Leo Harlem: «Vivo sin WhatsApp, así me regalo cuatro horas de vida al día»

YES

Leo Harlem acaba de estrenar «Como Dios manda».
Leo Harlem acaba de estrenar «Como Dios manda». Kiko Huesca | EFE

Su humor blanco es la alternativa a comerse un marrón. Leo empezó en la farándula a los 40, sueña con el verano de la jubilación y es siempre Trending Tronching, pero no siempre «Como Dios manda»... El día 6 estrena «Vacaciones de verano»

23 jun 2023 . Actualizado a las 19:24 h.

Hizo planos como estudiante de Arquitectura, probó el Derecho y fue camarero antes que cómico y actor. Su nombre no es, en realidad, Leo Harlem, pero le queremos así, único... como un americano postizo en Valladolid. «¿Pero de dónde han salido estos moñas?», se pregunta Leo refiriéndose a los metrosexuales en uno de sus monólogos estrella. Hoy interpreta al «Rock Hudson de La Malagueta» en Como Dios manda, la peli en la que trata de ponerse las pilas en Igualdad, y está en tiempo de descuento para la nueva comedia de Santiago Segura, Vacaciones de verano.

No sabremos qué deparará julio, aparte de una cita con las urnas. Pero seguro que más de uno se ve reflejado, en pleno siglo XXI, en el estupor del señor Cuadrado, ese funcionario del Ministerio de Hacienda que se tiene por una «persona como Dios manda», que no quiere que las cosas cambien ni ampliar el diccionario afectivo-sexual. Tras un enfrentamiento con una compañera de trabajo, es sancionado y trasladado al departamento de Igualdad, donde todo es muy extraterrestre para él.

—¿Es este del señor Cuadrado un personaje «como Dios manda»? ¿En qué te pareces a ese hombretón chapado a la antigua?

—Tengo una sintonía con el personaje sobre todo en el tema tecnológico, pero es muy curioso... Emocionalmente, como digo yo, él está en el siglo XIX, pero es buena persona en otras cosas: es trabajador, tiene un buen fondo. El problema es que vive en un mundo irreal y, claro, cuando se enfrenta al mundo real, se descoloca, ¡no sabe ni por dónde le vienen!

—Pero se le coge cariño, nos tiene un punto familiar y exótico a la vez.

—Se le coge cariño, porque no es mala persona. En la premier en Madrid, gustó bastante. Y en Málaga también.

—Todos, a partir de una edad, nos vemos un poco reflejados en ese ser fiel a su mundo, aunque ese mundo no exista y esté fuera de los tiempos.

—Claro... Y ahí lo ha hecho muy bien la guionista, Marta [Sánchez]. La película es el reflejo de una sociedad que ha ido cambiando. Si es que las personas evolucionan, la sociedad evoluciona, y una de dos: o convivimos y nos adaptamos o es imposible, pero todavía tenemos alguna que otra tarita... Unos por atrasados y otros por avanzados. Hay gente que va muy delante y otra que va muy por detrás. Creo que hay que armonizar ese cambio. Ahí la película manda un mensaje muy positivo: todos tenemos que convivir, así es la vida.

—¿Cómo consigues tú hacer reír a toda la familia? Pocos humores surfean bien las brechas generacionales.

—Bueno... yo tengo la suerte de que todos los proyectos en los que he estado en películas han funcionado muy bien, y son películas para el público familiar en tono de comedia. Esta última me gusta mucho porque no hay discusiones, no hay broncas, no hay aspavientos, y se lleva todo de forma suave. Yo en todos los proyectos, en los monólogos, en la radio, en la tele, en las películas, he tenido la suerte de que todo ha ido bien. Y además me lo paso muy bien. Creo que esta es la historia, pasarlo bien haciendo algo que al público le gusta. Porque todo se hace para el público, que es el soberano.

—¿Te sientes bien o incómodo en el papel del señor Cuadrado en «Como Dios manda»? «Yo de reciclar no sabré una mierda, pero de galanteo... Me llamaban el Rock Hudson de la Malagueta». Nos da frases muy potentes.

—Bueno, ¡tiene algunas que son para morirse! Creo que sería bonito que hubiera hasta un tipo de mujer de esas que no dejan hacer nada a los hombres... Sería un buen contrapunto en la película. Cuadrado es un personaje. Lo pasamos muy bien entre compañeros. Antes de empezar, mirábamos sobre todo el tono, para que la película fuera hecha desde el respeto.

—Seguro que os echasteis unas buenas risas también...

—Sí, hubo momentos rodando en que nos tirábamos por el suelo, diciendo: «¡Pero qué burradas suelta este tío!». Hay escenas muy divertidas, como la de los piropos de la jefa de Igualdad.

—Hay una desigualdad real en puntos de vista, en maneras de ver las cosas. Hoy están los del «open space» y los de la oficina que vive momificada en los ochenta...

—El tema es que todo cambia. Hoy las oficinas ya no son las de antes. No todo es tan rígido. Hay corrientes que vienen de las empresas de Estados Unidos, de Silicon Valley (que entre más luz, que haya color, poner columpios...), y todo eso es así, pero hay que darle un toque humorístico, para que sea más exagerado...

—He descubierto algo que algunos quizá no saben: te llamas Leonardo González Feliz. ¿Por qué te lo cambiaste, siendo Feliz, a Leo Harlem?

—Pues te lo voy a contar muy fácilmente. Yo trabajaba en un bar en Valladolid que se llamaba Harlem, que es un barrio de Nueva York. Nosotros, en el bar, poníamos mucha música de jazz, de soul... Y la gente muchas veces te conoce por el lugar donde trabajas. A mí todo el mundo me conocía por Leo Harlem.

—Queda bien, se queda fácil.

—Queda bien, queda bien; hombre, mira Quique San Francisco y Wyoming también... Todo lo que tenga algo americano y algo español funciona.

—¿Qué tal te sientes a tus 60?

—Pues un poco cansado, la verdad. Pero también estoy muy contento. No me puedo quejar.

—¿Echas algo en falta?

—Tendría que tener un poco más de disciplina y cuidarme un poco. Pero es que, hija, está todo tan bueno: el jamón, las gambitas a la plancha, un vino, una cañita... El vicio yo lo tengo ahí. Por lo demás, todo perfecto.

—¿Piensas que la vida, al final, es un club de la comedia?

—No, pero sí pienso que en la vida es muy importante tener sentido del humor y tomarse las cosas con un poquito de distancia, para no caer en excesivos dramatismos y tensiones, porque, al final, eso se paga.

—¿Cómo te tomas, por ejemplo, con distancia la realidad política, ese adelanto electoral al 23 de julio?

—Pues, mira, a mí me tocó una mesa el 28 de mayo. Fui de vocal primero. Pero nada, yo muy bien, lo que nos vayan diciendo y ya está. ¿Yo qué voy a hacer? Si tengo las vacaciones contratadas en julio, tendré que votar por correo.

—Entre tus éxitos de cine, está «El mejor verano de mi vida». ¿Cuál ha sido el mejor verano de la tuya?

—Pues te voy a decir una cosa, espero que aún esté por venir. En verano yo me lo he pasado bien siempre, para mí es una época del año muy especial, pero espero que aún venga alguno superextraordinario, que, mira, a lo mejor, será cuando me jubile...

—Un retiro dorado.

—Un verano eterno...

—¿Cierto que dejaste Arquitectura y Derecho por la farándula?

—No exactamente. Yo empecé primero Arquitectura, luego pasé a Derecho y estudié hasta un poquito de escultura y módulos de formación profesional de Arte, pero ya llevaba tiempo apartado del estudio cuando empecé en la farándula con 40 años. Arquitectura la empecé con 19... O sea, que ya llevaba un buen tiempo sin estudiar. Pero el resumen de todo es que ha sido para bien.

—¿Te has arrepentido alguna vez?

—No. ¿Sabes lo que pasa? Que las cosas, según van viniendo, yo las voy tomando. No soy de hacerme esquemas de «tengo que llegar hasta aquí» o de «esto está bien, esto está mal». Yo no, yo voy encajando las cosas según vienen, con tranquilidad. Se busca, se estabiliza uno y piensa: «Esto es lo mejor». Lo que sucede conviene.

—Es una filosofía interesante.

—Bueno, lo mismo luego te digo otra cosa distinta, jajaja.

—¿Eres tú de hacer las cosas «como Dios manda» o al estilo Leo Harlem?

—Yo soy muy organizado, mucho. Sobre todo para el tema de los viajes. Será que he estado temporadas enteras viajando para un lado y para el otro, y si vives así, o te organizas o te metes en líos. Hay que poner los cinco sentidos. Y en este sentido yo soy organizado, igual que lo soy para los discos y con los libros. No quiero decir que en mi casa esté todo recogido, pero los libros, los discos, las películas (que tengo muchísimas) me gusta tenerlos todos en orden, por orden alfabético.

—¿Vives sin WhatsApp y sin Smartphone en plena era ChatGPT?

—Sí. Yo tengo un teléfono de teclas y con eso me sobra mucho. Yo solo con llamadas y mensajes de texto voy bien. Luego, tengo redes sociales, pero que me gestionan en la oficina porque son comunicaciones profesionales. No hago ninguna valoración ni opino de nada. Entonces, con este teléfono que tengo, me regalo yo cuatro horas de vida diarias.

—¿Así es como se vive feliz, sin wasaps, sin que te dejen en visto y sin que te descoloquen a emoticonos?

—Sí, sí, es que no los entiendo. Hay emoticonos que no sé qué quieren decir.

—¿Qué me querrán decir, por ejemplo, si me mandan una ballena?

—Pues será que han comido bien...