El papa reaparece para presidir la Vigilia del Sábado Santo

La Voz ROMA / EFE

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GIUSEPPE LAMI | EFE

El sumo pontífice tuvo que renunciar a acudir al vía crucis de este viernes por problemas de salud

30 mar 2024 . Actualizado a las 21:42 h.

El papa Francisco ha presidido hoy la misa de la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro, después de renunciar al vía crucis del Coliseo para cuidar su salud, y en la homilía pidió «que se aleje la desesperación» para «los pueblos destruidos por el mal y golpeados por la injusticia». En esta larga celebración de más de dos horas, en la que se conmemora la espera de la resurrección de Jesús, el papa participó en todos los ritos y leyó con buena voz, aunque con un cierto deje cansado.

En la homilía hizo referencia a que «a veces sentimos que una lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras». El papa entonces aseguró que «Jesús es nuestra Pascua, aquel que nos hace pasar de la oscuridad a la luz, que se ha unido a nosotros para siempre y nos salva de los abismos del pecado y de la muerte, atrayéndonos hacia el ímpetu luminoso del perdón y de la vida eterna».

Francisco se dirigió después a los «pueblos destruidos por el mal y golpeados por la injusticia, pueblos sin tierra, pueblos mártires» pidiéndoles que alejen «en esta noche los cantores de la desesperación». La ceremonia, una de las más largas de la tradición y cargada de simbolismos, comenzó con la bendición del fuego en el atrio de la basílica y el encendido del cirio pascual. El papa marcó la vela con la inscripción de la primera y la última letra del alfabeto griego (alfa y omega) que simbolizan que Dios es el principio y el fin en una basílica totalmente a oscuras.

Después se produjo la tradicional procesión con la entrada de los concelebrantes en total silencio y a oscuras y solo con las velas encendidas para representar la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo. Después de que el diácono pronunciara tres veces la frase «Lumen Christi » (La luz de Cristo), se encendieron las luces de la basílica y comenzó la misa ante 6.000 fieles.

Esta larga ceremonia sigue la tradición de los primeros años de la Iglesia, la de los catecúmenos, los adultos que aspiraban a convertirse al cristianismo y, por ello, también se celebró la bendición del agua, y Francisco bautizó a ocho adultos de diferentes nacionalidades: cuatro italianos, dos coreanos, un japonés y un albanés. En esta Semana Santa vaticana, no se ha podido disfrutar de la presencia tras el altar del imponente baldaquino de San Pedro de Gian Lorenzo Bernini, pues permanece cubierto, ya que se está procediendo a una restauración en vista del Jubileo del próximo año.