Los mismos

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

SERGIO PEREZ | EFE

07 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Corría el año 1615 cuando don Pedro Tellez y Girón de Velasco, duque de Osuna, fue nombrado virrey de Nápoles; sucedía en el cargo a don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos, personaje cuya biografía deberían leer nacionalistas y no nacionalistas gallegos para ponderar la importancia de este hombre en la lucha por la defensa de los intereses de Galicia. Por cierto, en Nápoles se comen grelos porque los envició el de Lemos.

Don Pedro Tellez, duque de Osuna, ascendió al virreinato de Nápoles desde el de Sicilia. En ambos destinos, tuvo de Koldo a don Francisco de Quevedo, amigos desde que estudiaron juntos en Alcalá de Henares. Ninguno de los dos eran gentes pacíficas y protagonizaron episodios históricos electrizantes, como la famosa Conjuración de Venecia, donde a punto estuvieron de anexionar la Serenísima República de Venecia al reino de España.

Tellez siempre ansió la joya de la corona, que era Nápoles, y encargó a su fiel amigo Quevedo, que fuese cargado de oro y joyas a la corte para hacer lo que tuviera que hacer y consiguiera el virreinato de Nápoles.

Quevedo, aunque cojo y miope, era muy listo y un excelente espadachín curtido en mil reyertas tabernarias. Superó dos enceladas en el viaje y consiguió su misión sobornando a media corte, desde el padre Aliaga, confesor de la reina, hasta el valido en ejercicio por aquel entones. Al acabar, escribió el magnífico soneto Poderoso caballero es don dinero, retrato eterno del ser humano.

Fíjense lo nada que hemos cambiado, somos los mismos de hace cuatro siglos y probablemente seremos los mismos dentro de otros cuatro. La condición humana no es versátil ni mudable; somos algo que nunca acaba de hacerse bien. Sufrimos las mismas emociones y pulsiones que nuestros antecesores y recurrimos a las mismas corrupciones que nuestros descendientes, solo cambia si vas a caballo, llevas un móvil en la mano o vas en una nave sideral, siempre los mismos.

Hemos construido leyes, filosofías y religiones para controlar nuestras esencias, pero seguimos igual, las leyes las juzgan hombres y mujeres igual que todos.

El aforismo del Gato Pardo de que «cuanto más cambia, mas es lo mismo», es un bucle sofocante al que estamos sometidos los humanos.

La inteligencia artificial, capaz de predecir casi con un 100 % de éxito si tienes covid solo por la tos, si te vas a morir de infarto o si vas a sufrir un alzhéimer solo a través del rostro, debería ser capaz de predecir si un político dice la verdad.

Pero los dueños de esa IA son chinos y americanos, no precisamente destacados por sus virtudes éticas ejerciendo el poder. Así que paciencia, tenemos corrupción para siglos.