La Casa Grande de Lusío, una joya de albergue del siglo XVI que pasa desapercibido

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA SAMOS / LA VOZ

SAMOS

Los peregrinos pueden dormir en el histórico pazo de Samos, que se rehabilitó conservando la estructura original, pero está apartado del Camino

21 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo peor de dormir en la Casa Grande de Lusío, en Samos, es que uno solo se puede quedar una noche. Como albergue público de la Xunta de Galicia, los peregrinos deben continuar su itinerario. Dejan atrás un pazo del siglo XVI que, tras una espectacular rehabilitación, guarda la historia de la vida señorial del municipio, del Monasterio y de la cuna del matemático Vicente Vázquez Queipo de Llano. Pese a su relevancia histórica, el pazo todavía pasa desapercibido entre los caminantes. 

Hace casi 15 años que la Xunta de Galicia se puso al frente de la gestión de la Casa Grande de Lusío para reconvertir el histórico pazo en un albergue público. Era propiedad de los monjes del Monasterio de Samos y llevaba años abandonado tras la marcha de los últimos caseros. Los religiosos lo cedieron al gobierno autonómico para incluirlo en la red de alojamientos del Xacobeo. Con una inversión de más de dos millones de euros, la casa, que ya empezaba a perecer entre la maleza, se vació por completo para convertirla en albergue.

Sala principal del albergue, con el comedor y la recepción
Sala principal del albergue, con el comedor y la recepción ÓSCAR CELA

La rehabilitación es única en el Camino Francés a su paso por Lugo, por mezclar las antiguas paredes de piedra con las nuevas instalaciones minimalistas. Se recuperaron la lareira y la chimenea de la cocina, así como los antiguos hornos de la herrería. Aprovecharon las vigas, el suelo de madera y la carpintería original, manteniendo la configuración arquitectónica. Los caminantes tienen la oportunidad de quedarse una noche en un inmueble histórico, pero aún no ha conseguido ser el emblema que merece.

El pazo se ubica en la pequeña aldea de Lusío, que apenas cuenta con más viviendas. Está en la etapa que discurre desde Triacastela hasta Samos, a apenas cinco kilómetros del final. Sin embargo, no se encuentra en el propio itinerario del Camino de Santiago sino que es necesario desviarse apenas un kilómetro desde la aldea, también histórica, de San Cristovo do Real. Aunque la distancia es poca, para algunos peregrinos es determinante.

Además, en la aldea no hay más negocios para poder comer y en el lugar más cercano, en Renche, la cantina no abre todos los días del año. Los peregrinos tienen que llevar su comida desde Triacastela. Por estas razones, el inmueble todavía pasa desapercibido entre los caminantes y también entre turistas. En inverno son pocos los peregrinos que llegan hasta Lusío y en verano aumenta la afluencia. Es un lugar idóneo especialmente para grupos. 

Una curiosa arquitectura que vio nacer el creador de la tabla de algoritmos

De lo que fue la Casa Grande de Lusío en su esplendor queda solo la estructura. El inmueble fue mandando construir en 1551 por López Vázquez de Vilamexe y su esposa Leonor Alfonso de Balboa. Así lo recoge una inscripción en un bloque de piedra junto al escudo de la casa. En esta imagen aparecen símbolos de armas de Castilla y León, de la casa de Braganza, de los Vázquez, los Balboa y los de la casa de Lusío. 

ÓSCAR CELA

El pazo señorial tuvo una herrería cuyas creaciones llegaron incluso hasta la Catedral de Lugo. De este espacio apenas quedan los restos pero sí se conservan los hornos que empleaban, también para la cerámica. De las estancias y patios de la casa destaca su arquitectura con elementos coloniales, sobre todo en las marcaciones de los ventanales, ya que algunas generaciones de la familia propietaria tuvieron una estrecha relación con las colonias españolas en América, principalmente con Cuba.

También son característicos los numerosos arcos de medio punto que visten puertas y ventanas. Las habitaciones de literas están en los antiguos salones grandes de la casa y conservan algunos «parladoiros» así como detalles en talla en las ventanas. Desaparecieron en cambio los frescos que había en algunas de las paredes así como el retablo y los elementos de la capilla o los muebles antiguos. Todo se trasladó al Monasterio de Samos. 

De la antigua vida de la gran casa de Lusío apenas quedan vecinos que puedan recordarla, pero sí quedan en Samos personas que nacieron allí porque sus padres eran los caseros. Algunos samonenses se mudaban al pazo a vivir a cambio de trabajar las tierras y pagar una renta a los monjes. La casa llegó a tener 20 vacas, que en la época era algo impensable para cualquier familia. Sí hay más recuerdos de celebrar las misas de San Blas en la capilla del pazo.

La última propietaria del pazo por herencia familiar no tuvo descendencia así que le dejó el inmueble a su asistencia. Esta mujer tampoco tuvo hijos así que después fue cuando los monjes benedictinos se hicieron definitivamente con la propiedad.

Vicente Vázquez Queipo de Llano

La persona más destaca de la Casa Grande de Lusío fue, sin duda, el matemático Vicente Vázquez Queipo de Llano. Nació el 17 de febrero de 1804 y la Xunta proyectó realizar un museo etnográfico que no se llevó a cabo finalmente. El hombre comenzó los estudios en casa, al ser de una familia acomodada, y después de trasladó a Monforte. 

Estudió al mismo tiempo Derecho y Matemáticas y Ciencias Experimentales en la Universidad de Valladolid. Obtuvo por oposición una cátedra en Física Experimental y Química porque fue una de sus mayores aficiones y completó su formación matemática en París. Elaboró en 1855 la tabla de logaritmos vulgares cuyo uso fue obligado hasta la aparición de las reglas de cálculo y las calculadoras científicas.

Ejerció diferentes puestos en Madrid o Cuba, como Fiscal de Hacienda. También ingresó en política como Diputado en Cortes. Abandonó este campo cuando Isabel II salió de España en 1868 para ser miembro de la Real Academia de las Ciencias o comisario del Observatorio Astronómico de Madrid.