Prostitución, vientre de alquiler, enano torero: ¿y el límite moral de la economía?

Manel Antelo
Manel Antelo HOMO ECONOMICUS

OPINIÓN

KIMIMASA MAYAMA | EFE

06 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Las fronteras morales del mercado pueden —y deben— significar un asunto relevante a la hora de adoptar decisiones y, por lo tanto, mediatizar el diseño de las normas regulatorias. En otras palabras, deben tener su peso en la toma de decisiones y que esta no esté basada exclusivamente en el análisis coste-beneficio.

Uno de los límites del mercado lo encarna el respeto a la dignidad humana. Hacia finales de 1991, una discoteca francesa promocionó una «diversión» en la que unos espectadores elegidos al azar de entre el público asistente lanzaban al aire a un enano, como si fuera un proyectil, y ganaba quien lo lanzase más lejos. A pesar de tratarse de una actividad consentida por las partes y llevada a cabo con fuertes medidas de seguridad, fue prohibida. Sin embargo, un enano reclamó el derecho a ejercer lo que adujo que era su ocupación y consiguió que se levantase dicha prohibición. El asunto llegó al Consejo de Estado, que vetó este tipo de actividades con el argumento de que el respeto a la dignidad humana está vinculado al orden público. Además, las asociaciones de personas enanas alegaron que no se trataba únicamente de la dignidad de quien se prestaba a participar en dicho espectáculo, sino que se generaba una externalidad negativa al humillar a todo el colectivo. Algo similar ha ocurrido recientemente en España con los shows cómicos de enanos toreros o los espectáculos eróticos en despedidas de solteros en los que se contrataba a personas con acondroplasia.

El respeto a la dignidad de la mujer es también un argumento central para rechazar la legalización (el mercado) de la prostitución, que dejaría a todo un colectivo totalmente desprotegido y expuesto a la explotación de los proxenetas.

A pesar de que en este caso solamente se alude a la pérdida de la dignidad femenina, el creciente rechazo social hacia el comportamiento de personajes públicos que han utilizado su posición o poder para dar rienda suelta a su sexualidad permite atisbar que la sociedad está redirigiendo el foco de la indignidad hacia la parte masculina.

Asimismo, la posición moral que entraña la gestación subrogada o vientre de alquiler es innegable. La sociedad es reacia a su mercantilización, a la vez que la acepta cuando se ejerce altruistamente. Llegados a este punto, distinguir entre lo mercantil y lo altruista parece, pues, complejo, ya que la persona gestante siempre deberá ser remunerada (por los gastos del embarazo, la pérdida de productividad o incluso de empleo durante la gestación, etcétera).

En todo caso, es un asunto que exigirá una regulación fina. Pensemos, sin ir más lejos, en la subrogación gestacional con fecundación in vitro, que podría utilizarse con el único fin de eludir los costes del embarazo.

¿Y qué decir del peso de la moral en lo relacionado con la política fiscal? Una política impositiva diseñada con el único objetivo de su impacto en las variables económicas, y obviando su potencial efecto en materia de desigualdad, no parece la más adecuada socialmente. También se debería tener en cuenta si resulta éticamente aceptable o no.

En definitiva, los límites morales del mercado deben contar en la regulación. No tanto para aceptarlos o rechazarlos prima facie, sino para discutir su alineación con los objetivos planteados y poder así formular mejores mecanismos de asignación.