Concello de Santiago y Xunta dejan sin ascensor a una mujer ciega de 88 años por una deuda entre ellos: «Se alguén o merece e necesita é Rufina»

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Fina González Vigo, de 88, en la puerta de su piso de la plaza de León, en Santiago
Fina González Vigo, de 88, en la puerta de su piso de la plaza de León, en Santiago Sandra Alonso

Raxoi denegó a la comunidad de vecinos una subvención que cubría la instalación del elevador por un impago que el organismo autonómico no reconoce: «No bloque hai dúas persoas máis que son moi dependentes»

23 sep 2023 . Actualizado a las 10:57 h.

Fina González Vigo tendrá esperar para poder salir de casa. ¿Hasta cuándo? A sus 88 años, su piso en el número 2 de plaza de León, en Santiago, se ha convertido en su prisión. Sufre un 99 % de discapacidad porque un trombo en el ojo izquierdo la dejó sin visión; el derecho, cargado de dioptrías, hacía años que lo había perdido. A ello se suman sus problemas de audición y las caídas que ha sufrido en los últimos años. Los 80 peldaños que separan de la calle su apartamento en el cuarto piso son un precio demasiado alto, y peligroso, a pagar por la libertad. Hasta que se instale un ascensor no podrá volver al local de Pontepedriña donde compartía vida con otras mujeres de su edad. Esperanzados en poder devolverle esa bocanada de vida, la comunidad de vecinos se movilizó para solicitar una subvención del Concello destinada a «mejorar la accesibilidad en viviendas de barrios desfavorecidos», que este mes, por sorpresa, llegó denegada.

Pero el lamento de Rufina, como la conoce su gente, no es el único de este bloque. «Hai dúas persoas máis que son moi dependentes. Unha delas ten unha perna ortopédica e outra está operada do corazón. Estes son pisos antigos, foi unha promoción de vivenda pública dos anos 70 e vive xente moi maior, moita con poucos recursos, e precisan dunha maior accesibilidade para continuar coas súas vidas», destacan desde la comunidad de vecinos del número 2 de la plaza de León, que ha tenido que remover cielo y tierra para conocer el motivo por el que Raxoi les ha denegado la ayuda: «Comprobamos que había dúas vivendas que non estaban ao corrente cos pagos co Concello».

La sorpresa llegó cuando conocieron a su propietario: el Instituto Galego de Vivenda e o Solo (IGVS), perteneciente a la Xunta. «O máis sangrante é que a débeda non corresponde cos dous pisos que teñen no noso so bloque, senón que é por outros que teñen pola cidade. Pero como pertencen ao mesmo dono non nola conceden, a pesar de que cumprimos co resto de requisitos. Se non fora por isto estariamos dentro da axuda», explican desde la comunidad de vecinos, que ya ha alegado la resolución de Raxoi, aunque con más corazón que fe: «Non entendemos que se unha Administración lle debe cartos a outra todos os veciños teñamos que vernos prexudicados. Ademais, segundo nos comentaron, o IGVS non está de acordo cos recibos que lle remite o Concello, polo que tampouco sabemos se esa débeda lla van reclamar».

Sin solución

Apáticos y desilusionados, así se sienten los vecinos de este bloque de Pontepedriña, que ven como el ascensor que tan cerca vieron se ha convertido ahora en una quimera: «O prazo para presentar a documentación xa foi irrisorio. Tivemos que presentar toda a documentación de cada propietario de que estaban ao corrente con Hacienda, coa facenda galega e co Concello. Foi cando vimos que dous pisos pertencían ao IGVS. Houbo que enviar outro informe para confirmar que todos os propietarios estaban de acordo coa obra, incluso o IGVS, que nolo tivo que notificar por escrito». A pesar del trabajo, Rufina parece que seguirá sin ascensor para poder volver a pisar la calle: «Se alguén o precisa é ela. Tivo que poñer unha bancada en cada andar do edificio para poder sentarse cando sube á súa vivenda, senón é incapaz. Esa muller necesita un ascensor, e de maneira urxente».

Admiten que sin ayudas será imposible porque reiteran que el bloque pertenece a familias de rentas bajas, que no podrán afrontar los 80.000 euros del coste de la instalación: «Estamos atados de mans, pero terían que ser as Administracións as que deberían facer algo. Puxemos este caso en mans do Valedor do Pobo, pero non podemos facer nada máis». La ilusión de Rufina de volver a reunirse con su amigas en el local social deberá esperar. Ella es otra víctima, y una de las más vulnerables, de la burocracia.

La comunidad teme que pueda quedar fuera de otro tipo de subvenciones

«No puedo hacer nada, pero podría charlar, hablar con gente. Y hasta podría volver al taller de memoria de la ONCE». Así se mostró Fina González cuando denunció por primera su dramática situación. Desde la comunidad de vecinos temen que su realidad no cambie: «Se os requisitos para outras axudas son os mesmos é moi probable que, se volven a saír, non podamos optar a elas». Por ello, reclaman a las Administraciones que solucionen un problema interno que impide mejorar la vida de las personas más vulnerables.

Mientras, Fina González Vigo y el resto de vecinos dependientes esperan por un milagro que permita que el número 2 de la plaza de León tenga por fin un ascensor. Aunque el médico le recomendó a Rufina que caminase después de la rotura de una rótula, por el momento su trayecto se ciñe a los pocos metros que hay entre la ventana del comedor y el salón. La televisión, sin vista y poco oído, tampoco es una distracción. Ni eso.

Desde o Pedroso

Sinsentido

¿Si los políticos no son capaces de solucionar problemas como los de Fina González, para qué están? A quién sirven nuestros representantes públicos si no es a los dependientes y a las personas vulnerables que ven como su casa se ha convertido en una pequeña prisión de la que no pueden salir. Cada vez resulta más difícil creer que la política abandonará la táctica y la ideología para cumplir con su cometido real: servir a los ciudadanos que con sus impuestos y su trabajo hacen girar la rueda.