Alberto Juffé repasa 25 años de cirugía cardíaca en A Coruña en «Con el corazón en la mano»

Redacción A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

EDUARDO PEREZ

Es uno de los ejecutores del primer transplante cardíaco en Galicia

16 nov 2016 . Actualizado a las 11:03 h.

«He tenido el privilegio de ser el director de una orquesta de músicos magníficos». Así resumió ayer el cirujano Alberto Juffé los 25 años de cirugía cardíaca en A Coruña. El hombre que puso fin al peregrinaje a Madrid cada vez que el corazón reclamaba un bisturí y que hace un cuarto de siglo obró, con Gonzalo Pradas, el milagro del primer trasplante cardíaco en Galicia, dejó ayer diminuto el auditorio de Afundación, a donde cientos de personas acudieron a reconocer, con su presencia, la huella dejada por su saber hacer, y ser. Ya retirado del quirófano, presentó su libro, Con el corazón en la mano, lleno de «historias reales que encierran motivaciones, emoción, éxitos y tristezas». Y en todo ello parte de la vida compartida con 500 profesionales y 14.000 enfermos, 752 de ellos con un latido rescatado de la muerte.

Con el recuerdo del cardiólogo Alfonso Castro Beiras, que en 1990 lo buscó en el Puerta del Hierro de Madrid para convencerlo de que se viniese al Hospital de A Coruña, presidiendo la cita, enumeró Juffé los objetivos que se planteó entonces: desarrollar la cirugía cardíaca en la comunidad, el trasplante «en Galicia y para Galicia», con ello situar la autonomía «en el mapa de Europa», y poner en marcha el programa de formación de residentes, la docencia y la investigación. «Creo que se han cumplido», dijo ante un aforo al que se sumó el presidente de la Xunta, Núñez Feijoo, quien valoró que «a Juffé le debemos gran parte de la imagen de Galicia», y José Manuel Romay, presidente del Consejo de Estado, que lo definió como «el mejor embajador y orgullo de este viejo reino».

El éxito, a ojos de un cirujano que concibe la vida «como un maratón en el que al final algunos llegan a la meta», vino de la mano de un equipo «sin el que nada hubiera sido posible».

Dedicó al capítulo de agradecimientos buena parte de una emocionada intervención en la que Juffé habló de autocrítica permanente, de trabajar en equipo con el paciente, de sumar y estimular para que «cada uno fuera parte del éxito de todos», de tener la mente abierta para aprender de cuantos se ha cruzado en el camino, de humildad y de ética.

Mirar al enfermo

Recordó también el «momento mágico de sentarse ante el paciente» y, en una sanidad tecnificada, reivindicó el trato humano y el gesto de mirar al enfermo como «imprescindible para curar» y marca distintiva del profesional. Para ellos, él, que hizo de Galicia su tierra, reclamó también el esfuerzo necesario para lograr que no emigren a otros quirófanos.

«¿Hay algo más importante que aliviar el dolor al que sufre?», se preguntó un doctor que, a pesar de haber sentido que «todos los peldaños del éxito se bajan de golpe cuando muere un paciente», confesó haber vivido intensamente y sido «inmensamente feliz». «El futuro es prometedor», concluyó antes de regalar su penúltima receta: «Si las ilusiones se convierten en metas, la vida tiene sentido».