Limosna para la soledad

Rodri García QUE PASOU

OPINIÓN

CAPOTILLO

09 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuatro palabras colgadas en una columna de la catedral de Santiago. Negras. Labradas en la piedra. Tal vez lleven siglos ahí pero nunca las había visto. Quizá estaban cubiertas por el polvo de las pisadas de miles peregrinos y la última limpieza las dejó al aire. La escueta indicación dice: limosna para la soledad. Está claro que en este templo alude a la Virgen de la Soledad, esa madre sola, aunque no hay ninguna imagen cerca. Y la cabeza se va a Sabina, a aquellos ripios del atardecer del siglo pasado: «Y algunas veces suelo recostar / mi cabeza en el hombro de la luna / Y le hablo de esa amante inoportuna /que se llama soledad». Parece que presentía esta silenciosa pandemia mundial de enfermos de soledad.

En el Reino Unido y Japón le han puesto un ministerio a la soledad. En España lo han dejado en un observatorio, un mirar a ver qué pasa. Y lo que pasa, decía el poeta Carlos Oroza, es que «los solitarios nos miramos mucho». Dicho observatorio estima que la soledad no deseada cuesta más de 14.141 millones de euros anuales.

Hace unos días, el rico condado de San Mateo, en Silicon Valley, se ha convertido en el primero de Estados Unidos en declarar la soledad como una emergencia de salud pública. Según la cadena informativa NBC News, el 45 % de los residentes en ese territorio, sede de firmas como Facebook o YouTube, sufren soledad. Tantos millones de los que llamamos amigos virtuales y tanta soledad.

La economista y académica inglesa Noreena Hertz también echó cuentas y analizó causas en el libro El siglo de la soledad (Paidós). Culpa sobre todo a las pantallas.

En los medios de comunicación es raro el día en el que alguien no habla de soledad. La hacía en este diario la directora de cine Olga Osorio: «Véxoo no meu alumnado, que traballa moito vía grupos de WhatsApp: eu sempre lles digo que queden en persoa, que falen, que se miren á cara, que se din máis cousas que na linguaxe escrita. Vexo moita soidade». Soledad juvenil.

La ONG Asdegal, con origen en Vigo e implantada en varias ciudades gallegas, impulsa el programa para personas mayores Acompañando soledades. Preguntaba una periodista a una de las usuarias qué tareas de la casa le ayudaban a hacer las voluntarias de Asdegal que la visitaban. «¡Ninguna!», enfatizaba la mujer que vive sola. Entonces, ¿qué hacen? «Hablamos», resumía.

Parece que la soledad precisa limosna, pero quizá no de monedas, sino de palabras, de torrentes de palabras. Y de escuchantes, una marea de escuchantes.