Treinta años sin River Phoenix, el actor que marcó a la generación X

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El hermano mayor de Joaquin Phoenix era un niño prodigio en el cine adulto: con su aire de James Dean, su amor por la música y sus fabulosos amigos. Pero su prematura muerte truncó una carrera prometedora y lo convirtió en una leyenda

14 nov 2023 . Actualizado a las 15:49 h.

Si las drogas no se hubieran cruzado en su brevísimo camino, hoy River Phoenix tendría 53 años. Podría haber sido Jesse en Antes del amanecer, o Tyler Durden en El club de la lucha. Podría haber acompañado a su amigo Keanu en algún concierto. Podría haber sido el padre de los hijos de Samantha Mathis, podría haber ganado un óscar o haber acompañado a su hermano Joaquin en la gala en la que le dedicó su premio. Podría haber sido el padrino del pequeño River, el hijo de Joaquin Phoenix y Rooney Mara que lleva su nombre. Pero la madrugada del 31 de octubre de 1993, a las puertas del Viper Room de Los Ángeles, River Phoenix se desplomó, y murió poco después en el hospital. Tenía solo 23 años, y había rodado apenas una docena de películas. Lo que pasó aquella noche quedó cubierto por un telón de rumores. ¿Quién le dio el cóctel de drogas? ¿Cuál fue la implicación de John Frusciante, el guitarrista de Red Hot Chili Peppers? Su novia, Samantha Mathis, aseguró que River había pasado un año muy tranquilo y feliz, comportándose como críos, pero que aquella noche estaba colocado de una manera que la hizo sentir muy incómoda. Al día siguiente, las puertas del Viper Room se convirtieron en un altar improvisado lleno de mensajes en recuerdo del actor.

Y es que la generación X de la que Phoenix formaba parte cayó desplomada también, de alguna forma. Y River se convirtió en una leyenda. Tres décadas después de su muerte, rodeada aún de incógnitas, su memoria sigue viva en el recuerdo de su familia y quienes compartieron con él generación y que hoy, cumplidos los cincuenta, han consolidado una carrera que el jovencísimo actor apenas pudo soñar. Winona Ryder, Christian Slater, Jennifer Conelly, John Cusack, Martha Plimpton, Matt Dillon, Bridget Fonda, Ethan Hawke... reinaron en los noventa, crecieron ante las cámaras con más o menos suerte, fueron iconos en cintas de culto como Singles (Cameron Crowe), Clercks y Mallrats (Kevin Smith), o Reality Bites (Ben Stiller). Marcaron la estética de la década a ritmo de grunge. Eran jóvenes, independientes, guapos, intensos y cargados de talento. Como River.

Asuntos de familia

Los Phoenix eran una familia atípica, marcada por su pertenencia a la secta Niños de Dios. Una agrupación nacida en la California de finales de los años 60 de la mano de un tal David Berg. Aquella comunidad de aires hippies, muy vinculada con la música, predicaba los valores de Jesús de espaldas a una Iglesia que despreciaba. Paz, naturaleza... y sexo. Arlyn y John, los padres de los Phoenix, pusieron a sus hijos nombres como Summer, Rain, River, Liberty... y Joaquin (que en su momento se hizo llamar Leaf, para no ser menos) y los criaron en una vida nómada por América del Sur. River contaría muchos años después que sus primeros contactos sexuales los tuvo con 4 años. Pero cuando los padres supieron que Niños de Dios pedía a las chicas que se acostasen con hombres para captar adeptos, abandonaron aquella secta. Y lanzaron a sus hijos hacia carreras artísticas.

De vuelta en California, los apuntaron a una agencia de talentos en Hollywood. Y River comenzó a destacar, primero en televisión, luego ya en el cine. Solo tenía 15 años cuando interpretó a uno de los cuatro amigos de Cuenta conmigo, la película de Rob Reiner que adaptaba un relato de Stephen King. Fue un éxito, logró varias nominaciones y lanzó a sus cuatro protagonistas, sobre todo a River, aquel Chris Chambers, chaval rebelde con buen fondo del que se despedía Gordie (Wil Wheaton) en una premonitoria secuencia que nadie que empezase a amar el cine en los ochenta ha podido olvidar. Si Los Goonies era la aventura por la aventura, Cuenta conmigo caminaba hacia el mundo siempre más oscuro de los adultos por aquellas icónicas vías del tren.

Se convirtió después en el hijo de Harrison Ford y Helen Mirren en la fantástica La costa de los mosquitos, de Peter Weir. De nuevo era el hijo de un padre atípico en América del Sur. Su fotogenia, sus aires de James Dean, iban situando a River como uno de los valores al alza de un Hollywood siempre sediento de sabia nueva. Rodó después a las órdenes de Sidney Lumet Un lugar en ninguna parte, por la que fue nominado al Óscar al mejor actor secundario. Y compartió protagonismo con su amigo Keanu Reeves en Te amaré hasta que te mate, de Lawrence Kasdan. Terminaba la década de los ochenta, que River cerró con un papel estelar: el del joven Indiana Jones en La última cruzada. (Spielberg, 1989). Como un adolescente que recibe su mítico sombrero tras su primera aventura, protagonizaba el prólogo de una de las mejores entregas de la saga, con Harrison Ford y Sean Connery buscando el Santo Grial.

Dos años después, realizó uno de sus mejores trabajos en Mi Idaho privado, de Gus Van Sant. Hoy es una cinta de culto, y su papel de chapero con narcolepsia, mano a mano con Keanu Reeves, le valió el premio al mejor actor en los Independent Spirit Awards y la Copa Volpi en Venecia. Y consolidó su amistad con Reeves, que nunca ha podido hablar de la muerte de River.

En su corta carrera, el mayor de los Phoenix alternó películas independientes con cintas más comerciales, como Los fisgones, con Robert Redford. En el 93 rodó su última película, Esa cosa llamada amor, de Peter Bogdanovich, en la que compartía protagonismo con su pareja del momento, la actriz Samantha Mathis, y podía explotar otra de sus grandes pasiones, la música.

¿Qué ocurrió esa noche?

Samantha estaba con él la noche en que murió. Habían salido con algunos de los hermanos Phoenix y varios amigos, entre ellos John Frusciante, guitarrista de Red Hot Chili Peppers. River estaba rodando, y aquella noche quería tocar con una banda de la que formaban parte, entre otros, Flea, de los Red Hot, y Johnny Depp. Que era, además, copropietario del Viper Room donde todos acabaron la noche. Bob Forrest, otro amigo de River que fue testigo de lo ocurrido, contó en un libro hace una década que el actor llegó ya muy colocado. Consumía drogas con Frusciante, decía, y mucho alcohol. Aquella noche no llegó a tocar. La seguridad del club los sacó a la calle tras un altercado. River se desplomó y empezó a convulsionar. Fue su hermano Joaquin, que solo tenía 19 años, quien llamó a Emergencias, mientras su hermana Rain trataba de reanimar a River. Entró en paro cardíaco y murió en el hospital. Una tragedia que golpeó en el corazón de la generación X, aquella que escuchaba a Nirvana, que en plena adolescencia compartía la rabia y el empuje de aquellos actores y actrices, y que sintió como un mazazo su muerte. Si esto ocurrió con el público, todos los que compartieron aquellos años con él arrastrarían su pérdida como una losa. Su pareja, que tardó décadas en hablar de aquella noche. Sus hermanos, por supuesto. Cuando en el 2020 Joaquin ganó el Óscar al mejor actor por su Jocker, finalizó sus agradecimientos con la voz quebrada recordando un verso que River escribió con 17 años: «corre al rescate con amor y la paz te seguirá». En el patio de butacas aplaudía Keanu Reeves. También la actriz Rooney Mara, pareja de Joaquin, que unos meses después dio a luz a su primer hijo en común: River, por supuesto.