Boris Izaguirre: «Aprendo a ser mejor adulto observando la actitud de los jóvenes»

J. MORENO MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

Boris Izaguirre presenta la tercera edición de  Prodigios , en TVE
Boris Izaguirre presenta la tercera edición de Prodigios , en TVE Enrique Cidoncha

El presentador se pone por tercera vez al frente de «Prodigios», el concurso de talentos de TVE donde los niños demuestran sus dotes para la música y la danza

20 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Por tercera vez, Boris Izaguirre (Caracas, Venezuela, 55 años) se pone al frente de Prodigios, el concurso de talentos de La 1, en el que niños demuestran sus dotes de música instrumental, canto lírico y danza. En la segunda gala, que se ofrece este sábado a las 22 horas, el programa producido por Shine Iberia incorpora al tenor granadino José Manuel Zapata como jurado y recibe a Melani García, representante española de Eurovisión Junior 2019.

-Lo hemos visto muy emocionado con la nueva edición. ¿Por qué?

-Por el hecho de llegar a la tercera edición. Prodigios fue un programa que estuvo propuesto a la cadena durante muchos años y de repente, surgió y se estrenó. Nadie se imaginaba que fuera a tener una segunda y una tercera temporada. Cuando volvimos a grabar y nos vimos, nos impactó enormemente. Es un programa que lo hemos sacado en un momento de la pandemia muy especial. Las restricciones subieron mientras estábamos grabando en Valladolid. Al final lo pudimos sacar adelante.

-¿Y todavía hay talento por descubrir?

-Sobre todo, talento tan joven. Tenemos una aspirante que solo tiene 8 años, es una auténtica benjamina. La actitud de esa niña, sus gestos, la manera en la que dialogaba conmigo en cada una de sus intervenciones era francamente sorprendente. Son personas con muchísima coherencia. Aprendo a ser mejor adulto observando la actitud de estos jóvenes. Y me encantaría que la mayoría de nuestros adultos fueran tan disciplinados y exigentes consigo mismos, y con tanta personalidad, y capacidad de lucha y perseverancia como tienen en Prodigios.

-¿Cómo recuerda el inicio del programa?

-Ahora hay una generación de jóvenes prodigios que saben que existe el programa y que les puede servir de un enorme apoyo. Al principio entiendo que fue una labor bastante titánica porque muchos conservatorios veían un poquito como con recelo porque era un programa de televisión. Y ahora lo ven todo lo contrario, que es un escenario extraordinario para potenciar la labor que hacen en todos los conservatorios. Y es magnífico que lo hayamos conseguido.

-La última final fue seguida por 1,7 millones de espectadores. ¿«Prodigios» ha roto el tabú de que la música clásica es aburrida y no funciona en televisión?

-Es cierto. No sé si lo ha roto, porque me parece violento lo de romper. Pero es una buena noticia, porque es un programa grato y gratificante. Fue una idea fantástica potenciar el talento joven en disciplinas clásicas y que no perdiéramos ese instinto de televisión.

-¿Cree que falta apoyo a los jóvenes talentos?

-Comparto absolutamente la idea de que tienes que ser una persona que disfrute con las emociones, que la educación, la información, la lectura, la música, la pintura y las artes te ofrecen. Me he criado de esa forma. He sido muy autodidacta en esto y he tenido la inmensa suerte de que mis padres me ofrecieron acceso a todos esos intereses. Este programa te abre los ojos a ese mundo fascinante de lo clásico, la música, la danza y la lírica. Y hay que ir un poquito más allá. No hay mejor defensa en la vida para las noticias falsas, la confusión, el populismo o la propia violencia que estar informado y educado, que leer y saber mirar.

-Se hizo popular en «Crónicas Marcianas» y ahora es presentador de TVE...

-Quizás he cambiado mucho profesionalmente porque me he exigido un poco más. Me parece que en estos 25 años muchas cosas han cambiado en mí, pero lo que no se ha modificado es mi pasión por la televisión como industria. Es más flexible que otras, porque tiene una capacidad de adaptación e intuición bárbara. He tenido la gran suerte de participar en distintas cosas a lo largo de mi carrera. He escrito series diarias, he participado en hitos de la televisión en España.

-¿Se arrepiente de algo que ha hecho en televisión?

-No. Quizás de las pocas cosas que pudiera arrepentirme es cuando no me hice caso a mí mismo. Es esencial para cualquier carrera. Creo que uno nunca debe traicionarse a sí mismo. A mí me ha pasado y eso hubiera preferido saltármelo. No fue así, entonces lo que he hecho es intentar que no me vuelva a pasar. Y seguir prestando mucha atención a lo que percibo, porque la mayoría de las veces lo que mi intuición me señala tiene razón.

-Está inmerso en la adaptación a ficción de Miguel Bosé. ¿Le está sorprendiendo su vida?

-Ojalá lo descubran sus posibles espectadores. Somos un equipo de guionistas con personas tan importantes como Ángeles González-Sinde, entre otros. Estoy fascinado personalmente por volver al guion. Fue mi puerta de entrada en este medio. Regresar a escribir ficción para televisión me emociona mucho.

-Como guionista de telenovelas, ¿qué opina del fenómeno turco?

-Me recuerda mucho a la sorpresa que nos llevamos nosotros en Venezuela cuando se convertían en programas de máxima audiencia en España. Es la universalidad de lo que significa la historia de amor. La telenovela, en los últimos años, ha vivido una evolución en la que se han puesto muy de moda historias sobre narcotráfico, con violencia y alejadas de los ingredientes originales del género. Pero estas novelas turcas vuelven a recuperar la historia de amor como el eje principal. Y eso es inagotable e imbatible, porque el amor es el motor de nuestras vidas.

-Vuelven a grabar «Prodigios» en Valladolid, pero sin público. ¿Cómo ha sido la experiencia?

-Lo primero que pensé es que somos nosotros los que nos convertimos ahora en el público de nuestra audiencia. La gente está necesitada de un programa de entretenimiento y de futuro. Prodigios apoya a personas muy jóvenes que tienen las cosas muy claras en su vida. Y creo que la audiencia necesita un oasis, una vía de escape ante la inmensa presión por la pandemia.