Terror, la perversa utilización del lenguaje

Gumersindo GuinartE Cabada Profesor de Derecho Penal AL HILO

OPINIÓN

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23 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Recuerdo que un amigo tenía un colega, en su ámbito profesional, con una extraordinariamente acusada fama de gafe. Cuando tenían que referirse a él lo hacían llamándole el innombrable. Si no se le llamaba por su nombre, no existía, y por tanto consideraban, en alguna medida, estar a salvo de su mal fario.

Con el terrorismo de ETA y la masacre de Gaza hay quien utiliza la misma fórmula. El candidato de EH Bildu a las elecciones vascas, el señor Otxandiano, no considera que en el País Vasco haya existido una organización terrorista llamada ETA a lo largo de más de medio siglo, la gran mayoría de esos años en democracia. Y no creo que padezca una anomia selectiva que le impida recordar el término terrorista. Más bien pensará, supongo, que si no menciona la palabra terrorismo para referirse a las acciones de ETA (sí, supongo, para las del GAL, por ejemplo), pues el terrorismo de ETA deja de existir en su significación inmoral y reprobable; muy en especial para los vascos que no tienen un recuerdo intenso de ese terror porque eran niños cuando ETA dejó de matar, hace casi tres lustros, vencida por la democracia y la sociedad vasca y española.

En relación a Palestina también se vive, y seguro que viviremos en unos años, esa perversa utilización del lenguaje. Algunos miembros del Gobierno ultraderechista de Netanyahu ni siquiera llaman palestinos a los habitantes de Gaza y Cisjordania. Para ellos son árabes que ocupan la tierra de Israel (con calificativos antes de árabes que no me atrevo a reproducir). Si no hay palestinos, no hay Palestina.

Y, por supuesto, todo el Gobierno israelí, y seguramente buena parte de su opinión pública, ahora y dentro de algunos años, se niega y se negará a hablar de lo que ha pasado estos meses, y de lo que está por pasar aún, como masacres, crímenes de guerra o genocidio. No cuestionan ni cuestionarán tanto los hechos, la muerte de miles de civiles, mujeres y niños en su mayoría, pues negarlo a la vista de la devastación producida sería grotesco; pero se afanarán en que no sea calificado con palabras que encierren un reproche ético. Si no se menciona, no existió.

La distorsión de no llamar a las cosas por su nombre contribuye a la desmemoria, si se refiere al pasado, o a desvirtuar la propia realidad, si se refiere al presente. Por una parte produce un efecto muy similar a las fake news, pues al no llamar terrorismo al terrorismo o masacre a la masacre se pretende crear una realidad alternativa. Pero en estos ámbitos es éticamente más reprochable porque ofende a las víctimas: a los muertos, a los heridos, a los huérfanos; y pretende despojarlas de la condición de haber padecido o estar padeciendo un sufrimiento absolutamente injusto, por ser causado de forma injustificable. Sí, por los terroristas o por las acciones militares indiscriminadas contra población civil.

Hay ámbitos en los que no cabe esconderse detrás de pretendidos eufemismos, porque hacerlo supone exhibir una bajeza moral que (des)califica a quien los utiliza.