Sánchez y Calviño en la cuarta sesión de trabajo celebrada en la sede de Ferraz.
Sánchez y Calviño en la cuarta sesión de trabajo celebrada en la sede de Ferraz. EVA ERCOLANESE | Efe

30 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La jornada electoral ha pasado, y después de esos días en que todos los aspirantes se declaran vencedores, más o menos, y poseedores del mandato democrático de todos los españoles (aunque no todos les hayan votado), comienza a mirarse el suelo donde hay que aterrizar después de tan altos vuelos. Y resulta que la pista está llena de baches. Nunca habíamos tenido tantos trabajadores de alta en la Seguridad Social, pero a pesar del crecimiento del empleo, las horas trabajadas son menos que las de la etapa de partida, el 2019. La productividad, así, baja; el PIB por habitante está un 18,5 % por debajo de la media de la eurozona. Los salarios nominales han crecido en gran medida por las ayudas públicas, pero los salarios reales se encuentran estancados desde los años noventa. Con baja productividad es difícil que los salarios reales crezcan.

El año que viene el Gobierno europeo reclamará que se vuelva a la disciplina fiscal relajada ahora para facilitar la recuperación tras la pandemia y para contrarrestar la inflación. Llegue quien llegue a la Moncloa, parece difícil que pueda ponerse a trabajar en serio en las reformas estructurales que el país necesita para ganar dinamismo, porque se ve que la iniciativa política prioriza problemas como el encaje territorial, el agua, el género (ese que no es textil) y la mayor o menor privatización de la educación o la sanidad, frente a otros que podrían influir en la mejora de la productividad, como el exceso regulatorio y su derivada de inseguridad jurídica y lentitud administrativa, la escasa inversión en stock tecnológico, las carencias en investigación y desarrollo, la falta de aprecio por el talento a la hora de seleccionar fuerza de trabajo, la insuficiente formación de los trabajadores, una cultura empresarial que aún sigue siendo muy familiar, enchufista y poco innovadora. Todo esto en un entorno globalizado frente al cual, por la descarbonización, por el estado del bienestar y por otras condiciones, nos autoinfligimos un fuerte dumping frente a otras economías más duras con sus ciudadanos. Vamos a tener que exigir a quien nos gobierne menos ideología y mucho más pragmatismo.