La primera taxista de Vigo: «Veían una mujer al volante y no subían al coche»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

Con tacones, falda y corbata, llevaba a los clientes en su Simca 1200 en el año 1976. Nunca le pusieron una multa, ha cambiado muchas ruedas y ha sabido defenderse

18 jun 2023 . Actualizado a las 02:21 h.

La primera vez que España pudo votar tras Franco, Mariló Hernández (Vigo, 1951) acudió vestida de taxista en un descanso entre carrera y carrera. Acababa de estrenar profesión. Era diciembre de 1976 y el país aprobaba en Referendo la Ley para la Reforma Política, primer paso para la democracia. Sobra decir lo que votó. Adelantada a su tiempo, conducía un Simca 1200, el coche con el que ha abierto camino a la libertad propia y la igualdad colectiva. Fue la primera taxista de Vigo en una época en la que tener sueldo y agenda propia era reprobable, pero solo para la mitad de la población.

El próximo 26 de junio se cumplen 47 años desde que se puso al volante como profesional y autónoma. «Me acuerdo del día, para mí fue importante porque estuve tiempo preparándome y cuando lo conseguí me quedó marcado». Durante el día trabajaba en las paradas y cuando había fiesta, se iba a recoger a gente por la noche para llevarla a casa. También transportaba a los empleados de Citröen del turno de noche hasta municipios cercanos. «Era peligroso, pero creo que lo es más hoy. Nunca tuve ni un accidente ni una multa. Me decían que la Policía me iba a estar encima por ser mujer, pero nunca me dijeron nada».

Hernández no hace gesta de algo que para ella era tan natural como desearlo. «Decía que quería ser taxista y me preguntaban que cómo iba a ser taxista si era una mujer, y yo les respondía: ‘Quiero serlo’». Su espejo eran sus compañeros conductores de la empresa de alquiler de coches en la que trabajaba como oficinista. El trayecto iba a ser más largo para ella, que tuvo que hacer el servicio social para poder sacar el carné de segunda que la autorizaba a conducir coches y era el paso previo para sacar el carné de primera o profesional. Se puso al volante en su primer Seiscientos con 22 años, animada por su madre viuda que necesitaba que su hija mayor la llevase en coche. Ahí empezó la vocación de taxista, meta que alcanzó dos años más tarde. «Las mujeres casadas no podían conducir sin el permiso del marido, y yo tuve que hacer el servicio social porque estaba soltera».

Antes de activar el taxímetro por primera vez se equipó con su uniforme, sin renunciar a lo que era. «Me compré una camisa de bolsillos y una falda, porque me gustaba más que ir en pantalón. Llevaba corbata y chaqueta azul marino. Y también iba en tacones, soy muy coqueta». Ni los arcaicos pedales ni la falta de dirección asistida la frenaron. «He cambiado ruedas muchísimas veces. Arreglar el coche no, pero sabía de mecánica, cuando saqué el carné de primera te montaba y te desmontaba un motor».

Llevaba el número 445, con el que recorría el callejero vigués. «Fue una época muy feliz y los compañeros me acogieron de maravilla». La única distinción que le hacían es que la invitaban a los cafés; asegura que ha rechazado muchos. Sí había diferencia para los clientes, que no acaban de acostumbrarse a ver una mujer al volante de un taxi. «Si estaba de primera en la parada, no se subían. Los compañeros les decían que cogieran el taxi de delante y respondían: ‘¡Pero si es una mujer!’. Cuando iba a una dirección me pasaba igual, no aparecía nadie y cuando volvía a la parada, llamaban diciendo que el taxista no había ido. Y eso que el coche estaba rotulado». Los niños eran sus máximos fans: «Ellos sí les decían a sus madres: ‘Vamos con la mujer’». Su único incidente lo sufrió con un cliente borracho que no quería pagarle la carrera. «Me dijo que qué le iba a hacer yo si él no me pagaba... Lo llevé a la estación de tren, donde siempre había dos policías, paré y le dije delante de los guardias que si no me iba a pagar. No le quedó más remedio...».

Trabajó al volante durante cuatro años, pero cuando se casó, lo dejó. Por aquel entonces ya se habían incorporado más compañeras. «Eché mucho de menos esa vida del taxi. Años más tarde trabajé, pero ya de administrativa. Volvería al taxi, fue una etapa muy bonita. Conoces a mucha gente, a mí me gusta mucho hablar y escuchar. Recuerdo un día que llevé a una de las mujeres que trabajaban en La Herrería, cuando allí había prostitución. La mujer acababa de tener a un bebé y me invitaron a quedarme a celebrar con ellas la llegada del niño, fue un momento muy bonito».

Hernández es ahora una jubilada que sigue al volante y que no presume más que de los premios de conducción que consiguió en la celebración de san Cristóbal. «Gané dos premios, el primero, a los pocos días de empezar. Había conductores buenísimos, pero vencí. Se quedaron todos...». 48 años después, el camino está más rodado, pero sigue habiendo baches.

Su canción favorita

«Xuntos», de Juan Pardo. «Esta canción siempre me gustó muchísimo. Me gustaba también él, como cantante, artista, persona, su forma de ser y su forma de presentarse en el escenario. En el taxi escuchaba mucha música. Eran casetes, se salía la cinta... Había que enrollarla con un bolígrafo para que funcionara».