Putas, ninfómanas y tradiciones

Jorge Sobral Fernández
Jorge Sobral CATEDRÁTICO DE PSICOLOGÍA DE LA USC

OPINIÓN

Jesús Hellín | EUROPAPRESS

09 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

¡Putas, ninfómanas!, escupió el heraldo de la caverna, y se levantaron muchas persianas. La barbarie rara vez monta un solo caballo. Putas, como insulto y no como descripción de oficio: putas sin precio, esto es, por afición. Sin siquiera la lógica «racional» del mercado; pura ansia que connota y animaliza el estigma.

Otra vez, las mujeres como instinto, deseo malvado y provocación. El arte de rebajar su humanidad plena.

Ninfómanas, prosiguió el vocero; es decir, más allá del puro deseo, este mismo, pero descontrolado, salvaje, obsesivo, nunca satisfecho, y, por ello, patológico. Y, además, no atribuible a un espécimen, sino a la especie. Marca de género. Media humanidad rebajada en su valor esencial y, en el mejor de los casos, psiquiatrizada. Las palabras jugando al escondite con sus significados y sus consecuencias. Se cuelan por todas partes, como el agua entre los dedos, y estancan su mensaje en las representaciones colectivas, en los imaginarios sociales: es decir, construyen el «sentido común» al respecto. Al menos, el de muchos. Entre ellos, el de muchos violadores: violar a una mujer (puta/ninfómana) no es más que satisfacerla; hacer que vea cumplidos sus deseos, aunque ella, irracionalidad femenina mediante, ni siquiera fuera consciente de ellos. El macho dominante como proveedor de servicios que la «naturaleza» demanda.

Algunos han dicho: bueno, es que se trata de un rito. Peor pues; muchos ritos no son más que la comunitarización de la barbarie, la socialización de esos significados, por brutales y perversos que sean. Claro que ello desculpabiliza en grado sumo al perpetrador. De algún modo, actúa por delegación de otros, de sus iguales. Es más, si hay connivencia del poder, de la autoridad, incluso puede revestirse de representante de la Institución. Así, ¿buena conciencia?. Y tanto: soy un elegido.

Según otros, bueno, es que es una tradición; o lo que es lo mismo, rito + tiempo. Solo nos sirve para saber que muchas iniquidades, perversiones y demás, empezaron hace mucho tiempo. Gracias por recordárnoslo.

Otros se alivian diciendo que a ellas, las de enfrente, no les parece mal. Ya Simone de Beauvoir, hablando de estas cosas, proclamó que «el opresor no sería tan fuerte sin la complicidad de muchos oprimidos».

Las representaciones sociales o colectivas lo son porque su lluvia nos moja a todos. A ellas también, cayetanas o vallecanas... Pero la víctima no consciente, no deja de ser víctima; es más, lo es por partida doble.

Así las cosas... ¿que hacer? Palabra, palabra y más palabra... construcción de discursos, albañilería militante de la igualdad, la ternura, el respeto. O sea, de una nueva cultura: con suerte, el tiempo nos ayudará a que nuestras nietas lo vivan ya como una tradición. Y esas persianas se cerrarán para siempre. Así sea.