La anomalía española

Cristina Ares PROFESORA DE CIENCIA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

OPINIÓN

17 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Como yo, del ensayo de Sergio del Molino La España vacía: viaje por un país que nunca fue, que he leído dos veces, me quedé con el ejemplo de Las Hurdes como caso paradigmático de desarrollo territorial favorecido por la política de cohesión de la Unión Europea, he dedicado un par de minutos a realizar un simple análisis estadístico, a fin de resolver una curiosidad. En el último cuarto de siglo (he evitado las primeras elecciones democráticas de todos los países de Europa del Este, pero no he querido descontarlos, en plena celebración del treinta aniversario de la caída del Muro) han obtenido representación en los parlamentos nacionales de los 28 países de la Unión Europea 123 partidos regionales, que representan el 9,5 % del total. Nuestra anomalía reside en que casi la mitad de estos partidos (44,7 %) se han concentrado en un mismo lugar: el Congreso de los Diputados del Reino de España, donde el 67,9 % de las fuerzas políticas han sido regionales.

La sorpresa, me reconocerán, es que hayamos hablado tan poco de esta cuestión hasta esta semana, y porque el domingo hemos pasado de 14 a 20 partidos con representación parlamentaria en el ámbito nacional. Como curiosidad, entre estos 20 figura la Agrupación Socialista Gomera, uno de los variados partidos insulares que han puesto (en este caso, mantenido) una pica en el Palacio del Senado, como, en el año 2000, el Partido de Independientes de Lanzarote o la Agrupación Herreña Independiente, por ejemplo. No complicaré el diagnóstico, pero deben saber que esta es la versión resumida. De los 20 de noviembre de 2019, solo 8 son organizaciones de partido unitarias; tenemos una plataforma ciudadana (Teruel Existe), un frente (Bloque Nacionalista Galego) y 10 coaliciones de múltiple composición, con lo que el número de intermediarios resulta más elevado.

La pregunta es de qué constituye un síntoma esta anomalía. Dos expectativas razonables, entre otras, serían las siguientes: a nivel macro, el Senado no ha cumplido la función de representación territorial que le atribuye la Constitución y al mismo tiempo le imposibilita, para empezar, al definir su composición (de los actuales 265 senadores, solo 57 son designados por las comunidades autónomas); a nivel meso, existe margen de mejora en la participación de las élites regionales y provinciales, además de la militancia local, en la vida orgánica de las fuerzas políticas de ámbito nacional. Ambas causas son relevantes; quizá pueda comenzarse, en el seno de los diversos partidos políticos, por resolver la segunda.