Marcelo Simonetti:  «Escribo para niños porque ellos pueden cambiar el mundo»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

El periodista y autor chileno presenta un álbum ilustrado que muestra cómo ve la infancia a una persona migrante

04 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Al acabar un día de escuela, dos hermanos reciben la noticia de que dos migrantes van a llegar al colegio. Como es la primera vez que oyen esa palabra, pasarán la tarde pensando sus posibles significados. Piensan que los migrantes quizás sean pasteles o mascotas o tal vez palíndromos. Esa curiosidad se va convirtiendo en miedo. Concluyen que tienen que ser espíritus malignos y al día siguiente llegan al aula acobardados. Pero tras entrar con miedo en la clase, conocerán a dos compañeros venidos de muy lejos. La emoción ante el descubrimiento de nuevas amistades los llevará a olvidarse de los «migrantes» que piensan que no llegaron a aparecer. El periodista y escritor chileno Marcelo Simonetti presentó ayer en Libros para Soñar su nuevo libro, Os migrantes, ilustrado por María Girón y editado por Kalandraka, en el que aborda un tema tan candente como el de la inmigración y las múltiples respuestas sociales que provoca la llegada de personas de otras latitudes a nuestras vidas.

—¿De dónde parte la iniciativa de escribir esta historia? ¿Hay alguna experiencia cercana que le haya llevado hasta ahí?

—La emigración en Chile se convirtió desde hace 6 o 7 años en un tema crucial para todo el país. Llegaron importantes remesas de haitianos, y luego, con el gobierno de Maduro, también se produjo una diáspora de ciudadanos venezolanos hacia Chile, y también de Colombianos. Se generó una emigración poco controlada que produjo una serie de reacciones dentro del territorio, sobre todo en ámbitos reaccionarios y conservadores comenzaron a señalarlos y culparlos de todos los males que estaban ocurriendo.

—¿Algún episodio concreto prendió esa llama?

—Hubo un caso de un grupo de chilenos que atacó a unos emigrantes de forma muy violenta y eso me llevó a pensar que si es muy probable que los adultos no vayan a cambiar su idea respecto a lo que piensan de la emigración, aposté por escribir una historia destinada a la infancia. El mundo solo va a ser posible que cambie a partir de lo que hagan las nuevas generaciones y esa fue la génesis de esta historia.

—¿Se trata de que los niños no vean a través de los ojos de sus padres?

—Cuando somos niños, nuestra relación con el mundo es muy natural y eso nos hace relacionarnos de una manera particular con lo que nos rodea. Muchos de los males surgen a través de los prejuicios e ideas preconcebidas de los adultos. Por eso, en el libro los adultos no están presentes en la historia. Solo en la imagen final y prácticamente por omisión. Los padres de los otros alumnos deciden no llevarlos al colegio y ahí se ve cómo funcionan los dos motores; la curiosidad y el miedo.

—¿Cómo funcionan?

—Te movilizan en diferentes direcciones. La curiosidad te llevará a interesarte por su cultura, por saber qué comen, a qué juegan, que es algo que nos enriquece... y si tengo miedo, me voy a cerra ante una amenaza. Así funciona hoy en día la relación que podamos tener con las personas que emigran. Si llegamos a conocer al otro vamos a darle amparo y comprensión. Eso es lo que los gobiernos deberían fomentar.

—¿Se dice de dónde proceden los dos niños que aparecen en el libro o no importa?

—No se dice a propósito, para hacer la historia más universal aunque son nombres típicos de la emigración haitiana: Florence y Etienne.

—A España llegan en cayucos pero a Chile las oleadas de emigrantes, en qué llegan?

—De Haití llegaron en avión, en vuelos charter contratados por el gobierno chileno; de Venezuela, buena parte hacen recorridos a pie hacia Chile atravesando el altiplano a temperaturas muy bajas. Todas son odiseas e historias duras.