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Julio Prieto, ingeniero y enólogo: «El viticultor está acostumbrado a hacer siempre lo mismo y en la viticultura actual eso no vale»

Maruxa Alfonso Laya
M. Alfonso REDACCIÓN / LA VOZ

AGRICULTURA

Martina Miser

Este experto que asesora a explotaciones vitícolas de España, Francia y Turquía explicó en una conferencia organizada por la asesoría TES  que las zonas húmedas son las que peor gestionan la escasez de agua

20 abr 2024 . Actualizado a las 10:10 h.

Julio Prieto vino a O Salnés, una zona en la que en los últimos meses ha llovido de forma insistente y en la que lo que preocupa a los viticultores es el mildiu, a hablar de falta de agua y de estrés hídrico. Pero es que, es su opinión, son regiones como Galicia las que peor saben gestionarla. Y estas también deben prepararse porque el cambio climático es una realidad. «Tenemos que entender la Vitis vinífera, cuál es su fisiología, sus mecanismos de acción y reacción frente al estrés y establecer estrategias que nos permitan que el viñedo sea más resiliente, que soporte las condiciones adversas», aseguró ante 90 viticultores de Rías Baixas en una jornada organizada por la Asesoría Tecnología Enológica del Salnés (TES), que dirige Patricia Presas.

—¿Cómo se comporta el viñedo frente a la falta de agua?

—Lo más inmediato es que la planta se bloquea, cierra los estomas, que son los órganos que tiene en las hojas para respirar, y se para. Eso significa que no produce los elementos que necesitamos para hacer un buen vino. Si esta situación se prolonga se producen una cascada de hechos que van desde la pérdida de hojas a la desecación del racimo.

—¿Qué se puede hacer para prevenir esas situaciones?

—Hay una serie de estrategias para modificar el comportamiento de la planta, su morfología, con cuidados y podas que también ayuden a la planta a soportar mejor el estrés. Y también podemos hacer aplicaciones foliares, que ayuden a que sea más resiliente. Como el LalVigne, que nos ha presentado hoy Patricia Presas, de TES. Es un producto que no solo ayuda a la planta a soportar mejor el estrés, sino que también hace que se recupere antes, más rápido, de ese estrés.

—Ese estrés por la falta de agua no se solucionará con el riego.

—El riego es una forma de combatir el déficit hídrico, pero no el exceso de temperatura, que tiene consecuencias por el exceso de radicación que recibe la planta. Por eso debemos buscar estrategias basadas en el suelo, para que este retenga más agua y más nutrientes, porque eso le va a ayudar a sobrevivir en momentos de estrés. El riego es una solución solo en determinadas zonas. En la península Ibérica tiene mal pronóstico el viñedo de secano porque habrá años en los que se pierda toda la cosecha. Por eso tenemos que cambiar la forma de hacer las cosas, buscar variedades y maneras de plantar que sean más adaptativas. Quitemos las espalderas y volvamos al vaso, a sistemas de conducción más bajos. Todo eso también tiene que ver con la resiliencia. Tenemos que recuperar variedades o buscar las que mejor se adapten a trabajar en estas condiciones. Pero todo a la vez. El que espere una solución única la lleva claro. La solución vendrá de muchas líneas de trabajo. El viticultor está acostumbrado a hacer siempre lo mismo y en la viticultura actual eso no vale. Pasa lo mismo con todos los agricultores. Están acostumbrados a una forma de trabajo determinada e incorporar una máquina no da pereza, cambiar los esquemas mentales es más complicado.

«Tenemos que cambiar la forma de hacer las cosas, buscar variedades y maneras de plantar que sean más adaptativas. Quitemos las espalderas y volvamos al vaso, a sistemas de conducción más bajos»

—Nos viene a hablar de falta de agua en una zona donde lleva todo el invierno lloviendo.

—La viticultura de Aragón, del Valle del Ebro o de Castilla está más acostumbrada a períodos de estrés. La manera de trabajar de la planta ya prevé que va a pasar períodos duros y eso es algo que no pasa en los viñedos del norte de España. Los que más sufren los períodos de sequía son las zonas más húmedas porque ni los viticultores ni el viñedo están preparados para esto. Los sistemas de manejo en Galicia están preparados para una excesiva humedad, por eso cultiváis el viñedo a 1,80 metros del suelo, porque buscáis huir de la humedad, pero eso obliga a la planta a tener una mayor demanda de agua. Por eso digo que hay que repensarlo. Seguramente tendremos que modificar el manejo del emparrado y aprender a manejar el suelo. Aquí llueve mucho, pero el agua escapa y tenemos que incrementar la capacidad para retener esa agua. Vuestros suelos son de granito arenoso, son pobres en materia orgánica y el laboreo hace que se pierda mucha materia orgánica.

—¿Tendremos que dejar de arar tanto la tierra?

—La llegada de la filoxera coincide con la industrialización de la viticultura en Europa y entonces el viñedo pasa de ser un cultivo que se araba muy poco a uno que se ordena para meter el tractor. Y ese factor fue decisivo, la adaptación del viñedo al tractor provoca que la vid sufra más golpes y haya más enfermedades de la madera. Parte de los problemas del viñedo vinieron de la mecanización. Tenemos que saber por qué hacemos las cosas.

—¿Las cubiertas vegetales son una forma de retener agua?

—Una de las ventajas de las cubiertas vegetales es que incrementa la velocidad de infiltración. Si el agua cae sobre el suelo desnudo corre, pero si hay una cubierta vegetal se va a infiltrar y va a ir subiendo el contenido en materia orgánica del suelo. Un 1 % más de materia orgánica supone un incremento de 1000 metros cúbicos por hectárea, que es lo que te supone el riego. El hándicap es que hay que saber manejarlas, hay que conocerlas y probarlas. Aquí es más fácil hacerlas porque hay precipitaciones.

—¿Será preciso también estudiar nuevas variedades de uva?

—Variedades que antes no maduraban, ahora están dando vinos con mucha acidez y fruta. Las uvas que teníamos plantadas y queríamos eliminar ahora pueden dar vinos muy interesantes. Por ejemplo, la godello, que es una variedad de moda. Yo la he sacado de Galicia y no sirve, es una variedad temprana que no soporta las altas temperaturas. Si queremos seguir haciendo vinos frescos vamos a tener que incorporar variedades que estaban demonizadas y, sobre todo, aprender a elaborar vino con esas variedades. Hay que dedicarles inversión y reflexión. Aquí se ha potenciado el grado de la uva y la selección genética y ahora vemos que funcionan mejor las plantaciones poligenéticas, es decir, que tienen más variedad genética, porque son más elásticas y permiten mantener mejor la producción y la calidad. Hubo un tiempo que el mercado solo aceptaban vinos tintos con madera y eso echó fuera a las variedades locales. Ahora vemos que hay nicho para lo local, lo diferente. Y la gente se está dando cuenta de que si no tiene algo diferente no es capaz de abrirse un hueco en unos mercados que están saturados.