El mayor agujero negro de nuestra galaxia sorprende a los astrónomos

Raúl Romar García
R. Romar LA VOZ

SOCIEDAD

ESO

El objeto más masivo jamás descubierto en la Vía Láctea está relativamente cerca de la Tierra, lo que ha desconcertado a los científicos que no acaban de entender por qué no se ha detectado hasta ahora

16 abr 2024 . Actualizado a las 11:46 h.

Es el mayor agujero negro jamás descubierto en nuestra galaxia. Su masa es impresionante: 33 veces mayor que la del Sol, lo que supone 12 más que el que hasta el momento ostentaba el récord absoluto, el el Cygnus X-1. El nuevo monstruo de la Vía Láctea se trata de un excepcional hallazgo.

Este colosal agujero negro fue detectado en primera instancia en los datos de la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA) porque impone un extraño movimiento de bamboleo a la estrella compañera que lo orbita. Los datos del Very Large Telescope (VLT de ESO) del Observatorio Europeo Austral (ESO) y otros observatorios terrestres se utilizaron para verificar posteriormente la masa del agujero negro, que lo sitúa en unas impresionantes 33 veces la masa del nuestro Sol.

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Los agujeros negros estelares se forman a partir del colapso de estrellas masivas y los que se han identificado hasta ahora en la Vía Láctea son, en promedio, unas 10 veces más masivos que el Sol. Incluso el siguiente agujero negro estelar más masivo conocido en nuestra galaxia, Cygnus X-1, solo alcanza 21 masas solares, lo que hace que esta nueva observación de un objeto con 33 masas solares sea algo extraordinario.

Sorprendentemente, este agujero negro también está muy cerca de nosotros: a solo 2.000 años luz de distancia, en la constelación de Aquila, y es el segundo agujero negro conocido más cercano a la Tierra. Apodado Gaia BH3 o BH3 para abreviar, se encontró cuando el equipo revisaba las observaciones de Gaia mientras preparaba una nueva publicación de datos. «Nadie esperaba encontrar un agujero negro de gran masa acechando cerca y que no hubiera sido detectado hasta ahora», declara Pasquale Panuzzo, miembro de la colaboración Gaia y astrónomo del Observatorio de París, parte del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS).

«Este es el tipo de descubrimiento que haces una vez en tu carrera investigadora», añadió el investigador.

Para confirmar su descubrimiento, la colaboración Gaia utilizó datos de observatorios terrestres, incluido el instrumento UVES (Ultraviolet and Visual Echelle Spectrograph, espectrógrafo Echelle en el ultravioleta y el visible) del VLT de ESO, ubicado en el desierto de Atacama, en Chile [2]. Estas observaciones revelaron propiedades claves de la estrella compañera, lo que, junto con los datos de Gaia, permitió al equipo medir con precisión la masa de BH3.

La comunidad astronómica ha detectado con anterioridad agujeros negros igualmente masivos fuera de nuestra galaxia (utilizando un método de detección diferente), y han teorizado que pueden formarse a partir del colapso de estrellas cuya composición química cuente con muy pocos elementos más pesados que el hidrógeno y el helio. Se cree que estas estrellas pobres en metales pierden menos masa a lo largo de su vida y, por lo tanto, les queda más material para producir agujeros negros de gran masa tras de su muerte. Pero hasta ahora no había pruebas que vincularan directamente a las estrellas pobres en metales con los agujeros negros de gran masa.

Las parejas de estrellas tienden a tener composiciones similares, lo que significa que la compañera de BH3 guarda pistas importantes sobre la estrella que colapsó para formar este agujero negro excepcional. Los datos de UVES mostraron que la compañera era una estrella muy pobre en metales, lo que indica que la estrella que colapsó para formar BH3 también era pobre en metales, tal como se predijo.

El estudio, dirigido por Panuzzo, se publica este martes en Astronomy & Astrophysics. «Dimos el paso excepcional de publicar este artículo basado en datos preliminares antes de la próxima entrega de datos de Gaia debido a la naturaleza única del descubrimiento», afirma la coautora Elisabetta Caffau, también miembro de la colaboración Gaia del CNRS Observatorio de París. Hacer que los datos estén disponibles permitirá a otros miembros de la comunidad astronómica comenzar a estudiar este agujero negro de manera inmediata, sin esperar a la publicación completa de los datos, prevista, como muy pronto, para finales de 2025.

Nuevas observaciones de este sistema podrían revelar más sobre su historia y sobre el propio agujero negro. El instrumento GRAVITY, instalado en el Interferómetro VLT de ESO, por ejemplo, podría ayudar a descubrir si este agujero negro está atrayendo materia de su entorno y a comprender mejor este emocionante objeto.