El caso que estremeció a toda una ciudad

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

La ciudadanía arropó a la familia y allegados en las manifestaciones por el caso de Sonia Iglesias.
La ciudadanía arropó a la familia y allegados en las manifestaciones por el caso de Sonia Iglesias. ramón leiro< / span>

Comisarios, fiscales y vecinos se han volcado tras la desaparición de Sonia

22 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

A medida que pasaban los días los escalofríos sacudían Pontevedra con más intensidad. La desaparición de una vecina de 38 años, encargada de una tienda de Massimo Dutti, con un hijo de entonces 7 años y que vivía con su novio en un piso de Campo da Torre se colaba dentro de la piel de todos y cada uno de los habitantes de la ciudad. Su historia era tan real como irreal parecía la falta de noticias y de pistas que explicaran qué le había ocurrido a Sonia Iglesias.

Los hechos estaban claros: el día anterior su hermana Maricarmen había hablado por teléfono con ella y todo parecía normal. Al parecer, estaba pensando en separarse y así se lo había comunicado a las responsables de una asociación de mujeres maltratadas. Nada más. No existen acusaciones por agresiones o abusos de cualquier índole de Sonia contra su pareja.

Esa misma mañana, el 18 de agosto del 2010, Sonia se dirige con su todavía novio, Julio Araújo, a una zapatero ubicado en la calle Arzobispo Malvar, pero ella se baja antes por razones de tráfico. La mujer entra en la tienda y deja algo de calzado para arreglar. Eran alrededor de las 10 horas. No se volvió a saber nada más de ella. Araújo bajó a desayunar a una cafetería de los alrededores de su vivienda, en el barrio de Campo da Torre. A partir de este momento las versiones se diluyen, contradicen o, simplemente, no existen. De lo que no parece haber dudas es de que a las 11.40 horas su cartera aparecía tirada en una cuneta de la carretera entre Pontevedra y Vilagarcía.

De incredulidad a sospecha

La confusión fue dando paso a la incredulidad y, tras ella, llegó la ira y las sospechas. Toda la ciudad y los municipios cercanos se volcaron en unas labores de búsqueda que llenaron el cielo, el mar y la tierra de voluntarios y profesionales dispuestos a dar con alguna pista sobre el paradero de la joven. El despliegue ayudó a que tres días después, el 21 de agosto, apareciera el resto de sus enseres personales cerca del poblado de O Vao. Sin huellas.

Las muestras de apoyo salieron enseguida a la calle y, aunque al principio las concentraciones eran semanales y más íntimas, pronto se convirtieron en multitudinarias y mediáticas. Al igual que una mezcla de ambas fue la peregrinación que los familiares y amigos de la desaparecida realizaron menos de un mes después a los Milagres de Amil. Era un instrumento como otro cualquiera. Aún a día de hoy algunos establecimientos pontevedreses siguen exhibiendo carteles con la cara de la mujer, y cada año, agosto llena el centro de la ciudad con una manifestación multitudinaria.

Los mandos, marcados

Pasaban los meses, y la frustración por la falta de certezas se fue apoderando de todos. Incluso de los protagonistas de la investigación. El propio jefe superior de la Policía Nacional en Galicia, Jaime Iglesias, confesaba en el momento de jubilarse, el 15 de mayo pasado, que lo hacía con la «espinita» de no haber podido resolver el caso clavada en el uniforme. También el jefe superior del UDEV, Serafín Lorenzo, dejó su cargo con sensación agridulce.

Entre tanto, han pasado por la Subdelegación del Gobierno dos responsables: Delfín Fernández y el actual, Antonio Coello, quien una de las primeras cosas que hizo tras su toma de posesión, en marzo del 2012, fue reunirse con la familia de la pontevedresa. Otros cuatro delegados del Gobierno han sido testigos de los esfuerzos policiales y judiciales, y de su falta de resultados definitivos; entre ellos el pontevedrés Antón Louro, Manuel Ameijeiras, Samuel Juárez y el actual, Santiago Villanueva. Todavía sigue en la lucha el fiscal jefe de la Audiencia, Juan Carlos Aladro, quien advertía en una entrevista publicada en La Voz el 12 de enero del año pasado que «mientras yo esté aquí, voy a seguir dándole vueltas, se archive o no» el caso de Sonia Iglesias.

Los intentos de la Fiscalía y la acusación particular para evitar su archivo han sido múltiples y evidentes: desde imputar a Julio Araújo sin nuevas pruebas dos años después de la desaparición de Sonia, hasta trasladar el caso al juzgado de Violencia de la Mujer -en septiembre del 2013- para revitalizarlo, y aceptar la realización de nuevas diligencias, aún a sabiendas de que podrían no arrojar ninguna luz sobre el caso.