El 'chemsex' dispara las infecciones de transmisión sexual: «Empiezas el viernes y terminas el domingo»

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

V. ha sido usuario frecuente de fiestas de chemsex
V. ha sido usuario frecuente de fiestas de chemsex M.MORALEJO

Los médicos están en alerta por las fiestas de droga y sexo sin protección con múltiples participantes; dos usuarios explican cómo son y las secuelas que dejan, también mentales

15 abr 2024 . Actualizado a las 20:10 h.

Todo empieza con un mensaje. «Chill. Estamos cuatro», se lee en el perfil de alguien en una aplicación de contactos para hombres homosexuales, o en grupo de Telegram o de WhatsApp. Es una invitación. Chill, o guarrichill, es como se refieren los usuarios a las sesiones de chemsex, que son fiestas sexuales donde se consumen varios tipos de drogas, en las que suele haber varios —a veces muchos— participantes y que pueden durar días. Este fenómeno preocupa cada vez más a los médicos porque es una de las causas de la explosión de las infecciones de transmisión sexual (ITS), que experimentan un constante crecimiento en los últimos años, que se ha hecho más acusado desde la pandemia.

«Empiezas un viernes y terminas a las tres de la madrugada del lunes; a las siete te tienes que levantar (por decir algo) para ir trabajar», detalla L., un profesor de instituto de 40 años con VIH que ha ido a muchas de estas sesiones en Vigo y ha tenido que dar clase unas horas después. Hace siete años le detectaron el virus. Vivía en otro país y era muy cuidadoso en el uso del preservativo. Hasta que se relajó. «Confié en otra persona», admite.

A partir del positivo, comenzó a frecuentar sesiones de chemsex grupales. «Cuando te han diagnosticado positivo te despreocupas de cuidarte, porque no puedes contagiarte ni tampoco contagiar a otros», reflexiona. Esta infección es incurable, pero con el tratamiento adecuado se cronifica y se evita la posibilidad de transmitírsela a otros.

En la consulta de ITS del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, el internista Antonio Ocampo explica que hasta el año 2019 los casos de VIH estaban bajando, pero desde la pandemia se ha notado un ligero aumento. En este 2023, hasta septiembre, el servicio de microbiología detectó 34 positivos, casi cuatro al mes. De ellos, diez personas no superaban los 30 años.

Pero hay mucho más que VIH. Todas las infecciones de transmisión sexual están creciendo. «La incidencia de la clamidia se ha multiplicado por seis desde el 2015, y la de la gonorrea, por diez», subraya el jefe de servicio de microbiología, Francisco Vasallo. Los datos oficiales del Sergas dicen que la incidencia de la gonorrea en el área sanitaria de Vigo duplica la de Santiago y la de A Coruña. Pero también están la sífilis, las hepatitis o el herpes. Y el virus del papiloma, el linfogranuloma venéreo o la tricomoniasis. O, por supuesto, la viruela del mono —ahora llamada oficialmente mpox—, que afectó sobre todo a hombres homosexuales en el brote del año pasado.

«Hace dos años el chemsex era una anécdota; ahora ya no», dice Ocampo. El concepto mezcla las palabras inglesas para química (drogas) y sexo. Puede restringirse al ámbito de la pareja, pero suele aplicarse a fiestas grupales en las que nadie usa preservativo. «El resto de la gente sabe que tú eres positivo y lo asume, igual que tú asumes que otras personas también pueden serlo», constata L.

El médico Antonio Ocampo y la enfermera Laura Labajo
El médico Antonio Ocampo y la enfermera Laura Labajo M.MORALEJO

En las fiestas hay de todo. Jovencitos. Mayores. Solteros. Casados con mujer e hijos. Pueden ser en hoteles y en pisos turísticos, pero normalmente se celebran en casa de alguno de los participantes. «Hay un grupo de personas de cuatro o cinco, que es fijo, y luego hay otros que van pasando en el fin de semana», explica L. Ha estado en chills con muchos participantes. No se atreve a decir cuántos. También ha reconocido unas cuantas caras en la sala de espera de la consulta del hospital.

«Se ha perdido el miedo al VIH porque la enfermedad ya no es mortal», observa Antonio Ocampo, «notamos un aumento del intercambio sexual y del número de parejas». En los años 80 y primeros 90, un diagnóstico de sida era una sentencia de muerte. En 1996 llegaron los tratamientos antirretrovirales y la infección dejó de ser mortal para hacerse crónica. En el 2007, la pastilla diaria y sin casi efectos adversos. Ahora el sida es solo una fase de la enfermedad, en la que el sistema inmunitario ya no puede más y otras dolencias graves entran al ataque. Pocos llegan a esa última fase. Los tratamientos son crónicos y su éxito en supervivencia también significa un incremento constante de la factura. España gasta más de 700 millones al año en antirretrovirales. El Chuvi tiene 1.700 pacientes controlados.

V., bailarín de 35 años, se contagió del VIH en un chill. Fue en Madrid, donde vivía. Durante un viaje a Asia empezó a sentir fuertes dolores de estómago. Al regresar a Vigo, a casa de sus padres, los dolores continuaban. El médico le dio el diagnóstico. «Justo antes de irme de viaje hice un guarri por mi cumpleaños», cuenta. Nadie había usado preservativo, como en todas las fiestas de chemsex a las que llevaba un año asistiendo con frecuencia. «La gente que hacemos esto sabemos a lo que vamos, jugué al bingo y me tocó», aclara.

El diagnóstico tampoco le asustó. Tener VIH, dice, no le ha condicionado en nada más que tomarse una pastilla al día. Funciona. Su carga viral es indetectable. Los médicos que tratan esta infección repiten una máxima: «Indetectable es intransmisible». Si la terapia farmacológica va bien, y suele ir bien, el paciente no contagia a otros, aunque mantenga relaciones sexuales desprotegidas. Si la deja, el virus reaparece.

«Aguantas por la droga»

No solo la enfermedad ha cambiado. También lo ha hecho el tipo de paciente. Ahora son muy pocos los que se infectan por compartir jeringuillas. Entre el 2019 y el 2021, dos de cada tres contagios en Galicia (el 63 %) se produjeron entre hombres que tienen sexo con hombres, según los datos del Sergas. La siguiente vía más frecuente, aunque a mucha distancia, es el sexo heterosexual. El virus no discrimina.

Después del positivo, V. se cuidó mucho durante un mes. Después, siguió acudiendo a la llamada del chemsex, aunque asegura que evitaba las que duraban más de un día y las que tenían más de diez participantes.

Ahí se consume de todo. Lo principal es la mefedrona, pero hay más: cocaína, éxtasis, GHB, poppers. El etcétera es kilométrico. «Aguantas todo el fin de semana porque estás colocado. Paras un rato y vuelves a drogarte, es la gasolina que le pones al cuerpo», relata L. A ese cóctel es frecuente añadirle viagra, para contrarrestar los efectos de la droga.

«Cuando tomas esas sustancias todo se magnifica, la sensación, el placer, la música. Te sientes superguapo, disfrutas el triple. La relación personal es mucho más fácil», dice V., «todas las carencias y miedos que tienes sin esa sustancia ya no están».

Lo peor es la resaca emocional.

Algunas de esas resacas han agarrado a L. dando clase a adolescentes. «Te ves y te dices: ‘‘No puedo creer lo que acabo de hacer y ahora estoy aquí dando clase, ¿en qué me he transformado?''».

Tiempo después de su diagnóstico de VIH, conoció a un chico. Empezaron a salir, se casaron. Por él vino a vivir a Vigo. El chico no seguía sus prácticas y L. desaparecía de casa repentinamente un par de días para irse a fiestas. La adicción de L. a las drogas y al chemsex acabó destruyendo la relación. «Es un círculo vicioso que te consume. Se vuelve algo rutinario, que haces todos los fines de semana o cada mes, y no importa cuántas veces lo hayas hecho o cuán frecuentemente lo hagas, siempre quieres más», admite. «Terminas completamente vacío emocional y espiritualmente».

Sufrió depresión, ansiedad, ataques psicóticos. Pero volvía a llegar el sábado, alguien mandaba un mensaje y quedaba. Era un plan fácil y accesible, previsiblemente placentero. Era difícil decir que no.

Hasta que no pudo más.

En el pasado, L. ya había estado en desintoxicación de las drogas durante tres años. Después recayó. En ese punto en el que su vida se volvió ingobernable, se apuntó a Narcóticos Anónimos, un grupo de recuperación en el que personas con adicciones tratan de ayudarse unas a otras para desengancharse. Siguen una metodología, conocida como los doce pasos. «Llevo 18 meses limpio», dice L. detrás de una taza con una infusión, la voz suave. Aliviado.

«Tenemos muchas carencias»

En el año 2017 se hizo una amplia encuesta por internet entre hombres homosexuales de toda Europa, la encuesta EMIS. En España hubo 10.600 participantes. Uno de cada siete (el 14 %) afirmó que había asistido a sesiones de chemsex en el último año. La mitad de ellos, en el último mes. El porcentaje se dispara entre las personas diagnosticadas de VIH: el 22 % de los gais con esta infección eran usuarios de estas prácticas.

«La gente tiene, o tenemos, muchas carencias», dice V. Se ríe de forma muy expresiva, pero habla en serio. Él ha ido a terapia en distintos momentos. Hace unos meses, abandonó Madrid y volvió a la casa familiar porque necesitaba cortar con ese mundo de las fiestas. Se lo pasaba bien, pero el día siguiente era horrible. «Me preguntaba por qué un chico no me había mirado, por qué hacía esto si no lo necesitaba, qué estaba haciendo con mi vida...».

Pero su caso se complica. V. dice que sufrió bullying desde adolescente por su orientación sexual. Estuvo muchos años con un chico que, cuenta, lo maltrataba psicológicamente. Irse a Madrid fue una liberación. Después, tuvo una pareja que trabajaba como scort (prostituto): «Estábamos en casa y si le salía un cliente se iba. Yo lo pasaba fatal y entraba en una dinámica de querer estar a su altura, para que no se fuese con los clientes», dice.

Aquella relación se acabó. Participó en alguna película pornográfica. Después, cuando no tenía otro trabajo, se dedicaba a crear contenido para Only Fans, una red de contenido erótico y pornográfico. Tiene un canal con seguidores, que pagan una suscripción mensual por ver sus fotos y vídeos. A él siempre le había gustado publicar contenido más o menos explícito en sus redes. Pero fue a más. Y ganaba dinero. «Cuando conozco estas prácticas y estas sustancias, ya no sé cuánto es gusto mío o cuánto intento llenar mis carencias enganchando a la gente a mi cuerpo», matiza.

Ahora ha dejado todo eso. O al menos lo intenta. Ya no publica en Only Fans y reconoce que desde que está en Vigo ha ido a alguna fiesta de chemsex, pero no hay punto de comparación con su consumo en Madrid. Además del VIH, ha tenido varias infecciones de transmisión sexual

La encuesta EMIS encontró que el 6 % de los participantes padecían «un grado severo de ansiedad y/o depresión» y que uno de cada cinco «presentó ideas suicidas en algún momento durante las últimas dos semanas».

«¡Psicólogos!»

«¡Necesitamos psicólogos!», clama Antonio Ocampo, el médico de la unidad de ITS del Chuvi, «tenemos los mejores fármacos, las mejores técnicas diagnósticas, PCR, estudios de resistencias, pero no tenemos un apoyo psicológico específico para los pacientes». Lo combaten escuchando mucho y recetando fármacos para la ansiedad.

«Hace un rato vino un paciente pidiéndonos ayuda, porque quiere desengancharse», dice en la consulta la enfermera Laura Labajo, «los mandamos a Cedro [la Unidad Asistencial de Drogodependencias del Concello de Vigo], que lo hacen muy bien, pero el contexto sexual es distinto que el de la drogadicción, y muchos pacientes tienen un perfil socioeconómico medio-alto y no quieren ir».

La revolución de la PrEP, el fármaco que evita infectarse con el VIH

Una de las grandes revoluciones en el VIH ha sido la PrEP, la profilaxis preexposición. Se trata de un medicamento que evita el contagio. No es una vacuna, pero para los sanitarios de infecciosas lo ha cambiado todo, porque su eficacia preventiva es del 100 %. «No hemos tenido ningún caso de VIH entre los usuarios de PrEP», dice la enfermera Laura Labajo. Actualmente, en el Chuvi tienen 280 usuarios activos. Entre ellos hay 23 mujeres o transexuales que ejercen la prostitución, dos heterosexuales y el resto son hombres que tienen sexo con hombres. Entre los requisitos para ser admitido en este programa está no tener el VIH —no tendría sentido, es preventivo— y haber tenido más de diez parejas sexuales en el último año.

Cándida Álvarez, en la sede de Agavih, con una prueba rápida en la mano y material informativo
Cándida Álvarez, en la sede de Agavih, con una prueba rápida en la mano y material informativo XOAN CARLOS GIL

La pauta es estricta: una pastilla al día y una revisión cada tres meses. «Les hacemos controles de otras ITS e insistimos mucho en los consejos de salud, como por ejemplo el uso del preservativo para el sexo oral», explica la enfermera. La otra cara de la moneda es que los estudios evidencian una relajación en el uso del preservativo. Ahí aparecen otras ITS.

«La PrEP y el preservativo deberían ser complementarios, pero el VIH no tiene cura, la sífilis, la clamidia o la gonorrea, sí; es preferible que con el VIH no se relajen», recuerda la activista Cándida Álvarez, de Agavih. Si los usuarios de PrEP tienen múltiples parejas sexuales y no utilizan preservativos, son un colectivo muy expuesto a otras ITS, pero cree que muchas aparecen en los registros porque los usuarios se someten a controles cada tres meses, de modo que se detectan más infecciones que antes de la PrEP. También algunas que no dan síntomas. En las consultas del Cunqueiro confirman que las reinfecciones de estas otras ITS son frecuentes.

Agavih informa sobre las infecciones de transmisión sexual, hace pruebas y acompaña a los usuarios. Ellos están a pie de calle, porque hacen pruebas diagnósticas a quien las necesita, «aunque no tenga tarjeta sanitaria», dice Cándida Álvarez. Son anónimas y gratuitas. Si da positivo y el paciente quiere, lo acompañan al sistema sanitario.

Las pruebas rápidas que hacen las organizaciones sociales llegan a colectivos a los que no alcanza el sistema sanitario. Las hacen, Médicos del Mundo, la Fundación Érguete o Faraxa (de prostitución). «Tenemos programas de acercamiento a donde están las personas sin acceso al sistema sanitario, en la calle, en infraviviendas, en clubes, en pisos... Les informamos, les damos talleres de ITS y de prevención», explica la coordinadora de Médicos del Mundo en Galicia, Iria Gippini.