Protagonismo gallego en la Madrid Fashion Week con Kina Fernández, Sara Coleman y María Barros

Natalia Bore MADRID

SOCIEDAD

La antigua pasarela Cibeles llega a su ecuador

03 sep 2012 . Actualizado a las 17:31 h.

La cuarta jornada de la 56.ª edición de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, en la que se presenta la temporada primavera-verano 2013, tuvo ayer una indiscutible impronta gallega de la mano de la veterana Kina Fernández y de las más jóvenes María Barros y Sara Coleman.

En un momento de crisis, a la que ni el glamuroso mundo de la moda ha logrado escapar, Kina Fernández reivindicó lo que es una de sus señas de identidad: huir de lo extravagante para conquistar la calle con propuestas ponibles. «Hemos optado por prendas atemporales, más básicas. Se busca cada vez más fondo de armario, prendas que no cansen, que puedas reutilizar, que no sean tan llamativas», explicó María Álvarez, directora comercial de la firma e hija de Kina, para subrayar que «la colección tiene un gran sentido comercial, y aunque vista en las modelos las mezclas puedan parecer un poco más atrevidas, no tiene ninguna pieza imposible».

La seducción del color

Fiel a la filosofía de que la firma «vive de vender ropa», Kina Fernández puso sobre la pasarela la vuelta al estilo easy elegance americano de principios de los 90. Mostró una colección más limpia, simple en volúmenes y corte, pero que usa el color como contrapunto. «Es el protagonista», rubricó la directora comercial, enumerando el rosa shock, el turquesa o el ocre, muy estivales y casi ácidos, para vestidos largos de noche en sedas y satenes brillantes, de cortes limpios y enorme sensualidad.

La intensa personalidad de colores y tejidos hace innecesario nada más, apenas unos bordados y flecos de metal, y finos cinturones de cuero o cuerda como complementos.

Junto a las elegantes y coloridas propuestas para la noche, la colección se completa con vestiditos vaporosos sobre la rodilla para el día, fluidas faldas pantalón de volúmenes relajados y chaquetas de corte masculino, en tejidos rústicos como la tela de saco estampada o los linos de rayas en tonos neutros, rematando el look las sandalias de plataforma y las bailarinas en colores vivos.

La Musa dormida, la famosa obra de Brancusi, da nombre a la propuesta de María Barros, que concentró en vestidos curvilíneos la obsesión del escultor modernista por reunir todas las formas en una, simplificando volúmenes. «Él consideraba que conseguir un trabajo limpio era más complicado que uno rebuscado y me parecía interesante trasladar al patronaje y al modelaje esa obsesión», dijo.

De Brancusi al mar

Marrón chocolate, blanco, bronce, gris piedra y un sofisticado ciruela son los colores de una propuesta en la que los vestidos son los reyes indiscutibles, con trabajados volúmenes en hombros asimétricos o en las caderas, imitando los inconfundibles brazos de las mademoiselles de Brancusi. También el estilismo y los complementos le rindieron homenaje.

Una apuesta radicalmente diferente fue Subacuatic, la colección de Sara Coleman para la próxima primavera-verano. Inspirada en los fondos marinos, las estrellas de mar y los trajes de neopreno -sorprendentes y prácticos los tiradores de las cremalleras de sus vestidos-, sus diseños fusionan la paleta marina con tejidos orgánicos como lino (recubierto de poliuretano para conseguir el look brillante), algodón o viscosas en piezas muy ponibles. «Es una línea muy natural, para la calle», explicó Coleman. Porque hay que esquivar la crisis.

La jornada de ayer dejó propuestas para los gustos más diversos, pero con el común denominador del color y los estampados. Así, por ejemplo, Ana Locking firmó su colección más comercial hasta la fecha -una visión en la que todos los diseñadores coinciden, conscientes de que las ventas son el único modo de superar la crisis- con llamativos estampados.

Roberto Torreta, por su parte, aparcó el negro para aliarse con los colores. Amarillos y naranjas para una colección dulce, delicada y femenina en la que los vestidos fueron el eje.

Los hermanos Ailanto se mantuvieron fieles a su estilo, inspirándose en una villa de los años cincuenta y apostando por las blusas con volumen en las mangas.

Porcelana portuguesa y estampado de tapicería salidos de un viaje a Lisboa fueron, en el caso de Ion Fiz, las fuentes de inspiración para siluetas femeninas con volumen y pegadas al cuerpo en las masculinas. Los esperados y barrocos corsés de Maya Hansen bebieron de la cultura mexicana, mientras que Martin Lamothe se inspiró en Florencia y Juana Martín en su Córdoba natal.