Esculpir la vida

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE

R. Nóvoa

14 abr 2024 . Actualizado a las 10:57 h.

Admiro profundamente a las personas que son capaces de hacer cosas con sus manos. Cosas bonitas. Las clases de plástica eran una tortura para mí por mi incapacidad para crear. Por no poder, no podía ni reproducir lo que me pusieran delante. Tener un encargo como tarea ya era sufrir, directamente. Por eso me parece de un mérito fuera de lo normal el trabajo de los artistas, sobre todo de los buenos. Los tópicos han contribuido a que, en ocasiones, se perciba a estos creadores como excéntricos o huraños. Pero con los artistas pasa como con el resto del mundo: de todo hay. Esta semana se abrió en el Marcos Valcárcel una exposición del ourensano Xosé Cid —el comisario es su hijo Rosendo, algo que para el escultor resulta a todas luces emocionante— y los murmullos previos y posteriores a la inauguración no solo contenían alusiones a su obra. También a su obrar. Los comentarios no solo aludían a las formas de sus esculturas, también a sus formas. Sin más pretensión que confirmar su versión, muchos de los asistentes (entre ellos un destacado número de artistas) señalaban al protagonista e insistían en que su obra era como él: humana, amable, suave, sólida.

Mientras su hijo explicaba cómo la muestra resume su trayectoria, yo no podía dejar de mirar una de sus primeras obras, en granito, que nunca había expuesto. Conozco sus piezas sobre la maternidad, la familia o la adolescencia, pero me quedé prendada de esta: cuanto más la miraba, más se me parecía a mis hijas abrazadas. Qué suerte saber convertir la piedra en una obra de arte capaz de emocionar.