Si yo no te veo, tú no me ves. Es una frase infantil que produce mucha ternura cuando te la dice un niño pequeño mientras se tapa los ojos con sus manitas. Pero cuando esa expresión pueril sirve para resumir la actitud de un gobernante, la reacción es radicalmente contraria. Que el alcalde de Ourense no vea que, a pocas calles de la suya, hay personas no ya en riesgo de exclusión sino excluidas de facto produce una honda desazón. Mientras anuncia una reestructuración de los servicios sociales que los profesionales del sector censuran, el regidor no se sonroja al decir que en «Ourense nadie pasa hambre». Bendito Ourense el suyo, de color de rosa. Si nadie pasa hambre me pregunto entonces por qué están a tope Cruz Roja o Cáritas o tantas otras organizaciones que miran a los ojos a la realidad menos bonita, la de la gente que lo pasa mal. Gente que necesita ayuda, pero también que los demás reconozcamos que existen. Me lo dice siempre una amiga. A una persona que te pida por la calle, si quieres, no le des dinero, pero mírala a la cara. Es lo mínimo que puedes hacer.
Está claro que el gobierno local, del que forma parte gente que durante un tiempo vendió estar de parte de la calle y contra los poderosos, ve las cosas de otra manera. Supongo que pagar con dinero municipal comidas a base de «menús degustación» de hasta 469 euros (sin identificar en la factura a los comensales) te hace pensar que los demás no pasan hambre porque tú tienes la barriga llena. Que alguien le diga que sigue habiendo menús del día. Baratos y con los que no se pasa hambre.