Alberte, el roquero y profesor que enseña Historia en Barro sin obligar a chapar fechas

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Alberte Fernández, que no toca la guitarra sino el bajo, en un aula del instituto de Barro.
Alberte Fernández, que no toca la guitarra sino el bajo, en un aula del instituto de Barro. CAPOTILLO

Descubrió su vocación por cómo le explicaron la Revolución Rusa y ahora él intenta transmitir a sus alumnos la pasión que sintió entonces

03 mar 2024 . Actualizado a las 18:10 h.

Roquero se nace y profesor de Historia se hace. La frase puede ser verdad o mentira; cierta o falsa dependiendo de la historia de cada uno. Pero en el caso de Alberto Fernández (Poio, 1992), que es tan músico como maestro, igual se acerca bastante a la realidad. Lo del rock seguramente viaje en sus venas desde siempre, o desde que descubrió a grandes como a Led Zeppelin, y por eso acabó amarrándose un día a un bajo para aporrearlo y no soltarlo más. Lo de ser docente de Historia es algo que llegó a su vida en forma de revolución y en plena adolescencia. ¿Por qué? Porque un profesor de Historia que tuvo en el instituto A Xunqueira II de Pontevedra, Pablo Barreiro, le explicó la Revolución Rusa con tanta pasión que Alberte sentenció: «Eu quero ser profesor de Historia». Y ahí está, dando clase en el instituto de Barro, donde vive su familia, y siendo muy consciente de que si a él un docente le cambió la vida, le despertó su pasión profesional, lo mismo puede pasar con quienes ahora se sientan en los pupitres a escuchar lo que tenga que decirles: «Creo que case todos os profesores somos conscientes do que podemos influenciar aos alumnos», confiesa hablando tal y como es, reflexivo, con semblante serio y hasta evidenciando cierta timidez.

Viajamos con Alberte a su adolescencia. A ese momento en el que descubría el rock y andaba aún por la vida sin saber a qué quería dedicarse. Vamos a ese momento para evidenciar, una vez más, la huella que puede dejar un buen (o mal) maestro. Él estaba en la ESO en Pontevedra y, efectivamente, se quedaba embelesado con las clases de Historia y también tomaba muchas otras decisiones sobre su vida: «Foi entón cando tomei conciencia da importancia do idioma e empecei a falar galego, por exemplo. Eu xa o falaba na casa, pero non no instituto. Supoño que todo iso cambioume a vida», explica. 

Estudió Historia y, gracias a la insistencia materna, se presentó a las oposiciones para ser profesor. Antes de sacar plaza, le llamaron para trabajar durante la pandemia, así que recorrió varios institutos gallegos. Se reconoce espartano en la preparación de los exámenes: «Púxenme moi en serio, cun horario marcado, creo que non queda outra», explica. Sacó la plaza en el 2022 y se plantó en Vigo, en un instituto donde ya dio muestras de que es un docente especial. Le cuesta contarlo, pero lo cuenta: «Lembro a un rapaz que sacaba malas notas, tamén na miña materia. Sempre viña a clase con camisetas de grupos de rock. Empezamos por aí, díxenlle que eu tocaba o baixo, que estaba en grupos de rock... e empezou a estudar Historia como nunca fixera. Cando chegabamos ás avaliacións e comigo tiña un sete ou máis ninguén o podía crer. Pero é que se esforzaba moito na miña materia, o cal foi emotivo», explica.

De Vigo pasó a Barro, a un instituto rural y a una tierra bien especial, ya que de allí es su familia y allí vivió él también. Es el único profesor con la especialidad de Historia en el centro y, una vez más, se está decantando por hacer las clases diferente. ¿Toca estudiar el románico? Alberte cree que sería imperdonable explicarlo sin ir a ver y sin hablar de la iglesia de Agudelo, uno de los ejemplos mejor conservados de arte románico de la comarca de Pontevedra y ubicada a tiro de piedra del centro. También huye de la chapatoria. Aunque reconoce que hay que saber encuadrar los acontecimientos históricos en sus períodos correspondientes, le da dolor de cabeza pensar en obligar a sus alumnos a chapar fechas de batallas y demás. Y cree que lo importante es que entiendan los procesos: «Coa Revolución Francesa fixen grupos e cada un tiña un papel, dende o rei á nobreza... e tiñan que ir actuando como tal. Iso copieillo ao profesor de Historia do que falei antes», confiesa, dejando claro que la huella de un buen maestro es más que alargada.

«Agora mesmo paso as tardes e as fins de semana preparando clases, non queda outra» 

Sin levantar la voz, sin necesidad de hacer demasiado ruido, Alberte es de los que habla con determinación y critica determinadas cuestiones relacionadas con la enseñanza o más bien con las condiciones en las que los profesores tienen que impartir las clases: «Penso que practicamente todo o profesorado quere facer as súas clases distintas, amenas e que intenta dinamizalas. O problema é o tempo que tes para preparalas. Eu agora mesmo paso as tardes e as fins de semana preparando clases, non queda outra. Pero eu non teño fillos. Eu vexo a miña irmá, que si ten unha filla, e creo que se fora ela non podería facer o que agora fago».

Explica que tanto él como otros muchos compañeros dan tanto la asignatura en la que son especialistas, en su caso Historia, como otras afines. Así que el trabajo de preparar las clases se multiplica. Él este año tiene que preparar cinco programaciones distintas; las de los tres cursos en los que imparte Historia, las de la asignatura de Economía que también da y una más de FOPP (Formación y Orientación Personal y Profesional). Aún así, y siempre insistiendo en que el currículo hay que darlo, va a intentar innovar. Y sueña con el momento en el que toque hablar de las décadas de los setenta, ochenta y noventa y pueda hacer desembarcar en clase a Led Zeppelin o Nirvana para que los rapaces se hagan con la música y la estética de entonces. «Oxalá cheguemos a dalo e logre que lles resulte atractivo», indica.

Más allá de las clases, como es el tutor de cuarto de la ESO, el curso más alto en su instituto —no tienen bachillerato—, también se metió a organizar el viaje de fin de ciclo, al que él y otro compañero irán con los alumnos. Eso sí, barrió para casa: «Viaxaremos a Roma, así que a historia non a imos deixar atrás», concluye.