguridad en uno mismo y autoconocimiento. Lo único que queremos es poder vivir sabiendo que apostamos por lo que nos hacía felices», admite Marion. Este matrimonio renuncia a muchas cosas por embarcarse en la aventura de cumplir su sueño. «Hay muchísima gente que nos dice que qué suerte tenemos por poder hacerlo y la realidad es que todos podemos. Nosotros lo dejamos todo en pausa, igual que hicimos la última vez, y no tenemos ni idea de cómo estará o si estará lo mismo cuando regresemos. Ese es el precio que hay que pagar», explica Tonichi. Con el viaje, él, de hecho, frena también su carrera artística, porque el ourensano es la mitad del dúo Tonichi & Pacheco. El matrimonio se va con la hucha llena de ahorros y su intención es trabajar en los países en los que toquen tierra, si es necesario. «Viviendo en el mar se gasta muy poco, a no ser que le ocurran cosas al barco y haya que arreglarlas. Depende del mes, pero se puede vivir con unos 300 euros fácilmente», dice el músico ourensano.

Conectar a navegantes

Cada vez que hagan paradas en tierra, compartirán su vida con nuevas personas. Y ya han creado una aplicación para conocer a gente que también esté navegando. «El viaje surge para promocionar la plataforma, que se llama Sailing Community, y que nace con la intención de conectarnos, para que podamos echarnos una mano y solucionar los problemas constantes que surgen en los barcos», relata Tonichi. Es para que la usen navegantes que estén fondeados. Es gratuita y puede descargarse en los teléfonos Android. «Cuando estamos fuera y llegamos a cualquier lugar, no conocemos nada de la vida local de esos sitios. La aplicación es para que nos ayudemos unos a otros. Si, por ejemplo, tengo la vela rota, que otro navegante me pueda indicar dónde está el que las repara; o si me hace falta un coche, adónde debo acudir, cosas así», concluye el ourensano.