¿Cuántas aplicaciones sobran en tu móvil?

César Rodríguez Pérez
C. Rodríguez REDACCIÓN

RED

DPA vía Europa Press

Los «smartphones» agradecen las limpiezas periódicas de «apps». Y no solo por ahorro de espacio, sino también para evitar un síndrome de Diógenes digital. A la hora de aplicar un método Marie Kondo al móvil, ¿se pueden eliminar las que vienen preinstaladas de serie y se resisten al borrado? Depende

09 nov 2023 . Actualizado a las 19:20 h.

La japonesa Marie Kondo (Tokio, 1984) se hizo famosa en todo el mundo con sus libros sobre el arte de organizar. La gurú del orden consiguió una legión de seguidores con un método espartano y ordenancista del que acabó apostatando. Clasificar absolutamente o todo en categorías, doblar las camisetas de tal forma que puedas meterlas en vertical en unos cajones impecables (dignos de fotografiar para hacer postureo en Instagram) o tirar todo lo que no se use en el día a día (o no despierte «alegría») no eran mandamientos compatibles con tener tres hijos en casa. Lo confesó en el Washington Post a principios de año. La magia del orden (el título de su libro estrella) era un ideal, lo importante es mantener la «calma y la felicidad».

Kondo, una influencer con serie en Netflix y millones de lectores en todo el mundo, ha marcado tendencia en la segunda mitad de la pasada década. Y no pudo resistirse a ofrecer un curioso método para organizar las aplicaciones que tenemos en el móvil. Su propuesta, sugerida en un post de Instagram de marzo del 2020, era original y vistosa, aunque tal vez poco práctica: organizar las apps por colores y no por categorías.

Aquella idea no hizo historia, pero recibió 44.000 comentarios y ayudó a reabrir un debate eterno: el del orden en el móvil. Los smartphones se han convertido en máquinas imprescindibles. Nos comunicamos. Compramos y pagamos. Llevamos el control de nuestras cuentas. Miramos a qué hora pasa el bus. Consultamos el pronóstico del tiempo. Nos informamos. Leemos. Vemos vídeos. Escuchamos la radio. Buscamos direcciones. Controlamos nuestros electrodomésticos. Abrimos la puerta de nuestra casa o del coche.

Podemos mencionar tareas y funciones apilarlas hasta alcanzar una «altura infinita» como la del árbol de Navidad que pondrá este año Abel Caballero en las luminosas Navidades de Vigo. Y aun así nos quedaríamos cortos para remarcar la esencialidad de los móviles y las aplicaciones en nuestra vida cotidiana.

¿Conviene tener ordenadas las pantallas de nuestros terminales? ¿Tiene sentido mantener instalada una app que no hemos usado en tres años? ¿Son eficaces las notificaciones cuando no paran de llegar y se acumulan? ¿Cada cuanto tiempo hay que hacer una limpieza para evitar padecer un síndrome de Diógenes digital? Internet está llena de propuestas para responder a estas preguntas. Hay quien incluso propone aplicar el espíritu del método Marie Kondo: efectuar una limpieza rápida y fulminante, clasificar las apps en carpetas y eliminar las que «no te hagan feliz» (y ya no se usen). ¿Tiene sentido? Lo tiene, pero a la hora de sacar la escoba y el recogedor digital conviene tener en cuenta ciertos aspectos:

Almacenamiento lleno, móvil a trancas y barrancas

Un móvil es un pequeño gran ordenador. Necesita espacio libre de memoria para funcionar de forma óptima. Si lo utilizamos con el almacenamiento casi lleno, seguramente no irá bien. Los terminales suelen avisar cuando se llegan a umbrales peligrosos y, a la vez que ofrecen soluciones en la nube (previo paso por caja), también sugieren varios métodos.

Las opciones más habituales pasan por eliminar aplicaciones, meter la tijera a los archivos intercambiados en programas como WhatsApp (pueden ocupar decenas de gigas) y eliminar historiales de navegación. La primera opción puede hacerse a través de los ajustes del sistema operativo o de las tiendas Google Play o App Store (te revelan cuantas tienes instaladas) y permite revisar qué tamaño ocupa cada app, qué permisos tiene y cuándo fue la última vez que la abrimos. Con esa información, se puede acometer una revisión crítica, borrar lo que haga falta y clasificar las que se quedan.

FLORENCE LO | REUTERS

 Las imprescindibles carpetas y el «bloatware»

Las carpetas son el mecanismo fundamental para hacer limpieza visual en un móvil. Permiten agrupar accesos a aplicaciones. Y aumentan su utilidad si se establece un sistema por categorías como Finanzas (distintos bancos, Fintech, inversiones), movilidad personal (la ORA, el alquiler municipal de bicicletas, los horarios del bus), objetos inteligentes (enchufes, cámaras, calefacción), tiendas, diarios digitales... Las opciones son infinitas, pero hay que tener en cuenta un factor. Normalmente una carpeta permite alojar hasta nueve iconos, pero llegar a esa cantidad hace invisible a primera vista unas cuantas. Y en el móvil solemos querer acceder a todo con urgencia.

Las carpetas también son una buena solución para colocar en un sitio discreto el bloatware de los dispositivos Android que no ofrecen el sistema operativo puro de Google e incorporan una capa de personalización con extras. 

Esas apps que vienen preinstaladas por fabricantes como Xiaomi en muchos casos duplican funciones y probablemente nunca se vayan a usar. No siempre se pueden desinstalar. Cuando esa opción está restringida, básicamente queda una opción: forzar su detención y deshabilitarlas. Así no se eliminan del todo, pero consumirán menos recursos. ¿Qué podemos hacer cuando detectamos alguna recalcitrante que se resiste incluso a esa maniobra? Buscar en la Red y tener mucha prudencia antes de adoptar acciones drásticas o complejas. Acabar teniendo que restaurar el dispositivo a modo de fábrica suele causar contratiempos y pérdida de valiosa información. 

Pantalla minimalista o ningún espacio vacío

Es un viejo refrán de la joven era digital: la pantalla de un escritorio de ordenador dice mucho sobre el usuario. Si está limpio y ordenado, se le atribuyen actitudes y aptitudes positivas. Si es un caos, todo lo contrario. Ese dicho se aplica también a la pantalla de inicio del móvil. Hay varios prototipos con infinitas variaciones:

  1. El minimalista sitúa en primer plano, de forma jerarquizada y atendiendo a la estética, tres o cuatro iconos y  widgets (o carruseles con widgets), los que más utiliza, y después accede al resto. 
  2. El funcional no deja un espacio vacío. Coloca los accesos a las aplicaciones y los widgets (por ejemplo el tiempo) por importancia y necesidad. Y va clasificando el resto de pantallas conforme a ese criterio. 
  3. El artístico usa las funciones que permiten ahora los smartphones para elegir un tema determinado, imponer un código de colores a las aplicaciones y revestir la interfaz del terminal con elementos de una estética determinada. 
  4. El caótico deja la pantalla de inicio como se la encontró cuando inició el móvil y va acumulando iconos sin ton ni son según las instala. Acaba por encontrar las aplicaciones usando la búsqueda, y no de un vistazo o de memoria. 

A partir de estos prototipos, caben infinitas variaciones. Los del 4 suelen necesitar con más urgencia una buena limpieza digital.