El rey emérito vuelve a Sanxenxo para navegar y Paco corre con sus empanadas

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

SANXENXO

M.Moralejo / E. V.P.

Juan Carlos I arribó a la casa de su amigo y anfitrión Pedro Campos a la hora de comer. Para entonces, quienes le esperaban ya habían devorado las viandas de mejillón, choco o atún obsequio de una panadería sanxenxina

25 sep 2023 . Actualizado a las 17:09 h.

Que el rey emérito Juan Carlos I vuelve desde Abu Dabi a Galicia para desembarcar en Sanxenxo y participar en regatas de vela es ya una tradición. Se trata de la cuarta vez que visita esta tierra desde que en el año 2020 se marchó a los Emiratos Árabes. Y toda costumbre tiene su guion establecido, que en esta mañana de lunes se cumplió de forma milimétrica. El monarca aterrizó en el aeropuerto de Peinador, lo recogieron sus íntimos amigos y anfitriones, es decir, el matrimonio formado por el conocido y premiado regatista Pedro Campos y Cristina Franze, se subió al Volvo blanco de estos, viajó hasta Sanxenxo y, sin decir ni palabra, aunque saludando con la mano, se internó en el chalé que ellos tienen en Nanín (Sanxenxo) para seguramente disfrutar allí mismo de una comida de bienvenida que, salvo sorpresa, debería incluir algún pescado fresco de la ría (una de las cosas que más le gustan al emérito). Es decir, la agenda habitual desde que el monarca reside en el extranjero y viene a España exclusivamente para regatear con sus amigos en Sanxenxo. Tan fiel fue el argumento al de anteriores visitas que ni siquiera Paco falló a la cita. ¿Quién es él? La persona que da nombre a una panadería de Sanxenxo que una vez más se adelantó a la llegada de Juan Carlos I y envió unas cuantas empanadas a los periodistas que hacían guardia ante la casa de Pedro Campos. Aunque las viandas, rellenas de buen choco, mejillón o atún con huevo eran abundantísimas, cuando llegó el monarca no quedaba prácticamente ni la prueba. 

Sanxenxo amaneció este lunes con el veranillo de San Miguel adelantado: mucho sol y bastante calor. Agosto no es septiembre, ni mucho menos, pero en la villa turística por excelencia todavía quedan retazos del verano y a media mañana el ambiente era animado en el paseo de Silgar. Aún así, a pesar de que aún hay ajetreo veraniego, a nadie le pasaba desapercibido el despliegue mediático en la carretera que va a Pontevedra, en Nanín, en ese punto al que ya nadie llama de otra manera que no sea «la casa de Pedro Campos». Conforme las televisiones y demás medios iban aparcando, una vecina concluía rápidamente: «Se nota que está a punto de venir el rey, ya casi no se puede pasar por la acera con tantas cámaras».

En realidad, faltaba todavía un buen rato. El monarca aterrizó en Peinador sobre las 13.36 horas. Y, unos 50 minutos después, llegó a Sanxenxo de copiloto en un Volvo blanco conducido por Pedro Campos en el que también iba, en el asiento de atrás, Cristina Franze. La gran duda es si bajaría la ventanilla para hacer unas declaraciones. No lo hizo. Vestido muy casual, con un chaleco beis y una camisa de tonos azulados, Juan Carlos I levantó la mano a modo de saludo, pero evitó pronunciar palabra. El coche se adentró en el callejón donde está la casa de Campos, una vivienda que mira a la ría de Pontevedra, en cuestión de segundos, dejando atrás a la prensa, al personal de seguridad y a los efectivos de la Guardia Civil que acompañaron su llegada a Sanxenxo.

¿Qué va a hacer Juan Carlos I en Sanxenxo? El monarca vino, como siempre, para navegar. Tiene regata, a bordo del Bribón, el viernes por la tarde y el sábado y el domingo por la mañana. Además, en la tarde dominical se prevé que participe en la entrega de premios de la competición, que por algo lleva su nombre. ¿Y antes? Quienes suelen acompañarle en sus visitas a Sanxenxo señalan que la estancia del monarca hay que interpretarla como la visita de un amigo a personas de su círculo más íntimo, con Pedro Campos y Cristina France a la cabeza. No tiene una agenda programada y, aunque el objetivo de su estancia es participar en la competición de vela, antes del viernes probablemente irá según apetencias o lo que surja en cada momento. Puede que hagan las comidas y las cenas en casa de Pedro Campos, donde se siente totalmente cómodo y donde cuenta ya con una habitación propia, o puede que en algún momento salga a algún local hostelero. En algún momento seguramente acuda al club náutico de Sanxenxo, aunque ya ha dejado de participar en aquellos cafés mañaneros de antaño, cuando aún vivía en España y acudía sonriente a las reuniones clásicas de patrones previa a las regatas con un tentempié de por medio. 

Es probable, eso sí, que el monarca reciba visitas en casa de Pedro Campos, porque ya cuenta con un círculo de amistades en Sanxenxo que acude a verlo cuando vuelve de Abu Dabi para regatear. Se insiste en que mantendrá un perfil bajo y discreto, como en otras ocasiones, y nada se sabe sobre si va a coincidir o no con su hijo, que el jueves acude hasta la isla de A Toxa para participar en un foro en el territorio insular de O Grove. A padre e hijo les separarán únicamente 15 kilómetros, pero no se sabe si acabarán viéndose las caras.  

Según explican desde ese círculo de amigos del monarca con los que le une la enorme pasión por la vela, es muy probable que si el tiempo es favorable el miércoles y el jueves el rey emérito acuda a entrenar para la regata del viernes. Señalan estas mismas fuentes que llega a Sanxenxo totalmente animado por lo sucedido en el Reino Unido. Cabe recordar que la tripulación del Bribón, que además del monarca está formada por Pedro Campos, Jane Abascal, Ross McDonald, Roi Álvarez, Simon Fisher y Alberto Viejo, ganó en la división clásica del campeonato mundial de vela de la clase 6m que se disputaba en aguas británicas. Así que, con el subidón de la victoria, en Sanxenxo creen que Juan Carlos I, a sus 85 años, querrá meterse en el agua en cuanto se recupere del viaje en avión desde Abu Dabi. La vela, dicen quienes le tratan de cerca, es actualmente la gran pasión y ocupación del rey emérito; a ella le dedica «el 99 % de las conversaciones». Y ese, además de los amigos, es el motivo de que haya convertido Sanxenxo en su puerto base en España.