Extranjero en mi país

Victoriano Urgorri CATEDRÁTICO EMÉRITO DE ZOOLOXÍA MARIÑA DE LA USC

OPINIÓN

XOÁN A. SOLER

06 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En el circo del Congreso de los Diputados escuchamos a muchos políticos que aseguran que hay que garantizar en toda España la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, fundamentándose en el artículo 14 del capítulo 2 de la Constitución, que dice que todos los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Yo no puedo estar más de acuerdo en que cualquier español que resida en Galicia, o en cualquier otro lugar del territorio nacional, tenga garantizado que pueda educar a sus hijos en su lengua materna, por lo que no llego a comprender la razón por la que algunos preeminentes políticos dicen que hay que luchar en Galicia contra el apartheid lingüístico de los que quieren imponer el gallego. Estas afirmaciones hacen que afloren en mi recuerdo las persistentes campañas para imponer en Galicia la lengua castellana, a costa de hacer desaparecer la lengua materna de los gallegos. Para ellos, si hablas gallego eres bruto, ignorante, indeciso, tonto (recuerden a Rosa Díez) y otras muchas lindezas más. La conclusión que parece derivarse es que la única lengua materna en España es la lengua castellana, como si el gallego fuese una lengua española putativa, es decir, una lengua extranjera y consecuentemente yo soy considerado como un extranjero en mi propio país.

Recientemente hemos escuchado a los políticos que ostentan la supremacía de España, aseverar que hay que defender nuestra cultura, nuestras tradiciones y nuestras raíces, aunque no comprendo a qué cultura, tradiciones o raíces se refieren, pues el proceso histórico de España dio como resultado un país con varias realidades lingüísticas y culturales que se mantiene hasta la actualidad, aunque es incuestionable que en los últimos siglos se han hecho incalculables esfuerzos para uniformizarlo, con escaso éxito pese a la magnitud de la tenacidad empleada. La legislación vigente, así como las anteriores, establece que determinados españoles tienen derecho a disfrutar de los mismos derechos y deberes en todo el territorio español, cuando otros españoles tienen esos mismos derechos y deberes solo en su gueto lingüístico-cultural y para algunos políticos supremacistas, ni eso. Esto lleva como consecuencia que en España haya ciudadanos de primera clase y otros de segunda, porque yo no puedo utilizar mi lengua materna fuera de Galicia, ya que ellos no tienen ninguna obligación ni deseo de entenderme, aunque yo sí tenga el deber de dominar su lengua materna. Es duro, hiriente y triste sentirte extranjero en tu propio país, que tus derechos se restrinjan a tu región, mientras; que hayan transformado los nombres de tus ciudades, villas y apellidos como les dio la gana y que llamen a esas aberraciones «traducción al español», como si mi lengua gallega no fuese también española.

Esta actitud está plagada de intransigencia, imposición, intolerancia, prepotencia, ayuso (abuso), despotismo, represión, desprecio, superioridad, ignorancia y no sé cuantas cosas más que la historia pasada y reciente nos podría contar. Es posible que la obcecación de los ciudadanos españoles de primera clase no les permita comprender el alcance de nuestros sentimientos; por eso, cuando sean capaces de entender que otros pueblos de este país tenemos una lengua y una cultura diferente y que cuando el respeto, la tolerancia, la condescendencia, la moderación, el aprecio, la compresión y el conocimiento se instalen en nuestra sociedad, nuestras lenguas, todas, serán vivas y libres y por fin la convivencia será factible en este país y no habrá razón o justificación para que España se rompa.

Estoy absolutamente seguro de que el chiringuito para Cantó fue creado por la señora Abuso (Ayuso) para defender los derechos y la primacía de ciudadanos españoles de primera clase, y no sé si en el ideario del chiringuito se contempla la creación de campos de concentración virtuales, para los ciudadanos de segunda clase que no se plieguen a la ideología de «Abuso o libertad».