Etiopía 1-España 0

Manuel Suárez LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

Contacto / Sally Hayd | EUROPAPRESS

13 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Como los 18 turistas españoles que se han visto atrapados en el noroeste de Etiopía, quien esto escribe también ha escogido este país africano para un agosto de holganza. Permítaseme hacer un paréntesis en el asueto veraniego para compartir, desde el terreno, algunas opiniones y un breve análisis acerca de una nación que, pese a encabezar la clasificación mundial de víctimas por conflicto bélico en el 2022 (por delante de Ucrania), no recibió apenas cobertura mediática en nuestras latitudes.

Etiopía es una república federal en la que conviven —o tratan de hacerlo— 100 millones de personas de más de diez etnias. Se hablan cinco idiomas diferentes y se profesan credos como el islam, cristianismos varios y diversos cultos animistas.

Se juntan el hambre y las ganas de comer cuando los ciudadanos de este batiburrillo étnico, lingüístico y religioso tienen que sobrevivir con 5.000 birr (unos 45 euros) al mes en un país en el que una habitación de hotel sube de los 1.000 birr y casarse ronda el millón, y es comprensible que cualquier individuo o colectivo trate de arrimar el ascua a su sardina lo más posible. En ocasiones, como ha ocurrido en el estado de Amhara, la avaricia rompe el saco: al partido que gobierna el país, cuyos dirigentes son de etnia oromo, se les ha ido de las manos la situación en Lalibela, y quienes pagan el pato son la población local y los escasos turistas, que con su visita echan una mano a la maltrecha economía de la zona, y que se han visto atrapados en el fuego cruzado entre el ejército federal y las milicias Fano.

Gran parte de estos milicianos son antiguos integrantes de los cuerpos de seguridad especiales del estado de Amhara, que el primer ministro del país pretende disolver e integrar en el ejército nacional, movimiento que es percibido por líderes amhara como una estratagema de la mayoría oromo para restar influencia a los demás grupos étnicos del país. Obviamente, los amhara no están por la labor, máxime tras haber apoyado al Gobierno central en la guerra contra los separatistas de Tigrai, y a la luz de que la constitución etíope deja entrever la posibilidad de autodeterminarse atendiendo a consideraciones étnicas.

No ayuda a calmar los ánimos que, sobre todo en los últimos cinco años, los amhara hayan sido objeto de una discriminación sistemática por parte de segmentos de la población etíope, que alberga cierto resentimiento contra este pueblo por los desmanes que parece qu cometieron sus próceres cuando dominaban el país.

Si bien no hay recetas mágicas para este conflicto complejo, la convivencia pacífica entre estas gentes extremadamente hospitalarias, cercanas y buenas a pesar de sus circunstancias se vería facilitada por una brizna de desarrollo económico y un quintal de buena gobernanza.

En lo que respecta al echaculpas mutuo entre el Ministerio de Exteriores y la agencia de viajes de los 18 turistas españoles que acaban de ser rescatados por el ejército etíope en helicóptero, desconozco si viajes Kananga recabó información de la embajada antes de partir con el grupo. Lo que sí puedo referir es que cuando un servidor trató de enterarse de qué zonas eran seguras y cuáles convenía evitar, presentándose en la embajada española de Addis Abeba el 4 de agosto, el personal de seguridad le denegó el acceso, por tener instrucciones de los diplomáticos españoles de no permitir el ingreso a nadie sin cita previa, y fui informado de que el embajador, Manuel Salazar Palma, se encontraba de vacaciones. A la fecha de redacción de este artículo (11 de agosto), el único diplomático español en el país, el señor Magallanes Mato, trataba de ocultar que su jefe seguía de veraneo (disfrutando de los más de 160.000 euros que remuneran sus quehaceres) mientras compatriotas suyos las pasaban canutas y desde la embajada se les recetaba «paciencia». Huelga decir más...