Las cascadas de Eduardo Pondal

PONTEVEDRA

El bardo y autor del himno gallego, Eduardo Pondal, salpicó con sus versos el «val nativo» de Ponteceso. Cerca de su cuna se esconden dos cascadas, el Pozo da Señora y la caída de Brixería, objeto de su pluma

13 nov 2023 . Actualizado a las 19:41 h.

Los «eidos nativos» del bardo esconden estampas a las que Eduardo Pondal fue dorando con sus versos. Es el lugar donde el Anllóns se funde con el Atlántico «con nobre maxestade», en un espectáculo silencioso, pero de una belleza cegadora. Una postal digna de los mejores poemas del autor pontecesán.

El río baja manso y callado, separado de tierra por el viejo malecón construido por Cesáreo Pondal, el hermano del bardo que levantó el pueblo sin que haya tenido la gloria de Eduardo, al que recriminaba su nula contribución al peculio familiar. Cesáreo hizo la barrera para impedir que la marea del estuario invadiese el juncal, y así lo convirtió durante decenios en tierra de labor. Al otro lado del grueso muro, ahora convertido en sendero de caminantes, baja el Anllóns sereno al encuentro de su casamiento con la mar. Andar estos parajes invita a la paz.

Ya al final del malecón y en dirección a O Couto, junto a las primeras casas, se esconde el Pozo da Señora. Allí el bardo advierte de que lo habita una «princesa moura encantada». Un monolito pondaliano da testimonio de la cita poética. Es donde el Rego de Lagares se deja caer por la pendiente. Al llegar allí hay que cerrar los ojos y pedir un deseo, pero solo se admiten peticiones de bienes inmateriales. En las visitas, a los niños les cuentan que, a veces, salen de entre los árboles hadas con vestidos de colores.

Félix Neira, profesor pontecesán, encontró en una parroquia vecina un documento del siglo XVII en el que se habla de una Virxe da Cascada. Y también recogió testimonios de la tradición oral de que allí mismo una mujer vestida de blanco iba a lavar la ropa por la noche y de madrugada, pero desaparecía cuando se acercaba gente. Otros le contaron que la señora se peinaba en aquel lugar y tocaba las campanas por la noche.

La otra cascada, oculta a la vista general por la expansión de eucaliptos y acacias, es la de Brixería. Hay que cruzar el lugar de O Couto y seguir hacia la siguiente aldea, que lleva el nombre del salto de agua, que también llamó la atención del bardo bergantiñán, uno de los tres pilares del Rexurdimento. El también conocido como Rego das Bouzas se lanza monte abajo «con ímpetu» por la «abrupta pendiente». En invierno, relata el poeta, forma «una rugiente catarata». En los tiempos de Pondal su música se percibía a dos o tres kilómetros de distancia.

El agua fue domesticada por tramos para mover numerosos molinos. Hay unos siete, pero el guía turístico de Ponteceso, Javier Couto, asegura que había una docena. Cuatro de ellos están fácilmente accesibles, pues hubo unas obras de adaptación. A medida que uno asciende va gozando del agua despeñada, que parece que va recitando todos los poemas juntos de Pondal de carrerilla con el ritmo y la rima de forma atropellada. Llegar hasta el punto más alto accesible tiene premio, pues la cascada se manifiesta en todo su esplendor. Lamentablemente la maleza esconde otros tramos y, al menos, otros tres molinos más. El olvido que aún da más valor al tesoro.

¿Dónde?

«Val nativo» de Eduardo Pondal, en Ponteceso

¿Qué?

Las cascadas del Pozo da Señora y la de Brixería