Aborto ecológico

Manuel Blanco Desar ECONOMISTA

OPINIÓN

LEHTIKUVA | REUTERS

17 ago 2023 . Actualizado a las 10:28 h.

De entre las barbaridades más superlativas de los últimos años, la del dimitido ministro finés de Economía se lleva la palma. Dicho sujeto avalaba que las mujeres africanas abortasen para luchar contra el cambio climático. Desconoce este salvaje que los hijos son el único seguro de vejez y enfermedad de los pobres, olvidando la lógica natural que implica que los padres nos cuiden mientras no nos valemos para que luego les cuidemos de modo directo y, si cabe, pagando los costes de sus pensiones y su sanidad.

El subconsciente bárbaro recuerda el programa Aktion T-4, que antes que a otras minorías practicó la eugenesia contra los propios conciudadanos. El salvaje silencia que desde la derrota nazi la humanidad comenzó a trabajar sobre la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, que entró en vigor en 1951. Esta Convención arranca diciendo que los Estados confirman que el genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un delito de derecho internacional que se comprometen a prevenir y sancionar.

Genocidio también es «impedir los nacimientos en el seno del grupo». Para más inri, esta desviada ecología ya estuvo latente con el nazismo, que amaba más a sus perros y sus bosques que a otros seres humanos. A este respecto vale la pena recordar cómo el obispo de Münster, Clemens von Galen, se opuso radicalmente a los genocidas en su sermón del 3 de agosto de 1941. La Gestapo tomó nota.

De la vida indigna de ser vivida invocada por los nazis a la vida excedente del salvaje finés. Estos discursos homicidas, apelando a la economía o a la ecología, son infames. Son el comienzo de una carrera donde pronto invocarán la eliminación de ancianos improductivos, de personas con un nivel de inteligencia por debajo de su arbitrario canon, de seres humanos con patologías crónicas, … ¿qué más pueden idear los malvados?

Vienen días oscuros para Europa. Solo nos puede salvar la apuesta por la decencia, por la Unión y por la ciencia, así como apoyar a las nacientes democracias del sur global. Todo lo demás es cortoplacismo y diletantismo. Procede recordar el poema del pastor Martin Niemöller: «Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista / Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata / Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista / Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío / Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar».