La primera monitora de autoescuela de España: «Conmigo se sacaron el carné abuelos, padres e hijos»

María Cobas Vázquez
María Cobas O BARCO

PETÍN

Adelaida Arias Fernández, en su despacho en O Barco.
Adelaida Arias Fernández, en su despacho en O Barco. Santi M. Amil

Adelaida Arias fue pionera en un mundo de hombres

13 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Adelaida Arias Fernández (Petín, 1935) es una de esas mujeres que nunca se dejó avasallar por el hecho de serlo. Y eso que no fue fácil crecer en plena posguerra y decidir estudiar y trabajar fuera de casa en los años más duros de la dictadura. Pero ella siempre tuvo, y todavía tiene, las ideas fijas. Así que si había que apretar los dientes, los apretaba, pero echarse atrás, nunca.

Adelaida cursó con muy buenas notas Graduado Social y Magisterio y pronto comenzó a dar clases en el Liceo Francés en Vigo. Allí estaba trabajando cuando se casó. Era 1961 y su marido quería volver al pueblo. No se acostumbraba a la ciudad, así que se instalaron en A Pobra de Trives (él había nacido en San Xoán de Río, así que tiró para casa). Abrieron una gestoría y una autoescuela. Además, Adelaida daba clases preparando a las niñas para hacer el Bachiller. «Había poca afluencia de alumnos para sacarse el carné de conducir», recuerda. Tras unos años en el macizo central, la pareja decidió trasladarse a O Barco de Valdeorras. Era 1967. «La gestoría siguió llamándose Arias, pero la autoescuela pasó a llamarse Rodicio. Mi marido quiso que llevara su apellido. Además, en A Rúa estaba la autoescuela de mi hermana y tener el mismo nombre llevaba a engaño», explica. Eso sí, fue poco más que un cambio en el letrero, «porque todo el mundo la siguió conociendo como Arias». Adelaida no puede más que reír cuando recuerda los comentarios jocosos que le hacían a su marido al respecto. «Siempre le decían que las mujeres heredaban los apellidos de sus maridos y no al revés, como era en nuestro caso», apunta sin ocultar cierto orgullo.

A finales de los años 60 se creó la Dirección General de Tráfico —hasta aquel momento los exámenes de conducir dependían de Industria, «por eso mucha gente llamaba a los examinadores ingenieros, porque antes lo eran», apunta Ramón Cao, sobrino de Adelaida— y entre las competencias que asumió estaban las de las pruebas para obtener el carné. En el 68, Tráfico pidió a los propietarios de autoescuelas una relación de los monitores que tenían. En aquel momento, cuenta su sobrino, en Ourense no se atrevieron a enviar una relación de nombres a Madrid en los que aparecía una mujer dando clase. Así que finalmente el nombre de Adelaida se borró de la lista, a pesar de que ella preparaba a los alumnos para el examen teórico.

Todos los que en aquel momento trabajaban en autoescuelas recibieron su carné de monitores. Menos Adelaida, que se quedó sin él. Por poco tiempo. Se presentó a la primera convocatoria oficial de examen para sacarse el título de monitor. Pasó el primer examen en León, de cultura; después el práctico en Ourense y llegó a la tercera prueba, ya en Madrid. Allí tocaba defender un tema. Adelaida sacó la bola. Antes de comenzar a responder escuchó la conversación entre otros dos opositores. Uno le decía a otro de irse al bar a tomar algo, pero el segundo le respondió que no: «Espera, que ahora va una mujer y le tocó mecánica, ya verás lo que escuchamos», dijo riendo. Aquel comentario solo sirvió para centrarla en su objetivo de aprobar. Y lo hizo. La valdeorresa fue una de las 250 personas que consiguió el título entre cinco mil aspirantes. Fue la única mujer en toda España, la primera en superar el examen. Era 1971.

Aquel que escuchó justo antes de examinarse fue uno de los muchos comentarios machistas que Adelaida oyó a lo largo de su carrera profesional. Pero nunca dejó que pesaran demasiado. Tampoco cada vez que se sentía discriminada en un mundo tan masculino como era el de conducir. Pero no le importó. Siempre tiró para adelante, con su trabajo y con su familia. «Habrá tantas que hicieron igual que yo, compaginando trabajo en el hogar y de cara al público», relata. No se pone méritos. Tampoco se los quita. Eso sí, fueron años de mucho trabajo. «La mayoría de los días no me iba a casa hasta las 22.30 horas. Y peor fue cuando hicieron la presa de Sobradelo. El último turno de trabajadores llegaba a la autoescuela a las diez de la noche y no se iba hasta las once y media. Aquellas jornadas sí que eran largas», señala.

En los más de cuarenta años que trabajó en O Barco, Adelaida hizo una clientela fiel. No solo les enseñaba las normas de tráfico. Muchos de sus alumnos, sobre todo en los inicios del negocio, aprendieron a leer con ella. Y eso creó unos vínculos que hicieron que familias enteras pasaran por sus clases. «Conmigo se sacaron el carné abuelos, padres e hijos», apunta con la satisfacción que era la respuesta a un trabajo bien hecho.

Viuda, Adelaida sigue residiendo en el piso ubicado encima del que fue su negocio hasta que se jubiló con 75 años. No estaba en sus planes hacerlo, pero un desprendimiento de retina trajo parejo un consejo médico: o paraba de forzar la vista o se arriesgaba a quedarse ciega. Así que desde hace trece años ya no trabaja, aunque sigue bajando con frecuencia a la gestoría que ahora regenta su hija. No está de cara al público, pero le gusta recuperar de vez en cuando su despacho y salir a saludar cuando alguien viene preguntando por ella. Dice que es frecuente que lleguen barquenses emigrados —«muchos se fueron para Alemania y Suiza»— contando que allí se sacaron el carné de conducir y preguntando por la señora que les había dado las clases teóricas. A Adelaida le gusta escuchar cómo la nombran del otro lado de la puerta y no duda en salir a saludar. Porque dice que si algo vale la pena en esta vida es ser agradecida. Y ella lo está. A O Barco «por cómo nos acogieron cuando muy bien aunque éramos extraños», destaca; y a los que durante décadas fueron sus alumnos. A miles de personas enseñó ella todo lo que había que saber antes de ponerse al volante de un coche, una moto o un camión.

Su historia la ha hecho merecedora del primer premio Compromiso Amicar, impulsado por la academia de transportes y la fundación Avata de ayuda al accidentado. «Quiere ser un reconocimiento a una mujer pionera en un mundo machista», explica Ramón Cao, gerente de Amicar. Reconoce que tuvo reticencias por ser su tía la homenajeada, pero desde el jurado entendieron que era la persona perfecta para esta primera edición de los premios. La entrega será el viernes.