La clave de bóveda de un país como España es la solidaridad y los equilibrios entre sus diferentes comunidades autónomas. No todas ellas tienen el mismo nivel de riqueza y por tanto es al Estado al que le corresponde articular los mecanismos necesarios para que se cumpla esa máxima de que todos los españoles son iguales ante la ley y que todos tienen las mismas oportunidades con independencia de su lugar de nacimiento o vivienda.
Es obvio que los diferentes gobiernos no han cumplido al cien por ciento con su posición de garantes de esta igualdad. Y en Galicia sabemos mucho de ello. Ahí están las décadas de retraso del AVE o las de las propias autovías, que condenaron a esta comunidad a sufrir un retraso frente a otras que ha podido quedar instalado casi de una forma estructural.
Todo esto viene a colación de que, otra vez, nos encontramos ante una situación diabólica en la política española, con un partido dispuesto a pagar un gran precio para recibir el apoyo de los independentistas catalanes. Y que nadie lo dude, ese precio significará mayor atraso y perjuicio para Galicia. Seguro que cuando un votante gallego decidió apostar por el PSOE lo hizo por convicción ideológica, porque piensa realmente que Sánchez ha efectuado una buena labor de Gobierno, porque es el menor de los males o, incluso, para que no gobierne la derecha. Pero nunca lo hizo pensando en posibles agravios para con los gallegos. Y hay que ser muy ingenuo para pensar que una riada de millones para Cataluña vendrá acompañada por unas buenas inversiones en Galicia.
En los últimos días se está especulando con la condonación de todo o parte de la deuda de los catalanes con el fondo de liquidez autonómica. Hablamos de más de 70.000 millones de euros. Obviamente, semejante posibilidad ha propiciado que otras comunidades planteen qué hay de lo suyo. Los valencianos quieren también que se haga borrón y cuenta nueva con sus deudas. Y luego están los vascos, siempre los vascos, que aunque son otra historia, pescarán competencias y dinero sin ninguna duda.
No solo es política. No se trata de si a los de ERC y a los de Junts se les concede o no un referendo, que ya es bastante, sino de dinero. De nuestro dinero. De nuestro desarrollo. Y ahí hay que pelear duramente para que España sea un país sin lugares de primera y de segunda. No es presentable que a aquellos que no han sabido gestionar sus innumerables recursos puedan salir beneficiados por una condonación.