Una mirada sobre la obra de Guillermo Monroy 40 años después de su muerte

La Voz VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Críticos y especialistas en arte analizan el legado del autor vigués al hilo de la exposición que repasa su obra en Espacio SVT

18 ene 2023 . Actualizado a las 21:45 h.

Como parte de las actividades desarrolladas en torno a la exposición Guillermo Monroy, presentada en SVT Espacio de Arte, tuvo lugar ayer un encuentro en el que señalados artistas, críticos y especialistas en arte contemporáneo (María Luisa Sobrino, Xosé Carlos Bernárdez, Manolo Figueiras y Miguel Anxo Rodríguez, moderados por Ángel Cerviño), debatieron y analizaron su producción artística desde una perspectiva estrictamente contemporánea. 

Guillermo Monroy (Vigo, 1954-1982) fue uno de aquellos jóvenes artistas que al iniciarse la década de los 80 constituyeron el grupo Atlántica, historia viva y núcleo fundacional del movimiento que propició la más radical renovación de las prácticas artísticas en nuestra comunidad. Una historia ante la que Guillermo permanecerá ya eternamente joven, tras su prematuro fallecimiento en 1982, antes de llegar a cumplir los treinta años. Una vida truncada por un infortunado accidente que dejó como contrapartida una producción artística única e irrepetible con  una gran cantidad de lienzos y dibujos sobre papel, centenares de bocetos y apuntes; pintura aplicada sobre toda clase de soportes, tela, papel, cartones y embalajes encontrados, como si, sobre todo en sus últimos años, un oscuro presentimiento lo empujara a una infatigable actividad creadora gobernada por la voluntad de entregar su vida a la pintura. Según todos los testimonios de sus compañeros de aventura, fue el vitalismo y la generosidad de Guillermo uno de los elementos integradores del grupo, el nexo cohesionador que marcará con su impronta plástica e ideológica numerosos aspectos del movimiento, hasta el punto que se llegará a afirmar que «Atlántica xestouse no seu estudio». 

Coincidiendo con el cuarenta aniversario de su fallecimiento, el encuentro pone de manifiesto la necesidad de una mirada actual «sobre unas obras que constituyen un valiosísimo patrimonio artístico que estamos obligados a preservar. Esperando además que todas estas actividades no sean más que el primer paso para situar a Guillermo Monroy en el lugar que le corresponde dentro de la historia reciente del arte gallego y universal», señala el comisario de la muestra, Ángel Cerviño, autor del siguiente texto: 

Guillermo Monroy. Un artista completo.

El arte no progresa. No se puede aplicar a las producciones artísticas la idea de progreso lineal. Todos sabemos que de ninguna manera es mejor un cuadro de Picasso que uno de Rembrandt, y es imposible discernir alguna clase de avance cuantificable desde las composiciones de Johann Sebastian Bach a las de Ígor Stravinski o Erik Satie. Los artistas de cualquier época abordan -una y otra vez- similares, e irresolubles, cuestiones existenciales, que en esencia siguen siendo las mismas desde que alguien comenzó a trazar líneas con un palito quemado en las paredes de la caverna hace varios miles de años: el amor, el goce, el dolor, la inevitabilidad de la vejez y la muerte, el placer y los laberintos del deseo, el deslumbramiento fugaz de cada amanecer, la multiplicidad inagotable de las formas,... Los "temas" son sólo unos pocos. Todos damos vueltas en torno a ese núcleo de energías contrapuestas que llamamos vida, y tratamos de elaborar algunas respuestas que reflejen su polifonía. A veces se consigue, se alcanza a rozar el nudo vibrátil de la existencia, y ese logro vale ya para siempre. Esa es la razón de que nos sigan interpelando las tragedias de Sófocles, la pintura de Velázquez, un cuarteto de Mozart, o los colores del Quattrocento veneciano. Esto que resulta incuestionable desde el punto de vista histórico, puede trasladarse a la pequeña escala de la trayectoria vital de cada artista: tampoco hay ninguna razón que nos permita aplicar la idea de progreso al conjunto de la obra de un artista, nada nos asegura que sus obras finales vayan a estar más cerca de la excelencia que sus obras de juventud (la historia nos sirve clarísimos ejemplos de que en no pocas ocasiones sucede incluso todo lo contrario).

 Ante a la obra de Guillermo Monroy se suele lamentar el desgraciado accidente que le impidió desarrollar su obra de madurez, pero ¡y si su obra de madurez la tenemos delante! Cualquier persona que se haya acercado a la pintura de Monroy sin conocer la trágica circunstancia que puso fin a su vida, reconoce al momento la madurez de este trabajo, su perfecto acabado y el resolutivo ensamblaje de los diferentes elementos; aquí no se aprecia ninguna clase de duda, inseguridad o inacabamiento: todo está donde tiene que estar. Esta es la obra madura y cabal de una artista armado con todos sus recursos. Aquí no falta nada.

 Guillermo Monroy (1954 - 1982) era muy joven cuando falleció, sí, pero ya era casi 10 años más viejo que Arthur Rimbaud cuando el jovencísimo poeta murió para el universo literario, pues toda su obra poética -una pieza fundacional de la modernidad, que todavía sigue germinando en poemas y poetas- fue realizada antes de cumplir los 20 años. Monroy era muy joven, pero no tanto como August Macke (artista importantísimo dentro del grupo expresionista del Blaue Reiter) que falleció con 27 años; los mismos que tenía cuando dejó este mundo Masaccio, un artista fundamental para la introducción de la perspectiva en el Quattrocento italiano. La lista de artistas que hicieron sus aportaciones a muy temprana edad es larguísima y cubre todas las épocas de la Historia del Arte.

 Mozart falleció con 35 años, pero a los 30 ya había compuesto muchas de sus obras más singulares, Egon Schiele muere a los 28, John Keats a los 26, nuestro querido poeta Manoel Antonio se fue con 30 años, Shubert con 31, Larra con 27, Aubrey Beardsley con solo 25, Charlie Parker con 35 y Jimi Hendrix con 27. Y todos ellos dejaron una obra completa y madura que todavía nos sigue alimentando. Dejemos de preguntarnos qué habría hecho Guillermo Monroy si hubiera podido seguir pintando, desgraciadamente no pudo hacerlo, pero estoy seguro de que su obra de madurez la tenemos aquí delante.